Cada mañana, este Shabbat y el séptimo día de Pesaj cantamos: “Adonai Ish Miljamá, Adonai Shemó – Adonai es varón de guerra; Adonai es su nombre.” (Ex. 15:3). Al cruzar el mar de los juncos, ya libres del yugo egipcio, el pueblo de Israel entona un cantico victorioso en el cual enaltece a Dios como un libertador y como un “hombre de guerra”. Según el Midrash Dios es incorpóreo pero se presenta en diversas situaciones con diversas apariencias. En el Mar de los Juncos se apareció como un guerrero, mientras que en el Monte Sinaí se apareció como un anciano-sabio. A lo largo de la historia muchos comentadores e intérpretes judíos han tomado las palabras de la Torá literalmente y han ensalzado aún más está imagen de Dios como un “señor de la Guerra” (ver por ejemplo: Targum Pseudo-Yonatan, Targum Ierushalmi, etc.).
¿Realmente Dios es un “hombre de guerra”? ¿Realmente cantamos cada día loas a un Dios bélico y vengativo? Y especialmente en nuestros días donde las guerras religiosas o en nombre de Dios se multiplican en los cuatro confines en la tierra ¿una lectura literal del versículo no alienta a aquellos hombres y mujeres que matan en nombre de Dios? Al parecer no somos la primera generación que encuentra perturbadora está frase; ya varios comentaristas judíos han encontrado “problemática” esta noción con serias implicancias teológicas y éticas.
Sforno (S. XVI, Italia), por ejemplo, nos dice que “aunque a veces Dios se presenta como un hombre de guerra, aquel que aniquila a los malvados con el atributo de la justicia, Él es principalmente Adonai, el Dios de la misericordia…”. Según la tradición rabínica los dos nombres “clásicos” bíblicos de Dios “Elohim” y “Adonai” representan dos cualidades básicas de la divinidad. Elohim representa el atributo de justicia mientras que Adonai representa el atributo de la misericordia. Nuestro exegeta italiano nos dice que aunque a veces Dios debe recurrir al atributo de justicia, en este caso para liberar a un pueblo esclavo a través del uso de la fuerza, su principal nombre y atributo es Adonai. Su esencia no es la guerra sino el amor y la misericordia.
El Or HaJaim (S. XVIII, Marruecos) redobla la idea de su antecesor italiano y dice “también con su atributo de bondad hace la guerra”. Este renombrado cabalista nos dice que Dios no cambia su esencia incluso cuando va a la guerra ya que Él encara la batalla con sus atributos de amor y de misericordia. Siguiendo los pasos de otros comentaristas medievales (ver Rabeinu Bajaye ad. loc.) enseña que Dios no va a la guerra con armas sino que lo hace con Su nombre.[1] A veces la mejor forma de ganar una guerra es con amor.
Quien se lleva sin embargo en esta ocasión el premio a la interpretación más revolucionaria de este versículo es sin duda el sabio español Don Isaac Abravanel (S. XV). En su magnifico comentario a la Torá lleno de preguntas que cuestionan al lector nos dice que este versículo debe ser leído como una pregunta y una respuesta: “Adonai Ish Miljama? Adonai Shemó – ¿Es acaso Adonai un señor de la guerra? Claro que no, Adonai es su nombre”. El texto es eterno pero la puntuación y la vocalización (ausentes en el texto bíblico) le permiten a nuestro poeta medieval “jugar” con el texto para ajustarlo a sus parámetros morales y teológicos. La Torá se pregunta si Adonai es un Dios guerrero y la misma se contesta que no, que es imposible ya que su nombre es Adonai cuya esencia es el amor y la bondad.
La Torá aparentmene (y podemos afirmar en su contexto historico y literal del texto) nos dice que Dios es un “hombre de guerra” sin embargo algunos de nuestros maestros concientemente se apartan de la literalidad sin alterar el texto bíblico. ¿Por qué lo hacen? Por amor a la Torá y a Dios. Nuestos sabios ante diversos pasajes problematicos del texto bíblico no se quedan inmutables sino que discuten y transforman el texto. Este es tan solo uno de los ejemplos.
Para concluir me gustaría invitarlos a pensar otra variante textual de nuestro versículo. En la raiz de la palabra hebrea Miljamá (guerra) se encuentra la palabra Lejem (pan/sustento). Y utilizando otro versículo que cantamos cada Shabbat “El que da alimento (lejem) a todo ser viviente” (Salmos 136:25) podemos reinterpretar nuestro versículo de Shemot para afirmar que “Adonai es quien otorga alimentos”. En vez de entonar loas al Dios de la Miljamá podemos rezarle al Dios del Lejem, a aquel que sustenta al mundo. La forma en la cual percibimos a Dios también transforma nuestra forma de ver al prójimo y de comprender el lugar que ocupa la religión en nuestras vidas. Si le rezamos a un Dios bélico seguramente nuestro lado violento también aflorará; si por el contrario le rezamos al Dios que da sustento nuestro lado caritativo se reforzará. En vez de evocar el lado belicioso de Dios podemos rogarle para que alimente los estomagos, los corazones y las mentes de cada ser humano para así evitar que el hambre nos conduzca a una nueva guerra. Ken Iehi Razton.
¡Shabbat Shalom!