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El nombre Tzvia Walden no les debe sonar a muchos de ustedes. Sin embargo si les digo que era la hija de Shimon Peres quizás su figura cobre un poco más de relevancia. Tzvia fue la encargada de pronunciar el Kadish en el funeral de su padre y sorprendió al mundo (judío) cuando pronunció el Kadish como lo suelen hacer en su comunidad reformista en Tel Aviv.[1] A la frase final del Kadish que tradicionalmente dice: “Quien hace la paz en los Cielos haga la paz entre nosotros y a todo Israel” le agregó al final “y a toda la humanidad”. Este “agregado” al Kadish representa el espíritu de muchos judíos liberales en la modernidad. El deseo de paz no solo para nosotros y nuestro pueblo sino para toda la humanidad.

“Ose Shalom Bimromav Hu Iaase Shalom Aleinu, Veal Kol Israel, Veal Kol Ioshvei Tevel”. Así concluye el Kadish, quizás la pieza litúrgica más conocida del judaísmo, como así también la plegaria silenciosa e individual que pronunciamos al concluir la Amidá tres veces al día. Sin embargo no son las únicas dos plegarias que concluyen con un deseo de paz. Ya nuestros maestros nos enseñaron que el Shemá Israel también concluye con un pedido de paz como así también la bendición sacerdotal concluye con un pedido por la paz. Es más, dicen nuestros sabios, “todas las bendiciones concluyen con un ruego por la paz”.[2]

Ahora bien ¿De dónde surge esta plegaria? ¿Por qué decimos que quien hace la paz en las alturas debe hacer la paz aquí en la tierra? El origen de esta oración se encuentra en la Biblia. Bildad, uno de los amigos de Yob, le dice: “El señorío y el temor están con él, que hace la paz en las alturas (Ose Shalom Bimromav)” (Yob 25:1). De esta enigmática frase se desprende esta conocida plegaria canonizada en el Kadish hace unos 1800 años. Los exegetas medievales tratan de explicar esta frase y para eso utilizan la lógica por un lado pero también la literatura rabínica clásica que desde los tiempos de la Mishná intenta dar sentido a esta expresión.

Rashí (Siglo XI, Francia) nos da dos interpretaciones posibles. Por un lado nos dice que la paz en el firmamento se logra porque cada una de las estrellas al subir cree que es la primera en hacerlo y por eso no tiene celos de las demás. En este sentido Rashí imagina que la guerra y la enemistad se producen en la tierra por nuestros celos y nuestra envidia. Una buena lectura de la realidad creo yo. Por otro lado basándose en una antigua exégesis de la palabra Shamaim (cielo en hebreo) el cual según dicen es la conjunción de dos palabras Esh (fuego) y Maim (agua), Rashí sugiere que allí reside la particularidad de Dios, en la posibilidad de mantener la paz incluso cuando de dos elementos opuestos se trata.[3] Dios mantiene la paz en el cielo, dice Rashí, impidiendo que “el agua apague el fuego”. Quizas la forma de llegar a la paz en la tierra sea aprendiendo a que los opuestos también puedan convivir.

Ibn Ezra (Siglo XII, España), de la escuela de la exégesis racionalista, nos dice que en los cielos no hay guerra porque no hay “ni bien ni mal”. Aquellas categorías son categorías humanas que solo ocurren en la tierra luego de la transgresión de la primera pareja humana. Sin embargo, precisa Ibn Ezra, toda está cuestión “necesita una mayor interpretación”.

En la literatura rabínica clásica (entre los siglos I y VI d.e.c) también se intentó dar respuesta a través de ciertas alegorías o de fenómenos celestiales a de qué forma es que Dios mantiene la paz en los cielos. El Talmud Jerosolimitano nos dice que Dios mantiene la paz en las alturas ya que “desde el comienzo de los tiempos el sol nunca le vió la imperfección a la luna”.[4][5] O también como sostiene rabí Shimon: “Por cuanto el firmamento está hecho de agua y las estrellas de fuego y ambas habitan juntamente pero no se dañan mutuamente”.[6]

Otras fuentes interpretan este versículo como que en las alturas también se necesita la paz y la misma no está dada por sentada. Estas fuentes sostienen que las alturas no hacen referencia a los astros sino a los ángeles y las criaturas celestiales.[7] Estos también necesitan la paz. Y sobre esto dice Avot deRabi Natan: “Para enseñarnos que quien quiera que logre la paz en la tierra las escrituras lo consideran como si lograse también la paz en los cielos”[8]. Los cielos y la tierra, desde esta óptica, necesitan la paz. Dios ha logrado mantener la paz en los cielos pero todavía en la tierra tiene una cuenta pendiente.

Ahora bien, como indica Ibn Ezra en su comentario a Yob 25:1 “En los cielos no hay guerra, porque allí hay puro bien. La maldad está abajo, en la tierra” ¿Cómo hacemos los humanos para lograr la paz aquí en la tierra? Algunos, como hemos visto, interpretan de que Dios tal como genera la paz en los cielos (ya sea que haga referencia a los astros o a los ángeles) debe también generar la paz aquí en la tierra. Ese es nuestro ruego. Sin embargo también podríamos pensar qué lecciones del firmamento podemos poner en práctica aquí en la tierra. Qué señales ha dejado Dios en los cielos para que los humanos aprendamos de ellas para así lograr la paz.

Quizás la forma de llegar a la paz en la tierra sea simplemente levantar nuestros ojos, mirar el cielo y ver qué podemos aprender del sistema que Dios dispuso sobre nuestras cabezas. Aquí algunas ideas:

  1. Demos espacio. Al levantar nuestra mirada y ver las constelaciones no las vemos todas apiñadas y apretujadas en una punta del firmamento sino extendidas a lo largo y a lo ancho del cosmos. Cada una tiene su espacio. De la misma forma cuando concluimos la Amidá damos tres pasos para atrás[9] justo antes de pronunciar “Ose Shalom BiMromav” para decirnos a nosotros mismos que si queremos conseguir la paz en nuestros hogares debemos darle a cada uno el espacio que necesita.
  2. Demos tiempo. En el cielo cada astro tiene su tiempo, cada quien tiene su tiempo para brillar. El sol los ilumina durante el día y luego le da el tiempo a la luna para iluminarnos durante la noche. No acaparemos todo el tiempo la atención de los otros, démosle a cada quien la posibilidad de brillar.
  3. Vivamos con un objetivo. Al comienzo del Génesis, incluso antes de que el ser humano llegase a este mundo, las luminarias ya tenían un objetivo claro.[10] Las estrellas fueron creadas para separar el día de la noche, para marcar las estaciones del año. El sol fue creado para iluminar el día y la luna para dominar la noche (Gén. 1:14-16). El libro de los Jubileos da un paso más y dice que el sol fue creado para ordenar y guiar a los Shabatot, los meses del año y las festividades (Jubileos 2:4). Si cada ser humano viviese con un objetivo claro, si se siente pleno y conforme con su vida, no tendría necesidad de ocupar el espacio ni el tiempo del otro, sabría hacia donde dirigirse, conocería su lugar y su ruta en la tierra como los astros en el cosmos.

“Ose Shalom Bimromav Hu Iaase Shalom Aleinu, Veal Kol Israel, Veal Kol Ioshvei Tevel”. Al terminar el Kadish y la Amidá no le rogamos a Dios que haga la paz en la tierra tal como lo hace en los cielos, lo afirmamos. No es un pedido, es una afirmación. Dios hará la paz en la tierra tal como lo hace en los cielos. Dios cada día nos da la posibilidad de hacer la paz aquí en la tierra lo único que nos pide es que elevemos la mirada, tengamos fe en Él y aprendamos de su obra, del cielo.

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[1] Más información: http://www.jpost.com/Israel-News/Peres-daughter-says-Reform-kaddish-at-funeral-service-469246

[2] Ver Perek Shalom, 19: אמר ר’ יהושע דסכנין בשם ר’ לוי גדול השלום, שכל הברכות והתפלות חותמין בשלום, קרית שמע חותמה בשלום, ופרוס סוכת שלומך,ברכת כהנים חותמה בשלום, שנאמר וישם לך שלום, וכל הברכות חותמין בשלום, עושה שלום במרומיו.

[3] Sobre la noción que el cielo y los astros están compuestos por agua y por fuego ver, entre otras fuentes: Shir HaShirim Raba 3:11

[4] TJ, Rosh HaShana 2:5. Ver también Debarim Rabá 5:11 y Bemidbar Raba 12:8

[5] La curva del cuarto creciente de la luna siempre le da la “espalda” al sol. Está es la interpretación clásica de esta exégesis rabínica. Ver Heschel, Heavenly Torah as reflected through the generations, p.269.

[6] TJ, Rosh HaShana 2:5.

[7] Ver por ejemplo: Sifrei Bemidbar Naso 42, Sifrei Debarim Shoftim 199, Vaikra Raba 96:9

[8] Avot deRabi Natan (A) 24.

[9] Le agradezco al rabino Manes Kogan por llamarme la atención sobre este punto.

[10] Ver el comentario de Metzudat David (David Altschuler, Siglo XVIII, Galicia) a Yob 25:1

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