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¿De dónde proviene el mal? ¿De dónde surge el bien? Como hombres y mujeres de fe tenderíamos a responder sin dudarlo: “de Hashem”. Sin embargo para algunos de nuestros grandes maestros esa es una respuesta demasiado simple, demasiado infantil, demasiado “poco responsable”. 

 

Sin lugar a dudas muchos así lo creían (y muchos hoy lo siguen creyendo). Que todas las bendiciones y las maldiciones, que todas las cosas buenas de este mundo y las cosas malas, surgen de D-s. Así mismo se nos dice en el libro de Lamentaciones: “¿De la boca de D-s no salen las cosas malas y el bien?” (3:38). Todas las culturas y religiones del mundo antiguo así lo creían. Todo estaba destinado. Eran las estrellas, los astros o los dioses quienes determinaban quienes gozarán de bendición en este mundo y quienes sufrirán las maldiciones. Sin embargo la respuesta revolucionaria del judaísmo es romper con aquella cultura, es romper con los astros y hacer responsable al ser humano. 

 

Rabí Eleazar nos enseña que desde el momento que D-s le dio la Torá al pueblo de Israel en el monte Sinaí aquello que una vez se leyó como pregunta hoy se debe leer como una afirmación “¡De la boca de D-s no salen las cosas malas y el bien!” ¿Entonces de dónde surge el bien y el mal? “Sino que de aquellos mismos que hacen el mal surge el mal y de aquellos que hacen el bien surge el bien” (Devarim Rabá 4:3). Es decir el bien y el mal no surge de los Cielos sino que se crea aquí en la tierra. No es D-s quien determina sino el ser humano quien elige su camino. Frente a la frase popular “El hombre propone y D-s dispone” el judaísmo responde “D-s propone y el hombre dispone”. D-s nos presenta caminos y nos da las herramientas y de nosotros depende. 

 

D-s no escribió las maldiciones en la Torá para castigarnos desde los Cielos sino para mostrarnos “cual es el camino recto que debemos seguir” (Devarim Rabá 4:1), cual si fuera un médico que nos advierte. La bendición y la maldición no surgen de D-s como consecuencias de nuestras acciones sino que nuestras acciones son las que traeran la bendición o la maldición a este mundo por sí mismas. Somos infinitamente libres lo cual nos hace infinitamente responsables. No somos marionetas sino que somos los grandes protagonistas de nuestra vida, no busquemos culpables sino hagámonos responsables. 

 

Si Jeremías dijo “¿De la boca de D-s no salen las cosas malas y el bien?” (Lam. 3:28), Rabí Eleazar afirmó: “¡De la boca de D-s no salen las cosas malas y el bien!” (Deut. Rabá 4:3). Está es la gran revolución del pensamiento judío.

 

Shabat Shalom,

Rab. Uri

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