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¿Recuerdan el último viaje que hicieron antes de la pandemia? ¿La última ciudad que conocieron? Al viajar no solo ponemos la ropa en nuestras valijas sino que ponemos también buenas intenciones y un espíritu positivo en nuestros corazones. Al viajar y pasear por nuevos destinos vemos preponderantemente lo bueno de aquellos lugares, no nos detenemos en lo malo. Por el contrario muchas veces no salimos a pasear, a enamorarnos de lo bueno que los lugares tienen para ofrecernos sino que salimos a espiar o a investigar, a buscar lo malo de aquellos lugares. Nos sacamos los anteojos que nos permite apreciar mejor el paisaje para posar nuestros ojos en un microscopio y buscar en los detalles sus errores y falencias. 

 

En nuestra Parashá, al inicio del libro de Devarim, en el último discurso de Moshé antes de despedirse del pueblo comienza a rememorar la historia judía. Y uno de los episodios que detalla es el de los “espías” que había ocurrido 39 años atrás. Sin embargo las versiones de este episodio entre Números 13 y Deuteronomio 1 son muy disímiles. El Malbim nos dice que en la versión original el verbo que se utiliza es Latur (recorrer) mientras que en la versión de Deuteronomio (1:24) el verbo es Leragel (espiar) y comenta al respecto: “Quien recorre desea lo bueno y quien espía busca lo malo (כי התר מבקש את הטוב והמרגל מחפש את הרע)” (a Núm. 13:2). El objetivo de Dios al enviar los espías era que recorran la tierra, que vean su bondad y su hermosura para que luego con fe y esperanza puedan regresar para conquistarla; y sin embargo los hombres enviados tenían un objetivo diferente, era ir a espiar la tierra, a buscar todo lo malo para poner excusas y no animarse a ir hacia aquella tierra prometida. Lo bueno lo deseamos y lo encontramos, lo malo lo buscamos y lo encontramos. 

 

¿Y cuántas veces nos sucede lo mismo a nosotros? Con nuestras parejas, con nuestros compañeros de trabajo, con nuestras comunidades y con nuestra sociedad. Si buscamos lo malo en el otro lo vamos a encontrar pero si buscamos lo bueno también lo encontraremos. Cómo decidimos recorrer nuestra vida, los lugares que transitamos y las personas que nos acompañan ¿cómo viajeros poniendo atención a su hermosura y a su bondad o como espías e investigadores privados tratando de focalizarnos en lo negativo? Aprendamos de las lecciones de nuestros antepasados que por poner sus ojos en lo negativo se quedaron 39 años vagando por el desierto pero si hubieran deseado la tierra con otros ojos, con la bondad de su propia mirada, hubieran llegado a la Tierra prometida 39 años antes. 

 

¡Que nuestras miradas construyan nuestro camino hacia la Tierra prometida!

Rab. Uri – Judaica Norte

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