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Yosef no aguanta más, no puede seguir ocultando su identidad y se revela finalmente ante sus hermanos. Los abraza, los besa, lloran. Se reencuentran. Los invita a un banquete festivo. Y luego les pide que vuelvan a Canaan para buscar a su padre para que todos juntos vengan a habitar a la tierra de Egipto y comer de toda su gordura y abundancia. Les da viveres para el camino de regreso y algunos regalos: A cada uno de todos ellos dio mudas de vestidos, y a Biniamim dio trescientas piezas de plata, y cinco mudas de vestidos.” (Gen. 45:22). A diez de sus hermanos, los que estuvieron implicados en su venta, les da tan solo dos mudas de ropa pero a su hermano predilecto, hijo de su misma madre Rajel, a su hermano menor, al protegido de la familia le da 300 piezas de plata  y cinco mudas de ropa.

 

¡La diferencia es total y evidente! ¡Yosef no oculta su preferencia y predilección! A lo cual el Talmud se pregunta “¿Y acaso es posible que aquel justo se equivoqué precisamente con aquello que él mismo sufrió?” (b. Meguilá 16b). Yosef sufrió en carne propia la diferencia que su padre había hecho para con él. Sus hermanos lo odiaban incluso antes de sus sueños y su soberbia. ¿Cómo ahora él iba a repetir el mismo error que su padre Yaakov privilegiando a un hermano sobre los demás? El Talmud incluso nos enseña en base a las acciones de Yaakov a que uno “nunca debe hacer diferencias entre un hijo y los demás” (b. Shabbat 10b) ya que por está pequeña diferencia que hizo Yaakov para con Yosef terminamos como esclavos en Egipto por más de 200 años.

 

Entonces ¿Cómo se explica que Yosef cometa el mismo error que su padre? Varias son las explicaciones propuestas por nuestros maestros.

 

  • Algunos lo ven como un premio por no haber participado de su venta 20 años atrás (Jizkuni).
  • Otros lo interpretan como una señal que un descendiente de Biniamim, Mordejai, sería distinguido en un futuro con cinco prendas de ropa (ver. Ester 8:15, Rabienu Bejaie).
  • Hay quienes dicen que lo hizo como una última prueba para su hermanos para ver si realmente habían cambiado y podían “aceptar” o “tolerar” que alguien haga una diferencia entre un familiar y otro.

 

Me gustaría humildemente sugerir una lectura más. Sí, Yosef vuelve a equivocarse de la misma forma que lo hizo su padre. No tenía ningún fin ulterior, simplemente vuelve a tropezarse con la misma piedra. Porque esa es la historia sempiterna de nuestro Tanaj, de hombres y mujeres que vuelven a equivocarse como lo hicieron sus padres y antepasados. Creemos que vivimos en un mundo lineal donde cada generación “aprende” de los errores de la generación que lo precedió y los mejora y corrige. A veces sucede, la mayoría de las veces no. Una y otra vez tropezamos con la misma piedra y nos volvemos a caer. Prometemos como hijos que cuando seamos padres no repetiremos los errores de nuestros padres y aún así los volvemos a hacer y cada vez nos parecemos más a aquello que dijimos que nunca seríamos. La Torá, en su extrema sabiduría, no lucha muchas veces contra la naturaleza humana (como esos sentimientos de preferencia) sino que nos permite vernos a nosotros en los relatos de nuestros antepasados y saber que ellos también, una y otra vez, fueron victimas de estos errores. Nos permite sentirnos reflejados en ellos y en tratar de seguir mejorando siempre aún sabiendo que podemos volver a caer.

 

Yosef no privilegió a Biniamim para poner a prueba a sus hermanos pero sí sus hermanos pasaron la prueba de ellos mismos haber cambiado y haber aceptado que muchas veces como padres, como hijos, como hermanos, como cónyuges nos equivocamos una y otra vez pero que esos errores surgen desde el amor.

 

Shabbat Shalom,

Rab. Uri

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