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En tiempos donde hemos perdido la capacidad de alabar, de pedir, de agradecer, de asombrarnos; antes incluso de rezar debemos implorar por volver a tener la capacidad de poder rezar. Así ya lo enseñaba Rabí Iojanan (j. Berajot 34b) quien antes de rezar la Amidá solía decir: *“Adonai Sefatai Tiftaj uFi Iaguid Tehilatejá – Dios abre mis labios para que mi boca pueda alabarte”* (Sal. 51:17). Antes de poder rezar tenemos que tener la capacidad de poder abrir nuestros labios y también nuestros corazones. El primer rezo de cada día debe ser pedirle a D-s que nos devuelva la capacidad de rezar, de asombrarnos por el mundo maravilloso que tenemos, de romper nuestros miedos para poder pedir lo que necesitamos, de anular nuestra vergüenza para poder pedir perdón en nuestras plegarias, para poder reconocer en nuestros corazones todo lo que tenemos y poder agradecer. 

 

No fue Rabí Iojanan, sin embargo, el primero en darse cuenta de esto. El propio Moshé lo hace al comienzo de nuestra Parasha Vaetjanan (lit. súplica). Aquí Moshé le recuerda al pueblo de Israel uno de los ruegos más famosos de la Torá en la cual él le pide a Hashem poder entrar a la tierra prometida. Si bien la respuesta de D-s es negativa, de aquella plegaria (“Le supliqué a Hashem, en aquel tiempo, diciendo…” (Deut. 3:23)”) el Kedushat Levi extrae una enseñanza fundamental. Lo primero que según él le pide Moshe a Dios no es que lo deje entrar aunque sea por un instante a la tierra de Israel sino que su primer ruego (tejiná) fue que: *“le de la capacidad de rezar para poder rezar – Haia Tzarij Lehitpalel SheIujal Lehitpalel”* (Vaetjanan #1). 

 

Antes de abrir el Sidur debemos abrir nuestros corazones. Antes de rezar debemos rezar para tener la capacidad de poder rezar. No hace falta saber hebreo. No hace falta conocer las plegarias tradicionales del Sidur. Solo hace falta la conciencia de que necesitamos ayuda incluso para rezar. Esa humildad es la que nos permitirá ver al mundo de otra forma. Esa humildad nos brindará una capacidad de asombro para agradecerle a D-s cada día por las obras de Su creación. Esa humildad nos dará la capacidad para darnos cuenta de nuestras falencias y entonces pedir por lo que necesitamos. Esa humildad nos hará ver que no somos tan importantes como creíamos y así tendremos la capacidad de perdonar y perdonarnos. El primer pedido a D-s de cada día debe ser: *“Dios enséñame y ayúdame a rezar – [Hashem] Telamdani veTaazreni LeHitpalel”* (Alshij a Sal. 51:17.). Es la humildad de incluso no saber qué (ni cómo rezar) la que nos ayuda a abrirnos el camino en la plegaria. 

 

Shabat Shalom,

Rab. Uri

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