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El siguiente cartel fue visto en un barrio ultraortodoxo de Jerusalén. Les pido que se tomen unos segundos y lo lean en hebreo o en español.

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Traducción: «Sospecha de Jametz». Una buena noticia para todos los que cumplen meticulosamente los mandamientos en vistas de la festividad de Pesaj que llega a nosotros para bien: «Después de que muchos hayan consultado con rabinos expertos en relación a los teléfonos celulares que usan durante todo el año y que sin darse cuenta ingresan en ellos pequeñas migas de jametz o productos similares y en vísperas de la festividad de Pesaj les es difícil limpiarlo debido a las múltiples grietas… es correcto que cada quien se compre un teléfono celular especialmente para Pesaj para que su corazón este tranquilo y seguro que con la ayuda de Dios no caerá en él migas de jametz (Jas veShalom, Dios no lo permita)»

¿Lo leyeron? ¿Creen que es un chiste? Lamentablemente no lo es. Estas «grandes eminencias» son las que tienen el monopolio del «judaísmo» en Israel. Esta es la triste realidad del judaísmo en el Estado Judío, la ultraortodoxia cada vez se vuelve más extrema y ridícula. En Estados Unidos hace ya muchos años acuñaron un término para este fenómeno: «La Jumrá (estrictez) de la semana». Cada semana el mundo ortodoxo nos sorprende con afirmaciones ridículas, xenófobas y arcaicas de sus líderes como así también con interpretaciones cada vez más rigurosas y extremistas de la ley judía.

Hace unos días un compañero me contó que el esposo de su hermana, ambos ultraortodoxos, volvió muy contento del Kolel (espacio de estudio de Talmud para adultos del mundo jaredí) con un gran Jidush (novedad) del rabino de turno. ¿Cuál fue la enseñanza novedosa de aquella eminencia? Qué en Pesaj debían comer por lo menos 2 gramos más de la medida mínima de matzá que hay que comer durante el Seder porque puede llegar a ser que parte de la matzá quede entre los dientes. Ese fue el gran jidush de aquella gran eminencia.

Esa historia me hizo recordar cuando hace ya muchos años estudiaba en una yeshiva Jaredí en Buenos Aires. Una tarde cuando fui a estudiar con mi moré antes de comenzar la clase me quedé escuchando un poco a otra gran eminencia de Israel que fue a compartir sus jidushim (novedades halájicas) a la Argentina. Aquel sabio nos enseñó a todos las diferentes posiciones de los legisladores judíos en la actualidad en relación al largo mínimo que debe tener la barba para ser «kasher».

Estas historias parecen fabulas o chistes pero lamentablemente son una realidad. Aparte de radicalizar la halajá logrando que la ley judía parezca ridícula e insensata también estas grandes «eminencias» extreman su discurso afirmando barbaridades en sus prédicas semanales, en la radio local o en la televisión. Aparte de las recordadas frases de Ovadia Yosef diciendo que la Shoá fue causada por los «judíos reformistas», o de un gran rabino argentino que afirmó que la AMIA explotó porque la mezuzá estaba mal puesta; en estos últimos días escuchamos al hijo de Ovada Yosef diciendo que todo no-judío que no respetase las 7 leyes noajidas debe ser expulsado de Israel o al líder espiritual del BUR diciendo que quienes hicieron la denuncia por corrupción de la AMIA no deben ser enterrados en un cementerio judío. Y así podríamos continuar.

Este es el Egipto de nuestra generación. No es un Egipto exterior que nos atormenta y nos esclaviza sino un Egipto que surge del propio corazón del pueblo judío. Los sabios nos dicen que la palabra Egipto (Mitzraim) se relaciona con la palabra estrechez (Tzar). La ultraortodoxia judía cada vez vuelve más estrecho el judaísmo, los cuatro codos de la halajá ahora pasaron a ser dos dedos, encierra la creatividad y detiene el progreso. La interpretación extrema que hace del judaísmo este sector enajena a la gran mayoría de la población judía secular o no ortodoxa del país. Sus centros de estudios de Torá reciben mensualmente millones de shekels del gobierno israelí, todas las demás denominaciones judías liberales: 0. Sus autoridades controlan el Kashrut, las conversiones, los casamientos y los divorcios en Israel. Y cada día levantan muros más altos que de a poco separan cada vez más a los judíos del judaísmo. Este es el Egipto de nuestra generación.

Este año al finalizar el Seder de Pesaj aparte de decir «El año próximo en Jerusalén», anhelemos un futuro diferente para nuestro pueblo, un judaísmo plural, donde todas las voces puedan ser oídas, por un judaísmo con colores, por un judaísmo maduro, interesante, desafiante. Por un judaísmo que vuelva a encontrar el equilibrio, el punto medio entre tradición  y cambio, entre pasado y futuro.

Al comenzar el Seder este año y al lavarnos las manos comprendamos que «lavarse las manos» para la tradición judía no es «limpiarse de la responsabilidad» sino asumir un compromiso, asumir la responsabilidad que tenemos para con los demás y para con nosotros mismos. No dejemos que un sector menor del judaísmo tome el control de nuestro judaísmo, de nuestras instituciones y de nuestra Torá.

Que el año próximo aparte de encontrarnos todos juntos en Jerusalén, en paz con nuestros vecinos, podamos ver el renacer de un judaísmo del cual todos nos sintamos orgullosos y parte. Amén.

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