Nuestra Parashá nos cuenta sobre una burra que sabía hablar (Números 22:8). La burra de Bilam, el profeta gentil, que fue contratado por el rey Balak de Midiam para maldecir a Israel pero quien finalmente imposibilitado de cumplir aquel pedido termina bendiciendo al pueblo judío con una de las bendiciones más hermosas que recitamos cada día al ingresar a la sinagoga: “Ma Tovu” (Que agradables son tus tiendas Iaakov y tus moradas Israel).
Ahora bien, detengámonos un instante en aquella burra. Profetas, gentiles e israelitas, hay muchos a lo largo de toda la Biblia pero ¿animales que hablan? ¿Acaso los burros pueden hablar y discutirle a sus “amos”? Los sabios posteriores a la Biblia intentan explicar este y otros sucesos “sobrenaturales” de las historias bíblicas diciendo que “diez cosas fueron creadas en la víspera de Shabat” (Pirkei Avot 5:6). Algunas de estas cosas son “la boca de la tierra” (que tragó a Koraj y su congregación), el maná (que durante 40 años caía del cielo para alimentar al pueblo de Israel durante su travesía), el bastón de Moshé (el cual fue utilizado para extraer agua de las rocas o para curar plagas) y también “la boca de la burra”. Todos hechos sobrenaturales y “milagrosos” que no pueden ser explicados por las leyes de la naturaleza sobre las cuales nuestro mundo se mantiene y se desarrolla diariamente.
Esta fue la racionalización de nuestros maestros hace casi 2000 años para explicar los milagros que se suceden en la Biblia. Todos ellos, argumentan, fueron creados en el crepúsculo del último día de la creación, entre los soles, en un tiempo fuera del tiempo, entre el último instante de la creación y el primer momento del descanso. Allí Dios “creó” todos los milagros que habrían de sucederle al pueblo de Israel a lo largo de la historia y luego los fue dosificando a través de las generaciones. Milagros que rompen con la rutina y las leyes de la naturaleza. Estos hechos “sobrenaturales” también fueron creados por Dios argumentan los sabios (ver por ejemplo Rambam en su Shmoná Prakim).
Quiero llamarles la atención justo antes de Shabat sobre el momento en el cual estos “milagros” o cuestiones que escapan a nuestra limitada comprensión fueron creados. Fueron creados en la víspera del primer Shabat de la historia. Allí en ese instante en donde nosotros ya vestidos y perfumados salimos hacia la sinagoga, allí en ese mismo momento Dios decidió crear los milagros que rompen con nuestra monotonía, con las leyes de la naturaleza y de la física. Y eso mismo es Shabbat. Shabbat es el día creado para liberarnos de la rutina, de las presiones de la semana, de las leyes del mercado.
La rutina, el orden, las leyes nos hacen bien. Necesitamos cierta normalidad en nuestras vidas. Necesitamos saber que luego de dormir unas horas cada noche al día siguiente saldrá el sol. Sin embargo de tanto en tanto requerimos de aquellos milagros que rompan con nuestra monotonía, con nuestra agobiante rutina, con aquellas leyes que en vez de liberarnos nos aprisionan.
Quiera Dios que seamos siempre meritorios de percibir renovados milagros en nuestra vida que quiebren con nuestra rutina, que nos permitan volar más allá de los límites impuestos por nuestra propia razón y por las leyes de la naturaleza.
Recuerden este, y cada shabbat, que en aquel instante que ingresamos al día más sagrado del año todos los milagros fueron creados. Para percibirlos sólo necesitamos agudizar nuestros oídos, abrir nuestros ojos, despertar nuestros corazones y dejar volar nuestra imaginación.
¡Shabat Shalom!