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Rosh Hashaná 5779 – Primera Noche

Judaica Norte, Nordelta

Rabino Uriel Romano

¿Qué mantiene unido al pueblo judío? ¿Cuál es el elemento que nos sigue amalgamando como un pueblo con todas nuestras diferencias? ¿Qué hace que personas tan distintas, con creencias y prácticas tan diferentes continúen identificándose como parte del mismo pueblo? Esta es la pregunta que quiero hacerme, y hacerles, esta primera noche de Rosh Hashaná. Nuestro pueblo tiene más de 3700 años de historia. Estamos dispersos por los cinco continentes. Hablamos diversas lenguas. Nos hay reformistas, conservadores, ortodoxos, agnósticos, ateos, reconstruccioncitas, de izquierda, de derecha, sionistas, anti sionistas, místicos, racionalistas… Si en algo podemos estar todos de acuerdo, es que somos diversos. Somos tan diversos que “lógicamente” la unidad del pueblo judío debió haberse roto mucho tiempo atrás. Incluso en siglo primero de la era común, el pueblo judío se encontraba más dividido y enfrentado (política y militarmente) que en nuestros días. Los había fariseos, esenios, saduceos, terapeutas, zelotes… sin embargo, todos se auto identificaban como “el pueblo de Israel”. En nuestros días pasa lo mismo, con todas nuestras abismales diferencias aún conservamos la unidad como pueblo. Unidad no libre de peleas, cruces, entredichos y discusiones aparentemente “irreconciliables”; pero unidad al fin.

La tradición rabínica nos dice que al pie del Monte Sinaí, al recibir la Torá, el pueblo de Israel era como Ish Ejad veLev Ejad, como un solo hombre con un solo corazón. A los rabinos les gustaba imaginar que en aquel momento las divisiones y diferencias del pueblo fueron anuladas y que había armonía y concordancia de cuerpo y espíritu. Hoy la realidad es otra. Somos un pueblo dividido y fraccionado, pero aún somos un pueblo, un único pueblo. La pregunta es: ¿por qué? ¿Qué es lo que nos mantiene unidos a pesar de nuestras diferencias? Hace unas semanas atrás hice esta pregunta por Twitter. Recibí decenas de respuestas. Antes de compartir con ustedes mi respuesta, quisiera compartir varias respuestas que recibí. Para el beneficio de mi prédica, nadie dijo lo que hoy quisiera compartir con ustedes. Sin embargo, ante mi pregunta estas fueron algunas de las respuestas:

La Torá / La comida / El amor / El sentido de pertenencia (por lo pocos que somos a nivel númerico) / La conciencia de pertenecer a un colectivo / En el peor de los casos, nostalgia y un sentimiento difuso de solidaridad. En el mejor, un pasado, un presente y un futuro en común / Dios / La Halajá (Ley judía) / El Estudio como valor.  /El concepto de que debe existir un colectivo es lo que nos mantiene unidos / El antisemitismo /Una historia en común / El Estado de Israel./ La Neshamá (el alma) / El hebreo.

Todas las respuestas tienen su valor y su cuota de verdad, pero mi intuición me dice que todas en algún punto fallan. Estos elementos, por cierto importantes todos para unir las diversas expresiones de los judíos en algo que llamamos “pueblo judío”, no responden, a mi criterio, satisfactoriamente a la pregunta fundamental de cuál es aquel elemento por el cual seguimos siendo un único pueblo. Algunos dicen: la Torá, pero hay judíos que en su vida estudiaron un capítulo de la Biblia hebrea. Otros dicen: la comida, pero hay algunos que no soportan el Guefiltefish y otros que no pueden vivir sin arenques. Otros dicen: Dios, pero hay judíos ateos y agnósticos e incluso entre los creyentes hay diversas concepciones de Dios. Otros hablan de la Halajá, pero la inmensa mayoría del pueblo judío no se conduce en su vida diaria de acuerdo a las leyes bíblicas o rabínicas. Otros nos dicen: la historia, pero hace más de 2500 años con las primeras diásporas cada comunidad judía forjó su propia historia. El antisemitismo, decía Sartre, es aquel que designa al judío, pero entonces ¿sin antisemitismo el pueblo judío deja de existir como tal? Algunos hablan del Estado de Israel, pero hay cientos de miles de judíos que no se identifican con aquel Estado que muchos de nosotros amamos.

Entonces si no es la historia, la halajá, la Torá, el hebreo, la Tierra de Israel, el antisemitismo; ¿cuál es aquel elemento que nos sigue uniendo como un solo pueblo a pesar de todas nuestras diferencias? Mi respuesta: el calendario. Seguimos siendo un único pueblo a pesar de todas nuestras diferencias y conflictos porque seguimos compartiendo un “tiempo en común”. Al compartir un mismo calendario, seguimos siendo un único pueblo. Podemos tener tantos colores, matices, organizaciones, movimientos e ideologías como queramos, pero podremos seguir siendo un único pueblo siempre y cuando mantengamos un calendario en común. Son los tiempos de las celebraciones y las fechas compartidas las que nos permiten mantener la unidad en la diversidad.

Son los tiempos compartidos los que nos mantienen unidos. Nuestros maestros hace dos mil años lo sabían. En momentos de grandes tensiones al interior del pueblo de Israel, los rabinos sabían que si querían mantener unido al pueblo, o por lo menos a sus seguidores, debían mantener un calendario único y evitar diferencias. En una famosa historia (TB, Rosh Hashaná 25a) Rabban Gamliel y Rabí Ioshua disentían sobre qué día caía exactamente Yom Kipur aquel año. Cada uno siguió sus cálculos y según Rabban Gamliel Yom Kipur ocurría un  día, y según Rabí Ioshua, Yom Kippur era al día siguiente. Rabban Gamliel sabía que si los judíos celebraban Yom Kippur en dos días diferentes, la división del pueblo sería inminente. Es por eso que le impone a Rabí Ioshua una gran sanción obligándole a él a profanar el día que “él calculaba que era Yom Kippur” para mostrar públicamente que el verdadero Yom Kippur era el día anterior, evitando así que el Día del Perdón lo celebraran aquel año en dos días diferentes, algunos siguiendo a Rabban Gamliel y otros a Rabí Ioshua. Rabban Gamliel ganó aquella pulseada y todo el pueblo de Israel aquel año celebró Yom Kippur el mismo día. Lo interesante de este relato es que Rabban Gamliel reconoce al final que el cálculo de Rabí Ioshua era el correcto pero lo importante no era la “veracidad científica o astronómica” sino la unidad del pueblo. Lo importante era que todo el pueblo celebre Yom Kippur el mismo día.

Tan importante es el calendario y el tiempo común que las fracciones del pueblo judío de hace unos 2000 años tenían como uno de los elementos principales la disputa por el calendario. Los saduceos y el autor del libro de los Jubileos, por nombrar un ejemplo, sostenían que el calendario debía ser solar, pero los rabinos sostenían que el calendario debía ser luni-solar. Algunas de los primeros conflictos y diferencias con los primeros judeo-cristianos también eran por el calendario y por sus celebraciones (piensen que una de las primeras medidas que toman los concilios cristianos para diferenciarse de los judíos es pasar el día del descanso del Shabbat al domingo).

En la época de los Gueonim (siglos VII a X) eran conocidas las disputas entre las academias rabínicas de la tierra de Israel y de Babilonia sobre cuál era el calendario correcto, sobre qué día exactamente debía comenzar el mes o el año. La disputa del año 922/923 es la más recordada, pero como ella hubo muchas otras. Las escuelas no querían dar el brazo a torcer porque sabían que quien definiese el calendario tendría el poder, pero también porque sabían que si cada comunidad se regía por otro calendario, tarde o temprano el pueblo se dividiría. Como Rabban Gamliel ganó la pulseada unos 900 años atrás en el siglo X y XI d.e.c, la pulseada la ganaron las academias rabínicas en Babilonia haciendo universal su calendario en todo el pueblo judío.

En mi humilde opinión, lo que aún nos mantiene como un pueblo unido, como un colectivo único, a pesar de todas nuestras diferencias, es compartir este tiempo en común, este común calendario. Si, Dios no lo permita, alguna de las corrientes de nuestro pueblo modifica el calendario, aquella facción tarde o temprano adoptará un nuevo nombre y se quebrará finalmente la unidad. Ya ocurrió con nuestro pueblo en la Antigüedad, y sobrados son los casos en otras culturas/religiones donde una diferencia de calendario desembocó en la ruptura de una previa unidad religiosa-cultural-nacional.

¿Por qué es tan importante el “tiempo en común” para mantener la “común unidad”? Porque nos permite un sentido de unidad en la diversidad. Sociológicamente, las festividades más concurridas y celebradas por el pueblo judío son las cenas de Rosh Hashaná y Pesaj. Tomemos el ejemplo este último. Durante aquella semana, en algunas casas solo se comerán productos kasher supervisados especialmente para la ocasión; en otras casas, habrá harinas ledudadas conjuntamente con la Matzá. En algunas casas se leerá la Hagadá de principio a fin; en otras se cantarán solo algunas canciones, y en otras aún la Hagadá estará ausente. En algunas se comerán comidas sefaradíes, en otras ashkenazies. En algunas casas se hablará del Éxodo de Egipto como paradigma para romper los lazos con los gobiernos opresivos. En otras se tomará el valor de la libertad humana como principal enseñanza de la festividad. En cada hogar se celebrará Pesaj, cada uno a su manera pero todos, todos el mismo día. El judío, incluso el que se encuentra más alejado de la vida comunitaria, sinagogal o de observancia, si se reúne para Pesaj con su familia, lo hará “el día indicado”. El compartir este tiempo en común nos permite seguir manteniendo la unidad con todas nuestras diferencias.

Hoy comienza un nuevo ciclo en nuestro calendario. Hoy quiero invitarlos a vivir todas nuestras celebraciones en comunidad y en diversidad. Cada uno de los aquí presentes tiene diversas costumbres, grados de observancia, ideologías… no necesitamos reconciliar aquellas diferencias; necesitamos aprender entre nosotros a celebrar en comunidad nuestros tiempos en común celebrando también nuestras diferencias. Este es un año especial para Judaica Norte. El primer año que celebraremos de principio a fin todas las celebraciones del calendario judío en nuestra casa compartida: Shabbat tras Shabbat, Rosh Hashaná, Yom Kipur, Sucot, Simjat Torá, Janucá, Tu Bishvat, Purim, Pesaj, Iom Hashoa, Iom Haatzmaut, Shavuot, Tisha beAv, TuBeav… Gracias a Dios son muchas las oportunidades en el año para unirnos en diversidad, para convocarnos a celebrar aquí cada una de las festividades y de los tiempos consagrados valorando la diversidad pero celebrando la unidad. Cada uno de estos tiempos es una excusa de nuestra tradición para conectarnos con diversos aspectos de nuestro ser, de nuestra historia y de nuestra identidad. Cada uno de nosotros tomará seguramente un valor diferente de cada una de estas festividades. Cada uno de nosotros seguramente observará estas celebraciones de una forma diferente. Lo importante es transitar juntos, aun con nuestras diferencias, cada uno de estos hitos que nos marca nuestro calendario.

¿Qué mantiene unido al pueblo judío? Yo les compartí esta noche mi respuesta: el tiempo, un calendario en común. ¿Cuál es la suya?

Shaná Tová!

 

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