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Moshé es el gran protagonista de la Torá y su historia comienza aquí, en nuestra Parasha de Shemot. Sobre él nos dice el Malbim (1809-1879, Ucrania): “Actuó de forma diferente al resto de los hombres que por naturaleza cuando acceden a la grandeza se separan de sus hermanos pobres” (a Ex. 2:11). Está es la grandeza de Moshé que se esconde en nuestra Parashá y que explica porqué luego será elegido como el liberador del pueblo.

Moshé nace de una familia de Levitas. Lo esconden por tres meses. Luego llega por el Nilo a los pies de Bitia, la hija del Faraon. Ella sin embargo se lo entrega a Miriam, su hermana, para que le busque una nodriza hebrea para que lo amamante. Ella se lo da a su madre Iojeved nuevamente que lo cría hasta según el Midrash los dos años que lo devuelve a la casa de Bitia. Recién ahí la hija del faraón le pone el nombre egipcio de Mois-es, según el Midrash su nombre original era Tov o Tuvia (bueno o “el bueno de D-s”). Desde los dos años entonces se cría como egipcio en la casa de una de las hijas del Faraón que lo adopta como un hijo propio. Sin embargo ¿Sabía Moises que era en realidad Tuvia? O Mejor dicho ¿Sabía durante toda su infancia que era hebreo? Popularmente se cree que no pero en realidad el Ramban (1194-1270, España) y luego el Shadal (1800-1865, Italia) siguiendo sus pasos, sugieren que Moises siempre supo su origen hebreo, que nunca le ocultaron su verdadera identidad, que su madre Iojeved (también su nodriza) lo iba a visitar incluso cuando él vivía en la casa de la hija del Faraón.

Es decir, Moshé crece sabiendo que es hebreo pero nunca se identifica con los suyos, crece con todos los privilegios de ser egipcio (y de la realeza) sin saber el sufrimiento de sus hermanos. Todo cambia, según el Midrash, cuando él tenía 20 (o 40 años según otra lectura), en ese momento se nos dice que Moshé creció. Según los Sabios no se trata de un crecimiento físico sino moral y de grandeza espiritual (Tanjuma Yashan 2.2:17), se convierte en un hombre (en un Mentsch como dirían en Yidish). Así nos lo describe la Torá: En aquellos días sucedió que crecido ya Moshé, salió a sus hermanos, y los vio en sus duras tareas, y observó a un egipcio que golpeaba a uno de los hebreos, sus hermanos. (Ex. 2:11). Al crecer toma conciencia de sus privilegios y de la desdicha del resto de sus hermanos. Entiende que aquellos esclavos son sus hermanos y no los otros hijos de la hija del Faraón. No solo ve sus duras tareas sino como dice el Midrash “presto atención con sus ojos y su corazón y sufrió junto a ellos” (Shemot Rabá 1:27). En aquel instante no puede resistir más, abandona sus privilegios de la realeza egipcia y comienza a ayudarlos en sus tareas como esclavos y en ese instante Y se le apareció el Ángel de Hashem en una llama de fuego en medio de una zarza” (Ex. 3:2, ver Shemot Rabá 1:28).

 

Moshé siempre supo que era hebreo pero durante años no comprendió (o no supo) del sufrimiento de sus hermanos. Todo cambió en ese instante. A diferencia, como dijo el Malbim, de la mayoría de los hombres y mujeres pertenecientes a minorías que cuando adquieren para ellos una situación de poder o comodidad se desentienden de sus hermanos, Moshé al percatarse de la desigualdad que existía entre su comodidad y el sufrimiento de los suyos abandona todo privilegio y se pone a luchar por sus hermanos. Moshé encarna uno de los principios teológicos más importantes del judaísmo: no existe la salvación personal, la redención es colectiva o no es.

 

A lo largo de la historia siempre han existido privilegiados dentro de los grupos desdichados, discriminados, marginalizados, dentro de cada minoría. Los que hacen la diferencia en la historia son aquellos que no buscaron salvarse solos desentendiéndose del sufrimiento de los propios sino que comprendieron que su situación personal fue una “suerte del destino” pero que su obligación moral era descender de su grandeza para hombro a hombro, como nos cuenta el Midrash, ponerse a trabajar con los suyos para que todos puedan salir de aquella esclavitud, de aquella estrechez, de aquel Egipto. Esa es la grandeza de Moshé, esa es la grandeza de los líderes que cambian la historia.

 

Shabbat Shalom,

Rab. Uri

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