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El nombre de nuestra Parashá es Itro. ¿Quién era Itro? El suegro de Moshé. ¿Quién era Itro? No era solamente el suegro de Moshé sino que también era el Sacerdote de Midian, un pueblo pagano. Itro y Moshé se habían conocido años atrás cuando Moshé se escapaba de Egipto. Itro lo recibió en su hogar y le dio a su hija Tzipora como esposa. Luego se separaron. Itro se quedó en Midian y Moshé fue a liberar al pueblo de Israel de la esclavitud. 

 

Y en nuestra Parashá se reencuentran. Hay varios aspectos hermosos de este reencuentro. Por un lado el Kedushat Levi enfatiza la hospitalidad que recibe Itro por parte de Moshé y del pueblo, con una gran comida “delante de Dios”, como una retribución por su Ajnasat Orjim (hospitalidad) que este le dio a Moshé tiempo atrás cuando era un simple egipcio escapando por su vida. Otros enfatizan la humildad de Moshé que a pesar de ser un gran líder y el “redentor de Israel” acepta con humildad la crítica de su suegro en relación a cómo debía administrar la justicia y delegar el poder a otros jueces para que Moshé no se fatigue estando todo el día recibiendo litigantes. 

 

Hoy quiero detenerme en otro detalle de este reencuentro. Cuando llega Itro le dice a su yerno que escuchó todo lo que Dios hizo por Israel al sacarlos de Egipto. La Mejilta enfatiza que escuchó sobre la apertura del mar de los juncos y la guerra contra Amalek (Mejilta DeRabi Ishmael 18:1). También podemos suponer que escuchó sobre el milagro del Maná que comenzó a caer unas semanas atrás. Y luego de escuchar todas estas maravillas y milagros decide entonces acercarse para reencontrarse con Moshé y que este pueda reencontrarse con su mujer y sus dos hijos. Algunos dicen que tras escuchar estos milagros el sacerdote pagano Itro decide convertirse al judaísmo y se convierte así en el “padre” o “modelo” de futuros conversos que tras “servir a todos los dioses existentes” (íbid. 18:11) reconocen ahora al verdadero Dios. 

 

Humildemente disiento con esta interpretación. Itro nunca se convierte. Acompaña. Reconoce. Celebra. Pero desde su lugar. Y esto le da incluso más peso a sus palabras cuando dice: “Bendito sea Hashem quien los salvó a ustedes de las manos de Egipto y de las manos del Faraón…” (18:10). Itro Bendice a Dios tras escuchar todas las bondades que le concedió al pueblo de Israel. Fijense que dice “a ustedes”. Él no se incluye. Él es un espectador externo y esto lo ayuda a ver algo que los israelitas no podían ver. Y así enseña la Guemará al respecto: “Es una verguenza para Moshé y los seiscientos mil judíos que no dijeron “Bendito” hasta que vino Itro y dijo “Bendito sea Hashem…” (b. Sanedrín 94a). Rab Papeias crítica al pueblo que tuvo que ser un sacerdote pagano quien bendiga primero a Dios antes que él y todo el pueblo de Israel lo hagan. Desde que salieron de Egipto el pueblo de Israel vivía quejándose (y seguirá quejándose a lo largo de los cuarenta años del desierto… y hasta nuestros días también). Siempre algo les faltará. Nunca estarán plenos. Y por eso no pueden reconocer todo lo que sí tienen. Son libres pero son ciegos de sus bendiciones. Y es Itro, un sacerdote pagano, quien les abre sus ojos con su bendición, mostrándoles todas las bondades y los milagros que les sucedieron en pocas semanas. 

 

¿Cuántas veces en la vida somos ciegos a nuestras propias bendiciones? ¿Cuántas veces en la vida nos encontramos con “Itros” que nos abren los ojos de todo lo bueno que tenemos pero no reconocemos? ¿Cuántas veces nosotros fuimos los “Itros” para otros, para que puedan ver todo lo que sus ojos no lograban percibir?

 

Itro, desde su lugar, ve algo que los israelitas no podían ver. Esa mirada externa es la que todos también necesitamos en la vida de tanto en tanto. Esos son los encuentros que nos cambian la vida o por lo menos nuestra perspectiva.

 

Shabat Shalom,

Rab. Uri – Judaica Norte

23 de Shvat de 5781

 

 

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