Hay un antiguo adagio persa, popularizado en el mundo occidental en el siglo XIX por Edward Fitzgerald y por Abraham Lincoln que también tiene su versión, en un antiguo relato folclórico judío. Desconocemos del origen de este relato folclórico. El mismo no se encuentra en los principales libros de Midrash medieval ni en el Talmud. Aún así es una historia digna de ser contada. La versión judía de la historia dice más o menos así:
Un día, el rey Salomón decidió darle una lección de humildad a Benaiah ben Yehoyada, su ministro más confiable. Él le dijo: «Benaiah, hay un cierto anillo que quiero que me traigas. Deseo usarlo para la festividad de Sucot, tienes seis meses para encontrarlo». «Si existe en algún lugar de la tierra, su majestad», respondió Benaiah, «lo encontraré y se lo traeré, pero ¿qué hace que el anillo sea tan especial?» «Tiene poderes especiales», respondió el rey. «Si un hombre feliz lo mira, se pone triste, y si un hombre triste lo mira, se pone feliz». Salomón sabía que tal anillo no existía en el mundo, pero deseaba darle a su ministro una lección de humildad.
Pasó la primavera y luego el verano, y Benaiah aún no tenía idea de dónde podría encontrar el anillo. El día antes de Sucot, decidió dar un paseo por uno de los barrios más pobres de Jerusalén. Pasó junto a un comerciante que había comenzado a exponer las mercancías del día en una alfombra en mal estado. «¿Por casualidad has oído hablar de un anillo especial que hace que el usuario feliz olvide su alegría y el usuario con el corazón roto olvide sus penas?» preguntó Benaiah. Observó al anciano sacar un sencillo anillo de oro de su alfombra y grabar algo en él. Cuando Benaiah leyó las palabras en el anillo, su rostro se iluminó con una gran sonrisa.
Esa noche, toda la ciudad dio la bienvenida a la festividad de Sucot con gran alegría. «Bueno, mi amigo», dijo el Rey Salomón, «¿has encontrado lo que te envié a buscar?» Todos los ministros se rieron y el propio Salomón sonrió. Para sorpresa de todos, Benaiah levantó un pequeño anillo de oro y declaró: «¡Aquí está, su majestad!» Tan pronto como Salomón leyó la inscripción, la sonrisa desapareció de su rostro.
El joyero había escrito tres letras hebreas en la banda de oro: Gimel, Zayin, Yud, que comienzan con las palabras «Gam ze yaavor – Esto también pasará».
Así concluye el relato. “Gam Ze Yaavor – Esto también pasará” estaba escrito en aquel anillo. El rey Salomón quiso enseñarle una lección a su ministro, pero fue él quien terminó aprendiendo que tal anillo si existía. El ser más sabio del mundo, según el Talmud, el mismismo rey Shelomó aún le quedaba una lección por aprender. Que hay un principio, universal, compartido por todos los hombres y mujeres, capaz de ser pronunciado en todas las lenguas que tiene la capacidad de transformar nuestro estado de ánimo. Cuando creemos que estamos en la cima, que tenemos todo, cuando creemos que somos indestructibles la frase “Gam Ze Yaavor” nos hace recordar que la vida es un círculo, que a veces estamos arriba pero que otras veces nos tocará caer. Que todo, todo, es pasajero. Y cuando estamos tristes, cuando nos encontramos desolados, la frase “Gam Ze Yaavor” produce el efecto contrario, nos hace recordar, aunque más no sea por un instante que el dolor y aquella tristeza que inunda nuestros corazones también es pasajera.
En su popularización en la literatura anglosajona Edward Fitzgerald resume el poder de esta frase de la siguiente forma: “Es imposible imaginar un pensamiento más real y universalmente aplicable a los asuntos humanos que el expresado en estas palabras memorables, o más descriptivo de esa oscilación perpetua del bien al mal, y del mal al bien, que desde el principio del mundo ha sido la característica invariable de los anales del ser humano…”. Gam Ze Yaavor. Una verdad universal ya que nos afecta a todos por igual. Todos podemos sentirlo. Todos podemos entenderlo. Y en 1859 Abraham Lincoln, citando esta misma historia, concluye diciendo: “¡Cuánto expresa! ¡Qué castigo en la hora del orgullo! ¡Qué consolador en las profundidades de la aflicción!”
Gam Ze Yaavor. Tres palabras que no las tengo en ningún anillo. Tres palabras que quiero regalarnos a todos esta mañana de Iom Kippur al aproximarnos a Izkor. Tres palabras que deseo que cada uno se las grabe en su corazón. Gam Ze Yaavor. Esto también pasará. Izkor es el momento en el cual cada año recordamos y honramos como comunidad a nuestros seres queridos que fallecieron. Como rabino no solamente me toca recordar mis propias perdidas, que este año fueron especialmente duras por la partida de mi amada Iaia Z”L, sino que me toca de forma periódica acompañar a decenas de familias cuando fallece un ser querido.
Como rabino intento la más de las veces acompañar en el silencio. Acompañar con la presencia. Pero como rabino también me toca hablar. La más de las veces el deudo necesita alguna palabra que lo ayude a transitar aquel momento de intenso dolor. ¿Qué palabra puede ocupar el vacío de la perdida de un ser amado? ¿Qué palabra puede sanar cuando nos encontramos con el corazón quebrado? ¿Qué palabra puede ayudar a todo deudo por igual? No hay una fórmula mágica. No hay una frase perfecta. Y sin embargo mis pocos años de rabinato me han enseñado que estas tres palabras tienen una fuerza maravillosa. Gam Ze Yaavor. La gran pregunta que atraviesan todos los deudos es ¿Cómo podré vivir con esta perdida? ¿Cómo podre sobrellevar tamaño dolor? La angustia del momento, el dolor inmenso, no nos permite tomar dimensión de la vida y de la historia. Del paso del tiempo. Todo es el ahora para el duedo. Y con delicadeza suelo entonces utilizar esta historia y esta expresión “Gam Ze Yaavor”. Quizás en el momento no lo podamos sentir pero debemos saber que podremos también recuperarnos de aquel dolor, debemos saber que aunque el rompecabezas nunca vuelva a estar completo, aunque siempre haya una pieza faltante, vamos a poder continuar con nuestra vida, volver a sonreír, volver a bailar, volver a amar. En los momentos de mayor aflicción debemos recordar que el dolor también es pasajero.
Gam Ze Yaavor. Estas palabras que consuelan al deudo también deben ser una advertencia para la vida. Para los vivos. Deben hacernos tomar conciencia de cada momento. Debemos recordar cuando aún tenemos a ese ser querido que aquellos momentos de alegría también pasarán. ¿Por qué debemos recordar eso? ¿Es acaso una especie de masoquismo? En lo absoluto. Es la invitación a aprovechar al máximo aquel momento, aquella relación. A entender que habrá momentos en el cual esos instantes “también pasarán” y es por eso que debemos valorar, apreciar y aprender a vivir al máximo cuando la vida nos pone en la cima de la montaña rusa. A gozar con quien amamos. A compartir una comida. A pasear. A viajar. A bailar. A sonreír. A jugar.
En unos instantes nos pondremos de pie para comenzar la ceremonia de Izkor. Cada uno de nosotros recordara a aquellos seres queridos que ya no están físicamente con nosotros. Cada uno recordará como seguramente en aquel instante de la muerte se preguntó ¿cómo seguiré? Cada uno recordará como aquel inmenso dolor con el paso del tiempo fue cediendo, como cada uno de nosotros pudo continuar su vida. Pero Izkor también es la posibilidad de tomar conciencia de todos nuestros seres queridos, nuestros familiares y amigos, con los cuales todavía tenemos la posibilidad de compartir la vida.
Gam Ze Yaavor. Quizás no este grabado en un anillo pero debemos grabarlo en nuestros corazones. Recordar que tanto los momentos de dolor como los de alegría son efímeros. Palabras que nos consuelan en nuestra aflicción y nos vuelven humildes en los momentos de mayor alegría. Palabras que le dan un balance a nuestra vida.
Que podamos aprender a gozar de cada uno de los momentos con quienes amamos. Que podamos valorar cada instante tomando consciencia plena que también esos momentos pasarán.
Que podamos sanar nuestros corazones, tomar dimensión de la vida y del paso del tiempo, en los momentos de mayor dolor y aflicción, que nuestras mentes puedan guiar a nuestros corazones sabiendo que incluso de los pozos más profundos saldremos.
Gam Ze Yaavor – Esto también pasará.