Uno de los versículos de los Salmos más conocidos y utilizados en la tradición judía es: “A Adonai he puesto siempre delante de mí” (16:8). Incluso es uno de esos versículos que son más populares en hebreo que en español: “Shiviti Adonai LeNegdi Tamid”. Este versículo ha sido entendido como el mandato de tener a Dios siempre presente en nuestras vidas y en nuestras acciones cotidianas.
El Sumo Sacerdote llevaba constantemente una diadema sobre su frente con el nombre inefable de Dios para recordarle siempre su tarea sagrada y a quien debía servir. Los místicos judíos utilizan este versículo cual mantra para llegar a una profunda conexión con Dios. Shiviti simplemente, o Shivisi (en la pronunciación Asheknazí) llegó a ser un recurso artístico judío con nombre propio en la edad media. El mismo se trata de un diagrama o cuadro con este versículo en la parte superior y en la parte inferior una Menorá dibujado con algún salmo (la mayoría de las veces el Salmo 67) y otros versículos alrededor que adornan las sinagogas. Usualmente se lo suele poner en la pred que mira hacia Jerusalén, o bien al lado de la Bimá, sobre el Arón HaKodesh o incluso en alguna de las primeras páginas del Sidur.
La tradición rabínica (Toseftá, Sanedrín 4:7 y TB Sanedrín 21b) nos cuenta que cada rey de Israel debía escribir para él un Sefer Torá y debía salir a toda hora y a todo lugar con aquel Sefer Torá bajo su brazo derecho. Y esto fue lo que inspiró al rey David a escribir este versículo en su libro de los Salmos. La forma de tener a Dios presente “siempre delante nuestro” es siguiendo Su Torá, sus leyes y enseñanzas.
Este versículo caló tan hondo en el pensamiento rabínico que así dijo Rabi Shimon Jasida: “Quien reza debe verse a sí mismo como si la Shejina estuviera frente a él” (TB, Sanerín 22a). Debemos rezar no pensando que la presencia divina se encuentra lejos nuestro sino como si estuviera a nuestro lado, como si le hablásemos a Dios “cara a cara”. Y así incluso queda codificado en la halajá y es por eso que debemos concentrarnos profundamente al momento de rezar y sopesar cada una de las palabras que salen de nuestros labios ya que Dios está allí, frente a nosotros (Shuljan Aruj, Oraj Jaim 98:1). Y por dicha razón los antiguos jasidim se preparaban una hora antes de rezar para poder estar plenamente dispuestos en el momento de su dialogo intimo con Dios (Mishné Torá, Hiljot Tefila 4:16).
Incluso más. La base legal por la cual todas las bendiciones deben contener el nombre sagrado de Dios con la formula “Baruj Ata Adonai” se basa según algunos (ver Midrash Tehilim 16:8) al principio expuesto en nuestro versículo: tener a Dios presente en nuestro día a día. ¿Y qué forma mejor de tener a Dios presente que pronunciando Su nombre en cada una de las bendiciones cotidianas?
El rav Kook nos enseña, sin embargo, que hay otra forma de leer este versículo. La falta de vocales en el hebreo bíblico nos permite leer la palabra Shaviti en vez de Shiviti. Shaviti significa literalmente: “me equiparé”. Y el versículo retraducido quedaría así: “He equiparado a Adonai a mi mismo siempre”. Una primera lectura de esta relectura nos podría parecer un poco “creída” de parte del ser humano sin embargo el rav Kook nos propone una idea maravillosa. Equipararnos a Dios significa seguir el mandato talmúdico de Imitatio Dei, de imitar a Dios en sus acciones.
Y así nos enseña el Talmud (TB, Sotá 14a): “Así como Él viste al desnudo, tú también debes hacerlo. Así como Él visita al enfermo, tú también debes hacerlo. Así como Él consuela a los deudos, tú también debes consolarlos. Así como Él entierra al muerto, también tú debes enterrar al muerto.” Debemos imitar a Dios en nuestras acciones concretas pero también como enseña Aba Shaul debemos imitar sus cualidades interiores: “Así como Dios es clemente y compasivo así también tu debes ser clemente y compasivo” (TB, Shabbat 133b). Equipararnos con Dios no es creernos Dios sino imitar cada una de sus acciones y cualidades. Y es por eso que según el Rambam (Hiljot Deot 1:6) en la Biblia Dios es llamado “sagrado”, “recto”, “justo, “misericordioso”, “tardo en la ira”, etc., para enseñarnos a nosotros -los seres humanos- cual es el camino recto por los cuales debemos andar. Dios se presenta entonces como un “modelo a imitar” para Sus creaciones.
Tener a Dios siempre presente en nuestras vidas también es recordar al Dios bíblico en toda su magnitud. No olvidar que tal como Dios se equivoca nosotros también podemos equivocarnos y arrepentirnos (piensen sino en la historia del diluvio universal), tal como Dios perdona así también nosotros debemos aprender a perdonar (piensen sino en la incasable cantidad de veces que Dios perdona al pueblo judío en el desierto), tal como Dios cambia de parecer en relación a su propia Ley nosotros también debemos ser flexibles en nuestras posiciones y creencias (piensen sino en la historia de las hijas de Tzlofjad). Y así podríamos seguir. Y de la misma forma podríamos decir que debemos evitar “las malas cualidades” de Dios presentes en la Biblia, los “raptos de ira”, los enojos, la sed de venganza, etc. Dios nos dio la divina capacidad de elegir y de distinguir y así debemos hacerlo, incluso cuando evaluamos “Sus” cualidades.
Shiviti/Shaviti Adonai LeNegdi Tamid ¿Qué significar entonces tener a Dios siempre delante nuestro? Es seguir siempre Su mejor versión, elegir siempre el bien, vivir la vida con la conciencia plena que Dios nos acompaña en cada momento y que su presencia inunda nuestra existencia.