Skip to main content

El 21 de Tevet es el día del idioma hebreo según lo decretó el Estado de Israel. Yo recién hoy, 21 de Tevet del 5778 (8 de Enero del 2018) me entero de la existencia de esta conmemoración. Se eligió esta fecha porque este fue el día del nacimiento de Eliezer Ben Yehuda, el padre del hebreo moderno. El hebreo me apasiona, me emociona, me sensibiliza y me conecta. Quisiera aprovechar este día para compartir con ustedes un poco de la historia de este maravilloso idioma.

El hebreo era el idioma de nuestros antepasados en tiempos bíblicos. El mismo tiene por lo menos 3000 años de historia. Los reyes de Israel y los profetas hablaban hebreo. El hebreo era el idioma del pueblo y es el idioma de la Biblia. Sin embargo de a poco el hebreo comenzó a ser recluido a un idioma sagrado y de estudio y los judíos tanto en la tierra de Israel como en la diáspora comenzaron a utilizar otros idiomas vernáculos (arameo, griego, etc.). Para la época de Jesús el arameo era el idioma del pueblo. En los tiempos de la Mishná y el Talmud (s. II a VI d.e.c) el hebreo quedó confinado a los estudios bíblicos y rabínicos, a las citas de la Biblia y a los escritos de la época de la Mishná pero los rabinos ya discutían y hablaban en arameo.

Durante toda la edad media los judíos adoptaban los idiomas de su dispersión o creaban nuevos idiomas con caracteres hebreos y con léxico hebreo (judeo-árabe o Idish por nombrar algunos) para dialogar. El hebreo durante todo este periodo quedó nuevamente recluido al rezo, al estudio de los textos sagrados, al intercambio epistolar y a la escritura de obras filosóficas. Un judío promedio en la edad media podía rezar de un Sidur escrito en hebreo y comprender algunos pasajes de la Biblia hebrea pero no podía formar una sola oración en hebreo.

La gran revolución y renovación del hebreo ocurrió en el siglo XIX. Los intelectuales iluministas judíos en Europa y posteriormente un sector del sionismo comenzaron a escribir novelas y periódicos en hebreo y comenzó un periodo inédito en la historia de las lenguas: un idioma “no hablado” por casi 2000 años comenzó a resurgir como idioma popular entre el pueblo judío, especialmente en la tierra de Israel. En pocos años (¡menos de medio siglo!) con gigantes como Eliezer Ben Yehuda y Jaim Najman Bialik, miles de nuevas palabras se crearían, y el nuevo asentamiento judío en Israel (y todos sus futuros inmigrantes) estarían hablando hebreo para comprar tomates, discutir de política y tomarse el autobús. El pueblo judío volvió a la tierra de Israel y a su vez el hebreo volvió al pueblo judío.

Algunos se oponían al hebreo, Herzl por ejemplo soñaba que en el futuro estado judío se hablase alemán, otros decían que el idioma debía ser el Idish. Jaim Najman Bialik dijo una vez que un pueblo no puede vivir entre dos idiomas y si había que elegir entre el hebreo y el Idish el hebreo debía ganar la pulseada. En los años 20 y 30 en Israel algunos fervientes hebraístas pegaban stickers en la vía pública que decían “Iehudí Daver Ivrit” (Judío, habla hebreo!) o “Safa Ajat, Nefesh Ajat” (una sola lengua, una sola alma). En toda la diáspora judía, y Argentina durante años fue su joya, las escuelas judías comenzaron a enseñar hebreo para facilitar luego la Alia. En menos de 100 años el hebreo revivió como el idioma popular, como el idioma del pueblo y de la calle. Nunca en la historia universal se dio un fenómeno semejante. Está es una de las grandes hazañas del sionismo.

En la tierra de Israel el hebreo es una realidad. Más de 6 millones de judíos tienen al hebreo como su lengua materna (¡cuando hasta hace un poco más de 100 años no había una persona en el mundo!) y cientos de miles de árabes como su segunda lengua. El siglo XXI debe ser el siglo que los judíos diasporicos recuperemos también el hebreo como segunda lengua y como uno de los principales elementos identitarios judíos. Como cantábamos en Majane “Ivrí, Daver Ivrit” (¡Judío, habla hebreo!). El saber hebreo nos permite reconectarnos con nuestras fuentes, con nuestro pasado, con nuestra literatura y con Israel. Nos permite entender lo que rezamos y leer la Biblia en su idioma original. En la diáspora el hebreo puede funcionar como una primera barrera frente a la asimilación (fíjense sino todas las minorías que los rodean, aquellas que preservan su idioma preservan más su identidad cultural y su endogamia). Los temas religiosos nos dividen, la política del Estado de Israel nos divide, el hebreo puede unirnos. El hebreo puede (y debe) ser nuestra lengua en común.

¡Jag HaIvrit Sameaj! ¡Feliz día del hebreo!

Rab. Uriel Romano

Leave a Reply