Hay algunos Shabbatot en el año que la tradición judía le otorgó un nombre especial. El Shabat que se lee Parashat Beshalaj es uno de ellos: “Shabat Shirá” (el Shabat de la canción). El motivo es evidente: en está Parashá leemos el cantico más famoso de toda la Torá: Shirat HaYam (el cántico del mar) que entonó Moshé junto a todo el pueblo de Israel al terminar de cruzar el Yam Suf (Mar de los Juncos). Un cántico de alabanzas y agradecimientos a Dios. Un poema que cantamos cada mañana en Shajarit y que recitamos este Shabat. Por eso este es el “Shabbat de la canción”.
Sin embargo, cada Shabat es verdaderamente el Shabat de la canción, ya que no hay Shabat sin canciones. Tehilim (salmos) con alegres melodías son la esencia del servicio de Kabalat Shabat. Zmirot (canciones) festivas son parte de la mesa de cada Shabat. Nigunim (melodías sin letra) nos ayudan a conectarnos con la santidad del día.
¿Qué motiva a qué? ¿Es la santidad del Shabat la que nos impulsa a cantar con el corazón o quizás son nuestros cantos los que crean la atmósfera del Shabat? Un debate similar existió entre las escuelas de Hilel y Shamai hace dos mil años sobre el Kidush (b. Berajot 51a). Uno decía que es el vino el que produce la santificación del día mientras que el otro decía que es la propia santidad del día la que produce que uno deba beber vino. ¿Qué propulsa a qué?
¿Al cantar creamos el Shabat o porqué es Shabat nuestras almas anhelan cantar? Según Rabi Najman de Braslav “Inmediatamente después del cántico alegre de Shirat Haiam el pueblo de Israel fue meritorio de recibir al Shabat” (Likutei Moharan 27:6). Solamente allí desde el espíritu de alegría, de la alabanza hecha canción, es que Hashem decidió regalarle al pueblo de Israel el Shabat.
¿Cómo sucedió? Inmediatamente después de cruzar el mar de los juncos y de entonar aquella canción el pueblo de Israel llegó a Mará y allí según la tradición (b. Sanedrín 56b) el pueblo de Israel comenzó a recibir el Maná y con esta bendición también recibió el mandamiento del Shabat. Incluso antes que todos los otros Diez Mandamientos, y no en el Monte Sinaí, sino en Mará el pueblo de Israel comenzó a observar el Shabat y esto se debió a la canción. Dios quiso entregarle al pueblo de Israel el Shabat tiempo atrás pero como explica el Meor Einaim “no se puede recibir la Torá desde la tristeza” (Miketz #10). Y por eso, según él, Dios decide entregarle primero al pueblo de Israel el mandamiento del Shabat “que es el mundo del deleite” y por cuanto cuando uno posee el Shabat “no le falta nada”, para que desde esa alegría pueda el pueblo de Israel tiempo después en el Monte Sinaí recibir la Torá.
Entonces ¿Es la santidad del Shabat la que nos impulsa a cantar con el corazón o quizás son nuestros cantos los que crean la atmósfera vibrante del Shabat? Siguiendo a estos dos grandes maestros jasídicos podemos decir que uno complementa al otro. Fueron los cánticos de nuestros antepasados los que habilitaron que Dios les regale el Shabat pero fue solamente al recibir al Shabat que sus corazones transformaron la amargura en alegría pudiendo así recibir la Torá. Al cantar creamos el Shabat y la santidad del Shabat provoca que nuestros cantos se multipliquen. Dios al escuchar las melodías del pueblo de Israel nos regaló el Shabat para perpetuar por generaciones; para mantener esa alegría y ese espíritu festivo cada semana por toda la eternidad. El pueblo cantó y Hashem nos regaló el Shabat para seguir cantando. Siempre.
Shabat Shirá Sameaj
Rab. Uri
16 de Shvat del 5781