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Uno de los cuatro mandamientos de la festividad de Purim es leer la Meguilá (libro de Ester) tanto por la noche como por la mañana. A diferencia de la lectura de la Torá la cual es una obligación de la comunidad y no del individuo, la lectura de la Meguilá es una obligación de cada judío de forma individual. Uno debe escuchar (o leer) la Meguilá palabra por palabra, en orden y sin distraerse. Puede leerse en hebreo o en cualquier idioma que uno comprenda. (ver Mishné Torá, Hiljot Meguilá veJanucá 1:1-3 y ss.)

La pregunta es ¿Por qué? ¿Por qué nuestros sabios fueron tan insistentes en obligarnos a prestar tanta atención a la Meguilá y a su lectura? Hace unos días, preparando una clase para padres jóvenes de la Kehilá aquí en Nueva York, se me ocurrió una respuesta posible a esta pregunta que hoy quisiera compartir con ustedes. Tiene que ver con los milagros; y especialmente el milagro de Purim.

Durante los 10 capítulos del libro de Ester no se menciona ningun milagro. Los términos bíblicos y pos-bíblicos para referirse a los milagros en hebreo, Mofet y Nes respectivamente, no aparecen. Es más, incluso el nombre de Dios no aparece en ningún lugar. Sin embargo nuestros maestros de bendita memoria insisten una y otra vez que Purim, al igual que Janucá, es una festividad en la cual celebramos los milagros. En la liturgia esto es testimoniado en el hecho que agregamos “Al HaNisim” (Por los milagros) durante Purim en nuestras bendiciones después de la comida y en la Amidá. Ahora bien ¿Cuál es el milagro de Purim? ¿Cuál es el milagro que se encuentra entre los versículos de la Meguilá? La respuesta no es sencilla.

La asociación entre Purim y los milagros data de los tiempos del Segundo Templo de Jerusalén. Aunque ningún milagro sea mencionado explícitamente en la Meguilá nuestros antepasados, pocos después luego de la escritura de esta historia, comprendieron que Purim se trata de celebrar los milagros. Por ejemplo en Meguilat Taanit (33), una recopilación de fechas en las cuales ciertos milagros le ocurrieron al pueblo judío, se mencionan a los días de Purim como uno de esos días. Tiempo después ya en la Guemará (Meguilá 14a) se hace aún más explícito que en Purim celebramos un milagro especial que ocurrió fuera de los límites de la tierra de Israel. Rashí, algunos cientos de años después, explica la famosa expresión de la Mishná en la cual se nos dice que cuando comenzamos el mes de Adar debemos aumentar nuestra alegría diciendo “Porqué estos fueron días de milagros para los judíos” (Rashi a Taanit 29a). Como vemos la asociación de Purim con los milagros fue incrementando con el correr de los años en el imaginario colectivo de nuestra tradición.

La referencia más clara al “milagro de Purim” – sin nunca revelar cual fue el milagro – se encuentra en el Talmud Babilonico (Iomá 29a) en la cual se nos dice que “Ester es la conclusión de todos los milagros”. No sólo que en los tiempos de Ester ocurrieron ciertos milagros sino que estos fueron los últimos que realizó Dios para el pueblo judío. Según Rabí Así Purim es la conclusión de los milagros; es decir desde el siglo V a.e.c en adelante ya Dios no obrará milagros para el pueblo judío como lo hizo durante los cientos de años anteriores. De la misma mano en otro famoso Midrash (Talmud, Shabbat 88a) se nos cuenta que fue en los tiempos de Purim donde el pueblo judío acepto la Torá y sus mandamientos por libre elección luego de haberla recibido contra su voluntad al pie del monte Sinaí hacía más de 700 años. Rashí interpretando esta historia dice que los judíos decidieron aceptar ahora gustosamente la Torá por “amor a los milagros que fueron hechos para ellos”.

Es un lugar común, como vemos, afirmar que nuestros sabios entendían la historia de Purim y su narración en el libro de Ester como una historia repleta de milagros sin embargo las fuentes no suelen mencionar explicitamente cual fue el milagro. Tanto en la compliación tardía de Ester Rabá como en el Talmud (Meguilá 11a-12b) podemos observar sin embargo como los rabinos interpretaban cada uno de los hechos que se sucedían a lo largo de la historia como pequeñas y disimuladas intervenciones divinas con el fin deseado de salvar al pueblo judío de las garras de Aman. En la plegaria Al Hanisim (por los milagros) de la que hablabamos anteriormente se especifica que el milagro fue que en el mismo día que Amán quiso exterminar al pueblo judío fue él y sus hijos quienes terminaron siendo ejecutados.

Adin Steinsaltz en su introducción a la traducción del tratado de Meguilá dice que el milagro de Purim es “diferente a todos los otros milagros descriptos en la Biblia”. Todos los demás milagros bíblicos subvierten las leyes de la naturaleza y la mano de Dios puede ser observada a leguas de distancia. Pensemos por un instante en el Maná que caía del cielo en los tiempos de Moshé, en la apertura del mar de los juncos durante la salida de Egipto o cuando Dios paró el sol para permitirle a Ioshuá ganar una de sus batallas. Al parecer nuestros sabios, sin nunca mencionar explicitamente cual fue el gran milagro de Purim, afirman que por el contrario toda la historia de Purim es una serie de milagros cotidianos (como decimos cada día durante la Amidá) en los cuales las leyes de la naturaleza siguen su curso natural y en donde Dios guía silenciosamente, sin nunca revelar su presencia, las acciones de diversos personajes de la historia.

Y desde está perspectiva comprendemos, creo yo, un poco más la importancia que nuestros maestros le asignan a la lectura de la Meguilá. Dicha lectura constituye la “publicidad del milagro” (Pirsumei deNisa) de la festividad de Purim. Tal como las luminarias durante Janucá son el mecanismo para publicitar el milagro del aceite la lectura de la Meguilá es el mecanismo durante Purim para publicitar aquellos milagros ocultos que deben ser revelados durante la lectura. Es obligación de cada judío y judía escuchar la Meguilá ya que es nuestra tarea revelar año tras año los milagros ocultos que se encuentran en cada pasaje de la historia de Ester. Y este es quizás el mensaje central de Purim, el desafío personal de revelar los milagros en nuestra propia vida. Nuestra vida es una gran Meguilá y el desafío al cual somos invitados en esta festividad es descubrir cuales son esos pequeños milagros que nos suceden a diario. Descubrir la mano oculta de Dios en nuestras vidas. Tal como lo hicieron nuestros sabios con el libro de Ester así también debemos hacer nosotros con nuestras propias vidas, descubrir los milagros ocultos. Ese es el desafío.

Para dicho fin hay que emular los pasos de la Halajá en relación a la lectura de la Meguilá pero con la lectura de nuestras propias vidas: debemos prestar atención a nuestras vidas, evaluar nuestras acciones y lo que nos sucede diariamente en orden sin saltearnos ningún detalle, debemos narrar nuestra historia de día y de noche noche para recordar mejor aquello que nos sucede y por último, tal como hacemos con la Meguilá, debemos compartir nuestros milagros cotidianos con otros publicitando así el milagro de la vida.

¡Purim Sameaj!

 

 

 

 

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