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Ocurrió cierta vez que le preguntó Tornosrufus a rabí Akiva: ¿Qué actos son más preciados? ¿Los de Dios o los del ser humano?
Le contestó: Los de los seres humanos son más preciados.
Le dijo: Estos son los cielos y la tierra ¿Acaso puede un ser humano hacer algo semejante?
Le contestó: No me hables de cuestiones que están por encima de las criaturas, sobre aquellas cosas que no tienen control, sino de aquellas cosas que pueden ser encontradas en los hombres.
Le preguntó: ¿Por qué están ustedes circuncidados?
Le contestó: Yo sabía que en un futuro tu me irías a preguntar esto por esa razón me adelante y te dije: “Los actos de los hombres son más preciados que los actos de Dios”
Rabí Akiva le trajo entonces espigas y tortas y le dijo: aquellas son la creación de Dios y las otras la creación del ser humano ¿Cuál de las dos es más preciada? ¿No son aquellas (las tortas) mejores que las espigas?
Le preguntó Tornosrufus: Si esto es así y Dios desea la circuncisión ¿Por qué el bebé no nace directamente circuncidado del vientre de su madre?
Le contestó rabí Akiva: ¿Y por qué acaso el bebé sale con el cordón umbilical atado a su ombligo y su madre debe cortarlo? Y sobre lo que tu preguntas ¿Y por qué no sale circuncidado? Por cuanto Dios no le entregó a Israel los mandamientos sino para refinar su carácter. Por esta razón dijo David: “Y acrisolada la palabra de Adonai (Salmos 18:31)”
Este midrash muy popular nos presenta un choque de culturas, un intercambio entre dos personajes muy recordados y citados a lo largo y a lo ancho de la literatura rabínica: rabí Akiva representando el universo del judaísmo rabínico y Tinus Rufus representando al mundo romano. El tema en particular de nuestro midrash es poner en cuestión que tiene más valor si la obra de Dios o la obra de los seres humanos. La respuesta de rabí Akiva al comienzo parece contraintuitiva, sin embargo la segunda parte de nuestro midrash nos ayuda a comprender el punto de vista de nuestro gran maestro. En el Brit Milá (la circuncisión) está la respuesta. Pasemos ahora a analizar fragmento por fragmento nuestro hermoso midrash.
[I] Introducción, biografías y contexto histórico.
“Ocurrió cierta vez que le preguntó Tinus Rufus a rabí Akiva”. Presentemos primero a los personajes y el contexto histórico de este intercambio. Nuestro midrash se sitúa en alguna región de Judea en las primeras décadas del siglo II d.e.c.
Rabí Akiva:
Akiva ben Iosef es uno de los rabinos más recordados y renombrados de la historia judía. Nació aproximadamente en el año 40 d.e.c y murió aproximadamente en el año 137 d.e.c. Fue un Taná de la tercera generación, el sabio más importante de sus tiempos. Es recordado especialmente, no solo por sus contribuciones a la halajá y a la agadá, sino por haber sido el “líder religioso” de la revuelta de Bar Kojvá señalando que Shimon bar Koziba era el mesías.
Tornosrufus
Quintus Tinus Rufus, como es conocido en las fuentes romanas y de los padres de la iglesia fue un senador y gobernador romano de la provincia de Judea. Según las fuentes rabínicas y cristianas él fue uno de los causantes de la revuelta de Bar Kojva y el personaje principal que llevó a cabo las persecuciones del emperador Adriano (76-138) contra los judíos.[1] Las fuentes rabínicas relatan que él fue el responsable de arrasar la zona donde se encontraba el Templo de Jerusalén[2]
Rabí Akiva y Tornosrufus
Según la tradición rabínica los destinos de rabí Akiva, el gran líder judío de la época y Tornosrufus, el enviado de roma a la provincia de Judea en aquel tiempo, se cruzaron en más de una oportunidad. En la literatura agádica podemos encontrar varios encuentros y discusiones teológicas entre rabí akiva y Tornosrufus. Nuestro midrash es uno de estos legendarios encuentros entre ambas figuras. El tema de este intercambio teológico es la diferencia cualitativa entre las obras de Dios y las obras de los hombres y cual es más valiosa.
En otro de los intercambios Tornosrufus increpa a rabí Akiva preguntándole si acaso Dios no desea que haya pobres en el mundo por qué Él permite que haya pobres por doquier.[3] Por otro lado también se relata otro intercambio entre ambos personajes en el cual el tema en discusión es Shabat, uno de los elementos emblemáticos y característicos de la población judía y uno de los elementos que más sorpresa (e indignación) le causaba a los romanos.[4] Como la historia la escriben los que ganan en las fuentes rabínicas rabí Akiva siempre sale ganador en los debates contra Tornosrufus. Según los intérpretes medievales estas victorias teológicas de rabí Akiva le causaron gran dolor a Tornosrufus lo que aumentó su odio contra los judíos y especialmente contra rabí Akiva lo cual en el imaginario rabínico supuso la causa de la lucha acérrima que lideró contra los judíos en la revuelta de Bar Kojva. Según una tradición talmúdica fue Tornosrufus quien decretó la tortura y la posterior muerte de rabí Akiva[5]. Otra tradición (contradictoria temporalmente con la previamente citada) nos dice que una de las 6 causas de la riqueza de rabí Akiva fue la mujer de Tornosrufus[6], llamada Rufina. Según esta tradición al morir Tornosrufus su mujer se convirtió al judaísmo y se casó con rabí Akiva.[7][8]
Si seguimos una de estas leyendas Tornosrufus es presentado como quien finalmente “triunfó” o por lo menos se vengó de rabí Akiva quitándole la vida. Si por el contrario nos guiamos por la otra leyenda (siguiendo el principio “quien ríe último ríe mejor”) vemos como rabí Akiva aparte de triunfar en los debates teológicos es también el vencedor al quedarse él con la esposa de su “archienemigo”. Sea como fuere la literatura rabínica enfatiza de una forma u otra que los destinos de ambos personajes siempre estuvieron (y estarán) interconectados.
[II] Primer acto
“¿Qué actos son más preciados? ¿Los de Dios o los del ser humano?”
El primer acto de nuestro midrash abre con esta pregunta. Tornosrufus increpa a nuestro maestro con esta extraña pregunta. Para un humanista o ateo del siglo XXI seguramente la respuesta de rabí Akiva no le sorprende, incluso le agrada, sin embargo para un lector tradicionalista y creyente seguramente la respuesta del gran maestro (Rosh HaJajamim, la cabeza de los sabios, como es llamado en el Talmud) rabí Akiva lo deja estupefacto. ¿Cómo va a afirmar que los actos de los seres humanos son más valiosos/importantes que los actos de Dios?
¿Qué respuesta esperaba Tornosrufus? Nunca lo sabremos. Podemos intuir, como suele pasar en estos intercambios teológicos, que esperaba la respuesta contraria a la que rabí Akiva le brindó. Seguramente si rabí Akiva le contestaba que los actos y las creaciones de Dios son más valiosas el villano Tornosrufus tendría preparado un batallón más de preguntas y de cuestionamientos inquisitorios sobre la fe y la práctica del pueblo judío. En mi lectura del midrash la respuesta de rabí Akiva lo descoloca y solo atina a preguntar después “Estos son los cielos y la tierra ¿Acaso puede un ser humano hacer algo semejante?”. Podemos imaginar que Tornosrufus lleva a su invitado fuera de la sala de reunión donde estaban tendidos y le muestra la magnitud del cielo y la envergadura de la tierra y lo cuestiona diciendo que ningun ser humano podría hacer nunca algo así. Nuestro maestro le contesta, lo que coloquialmente decimos cuando expresamos que “no se pueden comparar peras con manzanas”. Si debemos sopesar las creaciones de Dios con las creaciones de los seres humanos debemos hacerlo en un terreno en el cual ambos tengan igualdad de oportunidades. La respuesta de rabi Akiva no es muy convincente y el redactor de nuestro midrash es consciente de este hecho por lo cual su verdadera y poderosa respuesta no se encuentra en el primer acto sino en el segundo acto.
[III] Segundo acto
Este segundo acto[9] (y final) se abre con una segunda pregunta de Tornosrufus[10]. Al parecer la segunda pregunta en este intercambio entre los representantes de ambas culturas no tiene ninguna conexión con la pregunta anterior “¿Por qué están ustedes circuncidados?”. La circuncisión y el Shabat (por encima incluso del kashrut) eran las dos características más distintivas del pueblo judío. El Shabat separaba a los judíos de los demás pueblos circundantes en la categoría temporal mientras que la circuncisión los diferenciaba en la tangente física. En reiteradas oportunidades los griegos y romanos le prohibieron a los judíos circuncidar a sus hijos[11], prácticas que según cuentan las propias fuentes judías la inmensa mayoría del pueblo de Israel nunca abandonó incluso so pena de muerte[12]. Ya habíamos comentado que en cierta oportunidad Tornosrufus le inquiere a rabí Akiva en relación al Shabat (ver TB Sanedrín 65b), en esta oportunidad el tema en cuestión es el Brit Milá. “¿Por qué están ustedes circuncidados?” Pregunta el general romano.
La respuesta de rabí Akiva armoniza y le da sentido a todo nuestro relato: “Yo sabía que en un futuro tu me irías a preguntar esto por esa razón me adelante y te dije: “Los actos de los hombres son más preciados que los actos de Dios”. Ahora comprendemos por qué rabí Akiva sorprende a Tornosrufus y a nosotros, lectores del midrash, con su primera respuesta. Rabí Akiva al encontrarse con Tornosrufus y escuchar su primer cuestionamiento imagina que inmediatamente después vendrá la pregunta sobre la circuncisión; y si eso es verdad entonces si él hubiera contestado que los actos de Dios son más preciados que lo de los hombres Tornosrufus le hubiera luego cuestionado de si esto es así porque entonces los hombres transforman la creación de Dios circuncidando a los niños en el octavo día de su nacimiento. Rabí Akiva de esta forma cumple el principio enunciado por rabí Eleazar el cual dice: “Sabe que responderle a un hereje”.[13] Rabí Akiva se adelanta a su contraparte y lo sorprende en su primera respuesta para no quedar en jaque frente a la segunda pregunta que él presuponía que su interlocutor le haría a continuación.
Como buen maestro didáctico que era rabí Akiva prueba su punto no con palabras sino con elementos puntuales ya que como dice el dicho popular “una imagen vale más que mil palabras”. Rabí Akiva le trae a su invitado[14] un manojo de espigas del campo y algo así como unas tortas, o unos panes más elaborados que un pan común y corriente, y entonces los roles se invierten: rabí Akiva es quien pregunta por primera vez: “¿Cuál de las dos es más preciada? ¿No son aquellas (las tortas) mejores que las espigas?” Dios provee la materia prima sin embargo sin el trabajo del hombre aquellas espigas de trigo no pueden ser comidas ni digeridas. En términos económicos modernos el ser humano es el que le da el valor agregado a los productos creados por Dios. De esta forma, le dice rabí Akiva, las obras de los hombres son más valiosas que las obras de Dios.[15]
La parte final de nuestro midrash se abre con la última pregunta de Tornosrufus. Al parecer el general romano acepta la teoría de rabí Akiva pero aún así le pregunta a nuestro maestro que si Dios tanto desea la circuncisión por qué motivo los bebés no nacen ya circuncidados.[16] Una pregunta lógica y a lugar. Si Dios desea algo ¿Por qué espera que los seres humanos lo hagan? ¡Él tiene la capacidad de que los niños judíos nazcan directamente circuncidados (cuestión que le quitaría mucho sufrimiento al niño pero especialmente a las madres durante el Brit Milá)!
Rabí Akiva, como buen judío, no le contesta sino que le hace otra pregunta. Le retruca a Tornosrufus “¿Y por qué acaso el bebé sale con el cordón umbilical atado a su ombligo y su madre debe cortarlo?” Rabí Akiva le contesta a Tornosrufus con un ejemplo que él puede entender. Los romanos no se circuncidan pero todos deben cortar el cordón umbilical. ¿Por qué entonces los bebés no nacen directamente desconectados? Al parecer rabí Akiva con su pregunta implícitamente le dice al general romano que hay algo en la “naturaleza del mundo” sin distinción de culturas ni de credos en los cuales el hombre debe necesariamente intervenir en la creación divina. Dios da pero el hombre dispone. Dios crea pero el hombre transforma. Y allí cuando se corta el cordón umbilical comienza la cultura, en el instante mismo del nacimiento de cada ser humano la naturaleza (la creación divina) da paso a la cultura (la creación del hombre).
El midrash cierra entonces con la pregunta con la cual seguramente comenzó todo este relato en la mente de Tornosrufus: ¿Por qué los niños no nacen ya circuncidados? Rabí Akiva le da una respuesta muy interesante: “Por cuanto Dios no le entregó a Israel los mandamientos sino para refinar su carácter”. Según este principio enunciado en otras oportunidades en el Midrash[17] existe una razón detrás de cada mandamiento pero un objetivo los atraviesa a todos: refinar las características morales del pueblo judío.[18] Según este principio cada mandamiento fue entregado específicamente para mejorar y pulir el carácter de cada hombre y de cada mujer. Y si esto es así el hombre debe realizar el mandamiento para que el mismo tenga sentido y surta efecto. Con esta teoría en mente podemos tratar de comprender mejor diversos mandamientos a los cuales estamos frecuentemente habituados: el Shabat podría refinar nuestra capacidad de apreciar la naturaleza sin necesidad de transformarla, los Tefilín nos pueden ayudar a conectar nuestros pensamientos con nuestras acciones, la Nidá nos puede ayudar a restringir las pulsiones sexuales del hombre y de la mujer, el Kashrut nos puede ayudar a refrenar y a encausar nuestros deseos más vitales, y así podríamos continuar con cada uno de los mandamientos.
[IV] Conclusión
¿Cuál es la moraleja de nuestro midrash? ¿Qué viene a enseñarnos? Por un lado, creo yo, el dialogo entre rabí Akiva y Tornosrufus nos enseña que no debemos contestar impulsivamente, debemos aprender a ver más allá, a entender que a veces detrás de cada pregunta hay un motivo ulterior que debemos sopesar a la hora de responder. Debemos conocer a nuestro interlocutor para saber qué es lo que busca con su preguntas y poder nosotros manejar el dialogo y no que la conversación nos maneje a nosotros.
Esa es quizás la primera enseñanza de nuestro midrash pero no la más importante. La más importante es la pregunta general que gira en cada uno de los actos del midrash, en cada pregunta y en cada respuesta: “¿Qué actos son más preciados? ¿Los de Dios o los del ser humano?” El midrash tiene una respuesta unívoca: la de los seres humanos. Y esta es una de las grandes revoluciones del pensamiento rabínico frente a la literatura bíblica. Si le hubieran preguntado a cualquier judío que vivió durante la época bíblica la misma pregunta qué Tornosrufus le hace a rabí Akiva cualquiera hubiera contestado sin lugar a dudas que los actos y las obras de Dios son infinitamente más valiosas que lo poco que el hombre puede hacer. “¿Qué es el hombre, para que tengas de él memoria, Y el hijo del hombre, para que lo visites?”[19] reza los Salmos. El hombre no es nada frente a la magnitud e inmensidad de Dios. “Yo soy polvo y ceniza”[20] dijo Abraham. Si bien en la tradición rabínica este abismo absoluto entre Dios y el ser humano continuó expresándose en la liturgia, los sabios comprendieron que el hombre tiene un lugar mucho más protagónico en la creación divina que lo que habían supuesto todos los demás autores, poetas, héroes y profetas bíblicos.
El ser humano, dice rabí Akiva, tiene la capacidad de transformar la obra divina. Dios es quien crea pero el hombre es quien transforma Su creación. Dios nos da la materia prima para que el hombre con su capacidad creativa la transforme, le de forma y vida. Y el Brit Milá es el símbolo más concreto de ese proceso. Dios no nos entrega Su creación terminada, es más Dios le ordena al ser humano (a través del mandamiento del Brit Milá) transformar su propia creación. No estamos yendo en contra de Dios cuando transformamos la realidad que nos rodea sino que estamos cumpliendo con el principio enunciado en Génesis, en el de ser socios de la creación. De esta forma estamos cumpliendo el mandamiento de cuidar y trabajar el mundo[21]. Los mandamientos, nos dice rabí Akiva, nos fueron entregados para transformar nuestro interior, para hacernos mejores personas, para pulir nuestros corazones y nuestras mentes. Las manos, nos dice rabí Akiva, le fueron entregadas a los seres humanos para transformar el mundo exterior, para aportar algo nuestro al mundo que nos rodea. Sin embargo la idea del hombre como ser con capacidad creativa también puede convertirse fácilmente en un ser con capacidad destructiva por eso siempre debemos intentar mantener el equilibrio. Y para eso la tradición judía también tiene una respuesta posible:
El seis representa la naturaleza, los seis días de la creación divina.
El ocho representa la cultura, el trabajo del hombre comienza al octavo día.[22]
El punto medio entre naturaleza y cultura, entre la creación de Dios y la transformación del hombre, es precisamente el siete: Shabat. Shabat es el equilibrio que buscamos, anhelamos y necesitamos.
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[1] Entre estos decretos fue él quien llevó a la práctica la prohibición de enterrar a los caídos en batalla por un largo periodo de tiempo (Talmud de Jerusalén, Taanit 69a)
[2] TB Taanit 29a
[3] Talmud Babilónico (TB), Baba Batra 10a
[4] TB Sanedrín 65b (fuentes paralelas: Bereshit Raba 11:5, Tanjuma Ki Tisa 33, Pesikta rabati 23:8)
[5] Kohelet Rabá 3:17
[6] TB Nedarim 50b
[7] El TB Avodá Zará 20a relata que cierta vez rabí Akiva vio a Rufina y se rió “ya que tuvo una visión de que ella eventualmente se convertiría al judaísmo y se convertiría en su esposa”.
[8] TB Nedarim 50b relata que rabí Akiva se hizo rico por causa de Rufina mientras que TB Avodá Zará 20a relata la visión de rabí Akiva que en un futuro se casaría con Rufina; sin embargo el Talmud no dice específicamente que ambos se casaron finalmente sino que los exegetas medievales (ver Rashí y RaN a Nedarim 50b) unen ambas historias y explican que finalmente ambos contrajeron matrimonio. Ver: http://www.kolech.org.il/maamar/מאשת–טורנוסרופוס–לאשת–רבי–עקיבא/#_ftn1
[9] El cual esta subdividido en tres secciones: (1) la pregunta de Tornosrufus junto a la primera respuesta de rabí Akiva, (2) la demostración de su hipótesis con el ejemplo de las tortas y las espigas, (3) y la pregunta final sobre el Brit Milá y la respuesta de rabí Akiva.
[10] Presten atención a la estructura literaria de nuestro midrash en el cual ambos actos se abren con una pregunta de Tornosrufus pero ambos cierran con una respuesta de rabí Akiva, quien sale como el vencedor en este debate teológico, y por eso tiene él la última palabra.
[11] Ver por ejemplo TB Rosh Hashana 19a en donde se relata que los romanos le prohíben a los judíos realizar la circuncisión, estudiar Torá y les ordenan profanar el Shabat.
[12] Ver por ejemplo TB Shabat 130a en donde rabí Shimon ben Eleazar afirma que los judíos dieron su vida en vez de transgredir el precepto contra la idolatría y la circuncisión.
[13] Mishná, Pirkei Avot 2:14
[14] El midrash no nos presenta y no nos deja advertir quién es el invitado de quien o donde se encuentran ambos personajes. El primer acto me sugiere que se encuentran en quizás el cuartel del general romano mientras que esta segunda porción sugiere que la situación es inversa y que ambos se encuentran en quizás el Beit Midrash o la casa de rabí Akiva.
[15] En la versión paralela de este midrash en Tanjuma (Buber) Tazria 7, rabí Akiva luego de hacer la demostración con las espigas y las tortas hace lo mismo en relación a un manojo de lino y unas bellas prendas de ropa producidas en la ciudad de Beit Shean.
[16] Podemos encontrar un paralelismo entre las preguntas de Tornosrufus con otra que le hizo a rabí Akiva (la cual se encuentra citada en TB Baba Batra 10a) en relación a la pobreza. En esa ocasión el general romano arremete contra rabí Akiva preguntandole que si es así que Dios no desea la pobreza por qué permite que haya pobres en el mundo. Rabí Akiva le contesta que la razón es para darle a las personas la posibilidad de salvarse del Gehinom (“infierno”) por el mérito de dar Tzedaká y ayudar a los necesitados.
[17] Ver por ejemplo Bereshit Rabá 44:1: רב אמר לא נתנו המצות אלא לצרף בהן את הבריות. וכי מה איכפת ליה להקב»ה למי ששוחט מן הצואר או מי ששוחט מן העורף, הוי לא נתנו המצות אלא לצרף בהם את הבריות.
[18] El término hebreo que se utiliza para la palabra que hemos traducido como refinar es לצרף que en sentido bíblico significa refinar, purificar o limpiar. Por otro lado también es utilizado como término por los orfebres que refinan, limpian, pulen y le dan forma al oro. Esto explica la elección final del versículo que sustenta las palabras de rabí Akiva. En los Salmos (atribuidos al rey David) se dice que la palabra de Dios (es decir los mandamientos en el juego midrashico) es acrisolada. Rabí Akiva comprende el término acrisolada como referencia a que Dios refina, como el orfebre pule el oro, al pueblo judío a través de sus mandamientos.
[19] Salmos 8:5
[20] Génesis 18:27
[21] Génesis 2:15
[22] La circuncisión es al octavo día y marca el ingreso a la cultura, la intervención del hombre en la naturaleza y fue en el día octavo de la creación luego del primer “Shabat” de la historia cuando el hombre comenzó su trabajo en el mundo.