Estamos comenzando un nuevo libro de la Torá, el segundo. El libro que nos llevará de la esclavitud en Egipto a la libertad en el desierto camino hacia la tierra prometida. Egipto es un lugar pero los maestros jasídicos enseñan que también es un “estado” personal. En hebreo Egipto es “Mitzraim” y “Meitzarim”, un término muy similar, significa “estrecheces”. Mitzraim es el lugar de nuestra esclavitud y ¿de qué somos esclavos? de nuestros metizarim, de nuestras estrecheces. De nuestros lugares comunes, de nuestros miedos y nuestros prejuicios. Mitzraim no es solo una tierra que nuestros antepasados dejaron hace más de 3200 años, Mitzraim es un estado de conciencia, una forma de vivir y ver la vida. Cada uno de nosotros vive en su propio Mitzraim, en su propia estrechez de mente y espíritu.
Somos esclavos de nuestro pasado cuando no nos animamos a embarcarnos en nuevos rumbos para un futuro incierto. Somos esclavos de nuestros prejuicios cuando no permitimos revisarlos para conocer diferentes puntos de vista y opiniones. Somos esclavos cuando somos “estrechos” (cortos) de mente o espiritu. La redención, la libertad, se encuentra en ampliar horizontes, en abrir el corazón y la mente, en embarcarnos hacia nuevos rumbos. En la Hagadá de Pesaj decimos que “en cada generación cada uno debe verse a sí mismo como si hubiera salido de Mitzraim” porque cada año cada uno de nosotros debe volver a salir de sus propios Mitzraim. De la estrechez de la esclavitud en Mitzraim salimos hacia la amplitud y apertura inconmensurable del desierto. Que nuestra mente, nuestro espíritu y nuestros corazones cada vez se vuelvan más amplios para romper con las cadenas de la esclavitud y la estrechez.