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Con está Parashá comenzamos el tercer libro de la Torá, el libro de Levítico. La primera parte de este libro estará dedicada casi completamente a todas las normativas referidas a los sacrificios rituales en el Templo y diversas leyes de pureza e impureza ritual. Nuestra Parashá, en particular, versa sobre los diversos tipos posibles de sacrificios que se podían entregar y cada uno de los animales que se debían ofrecer en cada caso. La pregunta es si estos sacrificios debían ser entregados por obligación o por voluntad. 

 

La Torá en su sentido literal, digamos, aparentemente nos dice que estos Korbanot (sacrificios) son una obligación ritual y debían ser entregados periódicamente sin importar la voluntad del oferente. Sin embargo, el Midrash (Sifra, Vayikra Dibbura d’Nedavah, 3.15), dice que el sacrificio es invalido a menos que quien de lo haga por decisión propia y no de forma compulsiva. Entonces cuando damos, y no solo hablamos de los sacrificios del Templo sino de ejemplos cotidianos de nuestros días, debemos hacerlo por obligación o por voluntad. 

 

Según la tradición judía hay una suerte de punto medio… o más bien un camino a recorrer. La obligación con el tiempo debe generar el sentimiento de dar por voluntad. Para el judaísmo son las costumbres cotidianas, repetitivas y constantes, las que con el tiempo moldean nuestros propios deseos y voluntades. No comenzamos normalmente diciendo quiero hacer tal o cual cosa sino que por obligación la hacemos, día tras día, hasta que comprendemos su valor y en un momento determinado lo hacemos por voluntad. Por está razón la Torá para generar la cualidad de la entrega y la generosidad (Nedivut en hebreo) obligaba a los antiguos israelitas, a entregar constantemente algo de su riqueza, para moldear en ellos esta hermosa cualidad. Y en un momento, tarde o temprano, como muchas veces nos pasa con los hábitos que en un momento los hacemos por imposición terminan convirtiéndose en nuestra segunda naturaleza y comenzamos a hacerlo por voluntad y con convicción. 

 

Para concluir el Rambam (a Pirkei Avot 3.15) nos enseñaba hace 800 años que es siempre mejor donar mil veces, día tras día, un dólar que donar 1000 dólares de una sola vez… quizás para quien lo reciba sería mejor recibir todo de una vez pero para quien da, esa tarea repetitiva de dar cada día, lo moldearía para convertirlo en un ser generoso. Realizar pequeños actos de bien muchas veces es mucho más significativo que un gran acto de bondad una sola vez. 

 

Parashat Vaikrá nos enseña que es la constancia del dar día a día la que terminará no sólo transformando al mundo que nos rodea sino a nosotros mismos también. 

 

Shabat Shalom,

Rab. Uri

 

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