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El primero que bendijo a los hijos fue un abuelo. Así son las extrañas paradojas de la historia judía. Yaakov se encontraba enfermo y sabía que pronto moriría pero antes decide bendecir a toda su descendencia, antes de bendecir a sus doce hijos varones decide bendecir a los dos hijos de Yosef: Efraim y Menashé. Y esta fue su bendición para los jóvenes: “Por ti bendecirá Israel, diciendo: Que Dios te haga como Efraín y Manasés.” (Gen. 48:20).

Cada viernes por la noche, y en la víspera de Iom Kippur, los padres reposan las manos sobre sus hijos regalándoles estas palabras conjuntamente con la bendición sacerdotal (ver. Números 6:22-25). Si reconocemos a la Biblia como un libro histórico (o con cierto asidero histórico) este relato sucedió hace unos 3600 años. La segunda paradoja de toda esta historia es que la “bendición para los hijos” (Birkat HaBanim) solo se institucionalizó y popularizó en el judaísmo, de la forma en la cual hoy la conocemos, a partir de la segunda mitad del siglo XVII. Hace menos de 400 años. En la historia judía esta es una “tradición” moderna.

Según los académicos la primera referencia a esta tradición de bendecir a los hijos colocando las manos sobre sus cabezas durante Shabbat se encuentra en el libro Maavar Iavok de Rabí Aharón Berajia Modena (Mantua, 1626). Sus orígenes son místicos y se basan en las cualidades particulares y especiales del día de Shabbat (un día en el que el Satán no molesta). Desde allí en pocos decenios esta costumbre comenzó a ser citada en decenas de Sidurim desde el Yemen hasta Alemania. También comenzamos a ver que no son solo los padres los que bendicen a sus hijos sino que también los sabios bendecían a toda su congregación y a cada feligrés de forma particular con estas palabras. Lo interesante es que desde el siglo XVIII también se encuentran Sidurim en donde también vemos una bendición similar para las mujeres: “Que Dios te haga como Sará, Rivká, Rajel y Lea”. Esta expresión es tomada de Rut (4:11):Adonai haga a la mujer que entra en tu casa como a Rajel y a Lea, las cuales edificaron la casa de Israel”.

Si bien la costumbre como la conocemos tiene unos 400 años nada más (y nada menos) la costumbre de bendecir utilizando la frase de Yaakov “Iesimja Elohim KeEfraim vejiMenashe” tiene miles de años. La traducción Pseudo-LeYonatan nos cita una costumbre de que en el día de la circuncisión la comunidad de Israel debe bendecir al niño diciendo estas mismas palabras. Tanto Rashí, Rashmbam y el Radak nos dicen que los padres, de querer bendecir a sus hijos, deben hacerlo utilizando esta misma frase. El Shadal nos dice también que no solo se debe utilizar esta expresión para bendecir a los hijos sino también a un amigo/compañero.

Hace miles de años que los judíos nos bendecimos mutuamente rogándole a Dios que nos haga “como Efraim y Menashé”. ¿Qué tienen de especial los dos hijos de Yosef para ser el ejemplo a seguir y estar presentes en cada bendición? El Netziv (Lituania, XIX) es el primero de los comentaristas modernos que trata de resolver esta pregunta (los comentaristas clásicos no analizan este asunto ya que no existía este ritual en sus días)  y nos dice que si bien Yaakov tenía muchos nietos ninguno era tan especial como Efraim y Menashé. Efraim era, según el Netziv, un sabio en Torá y muy apegado a Dios. Menashé era un hombre de mundo pero que se ocupaba siempre de las necesidades del pueblo de Israel. Quizás la bendición sea imitar las cualidades éticas y morales de estos dos personajes poco estudiados y -más allá de la bendición esta en particular- poco recordados de nuestra tradición.

Algunos otros maestros contemporáneos sugieren que la bendición cita a estos dos hermanos ya que son los primeros hermanos en todo el Génesis sobre los cuales no escuchamos pelea alguna (e incluso luego de que Yaakov invierte la primogenitura y la bendición entre ellos no hay registros de pelea alguna entre los hermanos). Quizás la bendición sea el deseo de todo padre de que sus hijos se comporten como verdaderos hermanos y que respondan positivamente a la pregunta retórica que Caín le hace a Dios: ¿Acaso soy el guardian de mi hermano?

Otros sugieren incluso que en la bendición citamos a Efraim y a Menashé porque fueron los primeros dos judíos en nacer en un entorno gentil. Todo el pueblo de Israel vivía en Canaan excepto la familia de Iosef. Efraim y Menashé podrían haber relegado su judeidad pero aún en un ambiente gentil mantuvieron su identidad. El Midrash incluso nos dice que se vestían como egipcios pero en su interior mantenían su fe en Dios y vivían su vida como judíos plenos. Quizás esta sea la bendición más importante que podemos compartir con nuestros hijos. Para aquellos judíos que decidimos vivir en la diáspora como minoría debemos inspirar y rezar porque nuestros hijos sean como Efraim y Menashé. De seguro se vestirán como el resto de los jóvenes de su generación, escucharán la misma música, mirarán las mismas películas, hablarán la misma lengua (y así debe ser!); sin embargo en su interior, y en su día a día, estarán orgullosos de ser parte del pueblo de Israel. La fe y las prácticas cotidianas, el amor y la pasión, son los que permitirán al pueblo de Israel seguir bendiciendo cada Shabbat a sus hijos por los próximos 3600 años.

“Iesimjá Elohim KeEfraim veJi Menashé – Isimej Elohim KeSará, Rivká, Rajel VeLeah”

¡Shabbat Shalom!

6 Comments

  • David dice:

    Querido Uriel

    Una vez más Muchas gracias por tus palabras de Torá y las citas que disfrutamos. Esta Parasha nos recibe con su brajá con el nacimiento de nuestro primer nieto Shaked ben Oren ve Iael en Sde Boker. Estamos felices y nos encantó que la braja vi o del abuelo.
    Cariños a ti y a Lei la.
    Brajot y más brajot
    Helen y David Raij

  • JORGE GABRIEL FOJGIEL dice:

    Bellisima explicación y reflexión Uri !!

    Shabat Shalom , Brajot para Vos , Lei y que todo sea para bien.

    Abrazo grande

  • varda fiszbein brandenburg dice:

    h

  • Me encantó el artículo. Lo imprimí y lo leí en la mesa de Shabat. Lo debatimos y uno de los puntos más discutidos fue un comentario que dejaste casi al pasar al final del artículo: vivir como minoría en la diáspora implica vestirse como el resto, escuchar la misma música, mirar las mismas películas, hablar la misma lengua, y eso «así debe ser». Pongamos en duda las premisas: ¿por qué es «bueno»? ¿Es inevitable? ¿Solo pasa en los países con mayoría gentil, pero no en Israel? ¿No pasaba en la misma Israel bíblica? ¿No hay grupos de judíos que SÍ viven encerrados en su mundo (pagan un precio por eso, nadie lo discute)? Por otro lado, ¿alcanza con «inspirar y rezar»? ¿Por qué estar «orgulloso» de ser parte del pueblo de Israel, y no -digamos- del pueblo argentino, chileno o japonés? ¿Cuál sería la diferencia? Estas fueron las preguntas que surgieron en la mesa de Shabat, no tengo todas las respuestas pero me gustaría saber qué pensás.

  • urielromano dice:

    Todo un honor, muchas gracias! Desde mi opinión sí es positivo para el judaísmo, y para los judíos, el contacto con el mundo exterior, el aprendizaje de las culturas con las que nos encontramos y el «sincretismo». Desde hace miles de años ese ha sido nuestro camino desde el lenguaje, las ropas, la filosofía, la lingüística, la arquitectura, etc. Creo también que la categoría de lo «judío» siempre ha fascinado (para bien y para mal) al mundo porque no encaja directamente en todas las otras categorías. Siempre hubo judíos profundamente orgullosos de su judaísmo como así también de su nación alemana, francesa, siria, etc. Uno puede estar orgulloso de muchas identidades a la vez. Creo que es necesario leer a los grandes autores universales y contemporáneos y vivir el mundo y la sociedad que elegimos vivir (la respuesta creo no son los guetos literales o simbólicos) siempre y cuando no interfieran con nuestras tradiciones, leyes, valores, etc. La ropa no hace al judío, sí la Tzniut. El estilo de comida no hace al judío, sí la kashrut. Y así podríamos seguir. Un abrazo!

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