Hay algo verdaderamente hermoso en la Torá. Aún me sorprendo cada año al leer las mismas palabras y comprender, sin embargo, cosas absolutamente diferentes. Cada año, hace ya unos cuantos años, acostumbro a leer la Torá cada semana con las interpretaciones y comentarios de un exegeta diferente. Este año comencé este proceso con el Rav Kook. Leer sus comentarios a la Torá me permite volver a enamorarme de nuestra tradición. Y casi de casualidad (aunque hay quienes dicen que nada ocurre por casualidad) leyendo uno de sus comentarios a Parashat Ki Tavo encontré una de las lecciones más importantes para estos Iamim Noraim. Hoy quiero compartirlo con ustedes.
Los Iamim Noraim son tiempos donde la tradición puede elevarnos o bien aplastarnos. Son tiempos donde la liturgia puede conmovernos y promover en nosotros el cambio pero también puede desmoralizarnos y destruirnos internamente. Reconocer nuestras flaquezas puede ayudarnos a ser mejores personas o puede inmovilizarnos y simplemente hacernos sentir mal con nosotros mismos.
Durante cada uno de los días de Slijot, y especialmente durante el día de Iom Kipur, repetimos una y otra vez el Vidui. Usualmente traducimos la palabra Vidui como “confesión”. El Vidui es aquel momento que como muchos recordarán, en el cual toda la congregación se pone de pie, y comienza a enumerar en plural todos los errores y transgresiones habidas y por haber. Nos golpeamos el pecho, para ablandar nuestro corazón, y pronunciamos “Ashamnu, Bagadnu, Gazalnu… (Somos culpables, traicionamos, robamos…)”. De la Alef a la Taf, de la A hasta la Z, enumeramos y repetimos hasta el cansancio un sinfín de transgresiones. Luego continuamos diciendo: “Al Jet Shejatanu Lefaneja… (Por el pecado que cometimos frente a Ti…)”; y así seguimos por horas reconociéndonos falibles, culpables y “pecadores”.
Al parecer esto es todo el Vidui que tenemos que hacer durante los Iamim Noraim: reconocer y recordar hasta el cansancio cada uno de nuestros errores que cometimos en el año que pasó. Y de seguro que debemos tomarnos el tiempo para hacer un Vidui personal y un Vidui colectivo. Debemos reconocer donde nos equivocamos para intentar este año no volver a cometer los mismos errores. Seguramente el año próximo volvamos a recitar el Vidui pero lo importante es que sea por otros errores y no por los mismos.
El Rav Kook, sin embargo, nos dice que el Vidui no es solo eso. Es más, que el Vidui no debe ser traducido como confesión (inherentemente relacionado con un pecado o una transgresión) sino más bien que debe ser traducido como “reconocimiento”. Él lo aprende de una Mitzvá muy poco conocida de la Torá llamda “Vidui Maaser” (la declaración del diezmo). En el libro de Deuteronomio (26:12-15) se nos relata como en dos oportunidades durante el ciclo de cosecha bíblico de siete años, luego de separar todos los diezmos correspondientes, tanto para los levitas como para los pobres, uno debe ir al Templo de Jerusalém y realizar el Vidui Maaser, uno debe públicamente reconocer que: “He sacado lo consagrado de mi casa, y también lo he dado al levita, al extranjero, al huérfano y a la viuda, conforme a todo lo que me has mandado; no he transgredido tus mandamientos, ni me he olvidado de ellos. No he comido de ello en mi luto, ni he gastado de ello estando yo inmundo, ni de ello he ofrecido a los muertos; he obedecido a la voz de Adonai mi Dios, he hecho conforme a todo lo que me has mandado.
El Rav Kook se pregunta: si uno ha hecho todo bien, a separado los diezmos de la forma adecuada y a dado todas las contribuciones estipuladas por la ley ¿Por qué debería uno confesarse? ¡Uno no realizó ninguna transgresión de la cual se deba arrepentir! Y es así como el Rav Kook nos ilumina enseñándonos una nueva traducción, y una correcta traducción, creo yo, de lo que debe significar el Vidui para todos nosotros. El Vidui no es entonces una confesión sino un reconocimiento de nuestra situación actual, con nuestros haberes y nuestras deudas. El Vidui es reconocer con nuestras propias palabras quienes somos, no solo resaltando nuestras falencias sino también aceptando nuestras virtudes.
Durante la recitación del Vidui muchos nos sentimos turbados al pensar una y otra vez sobre qué hemos hecho mal. A quien le hemos faltado el respeto, a quien le hemos hablado mal, a quien no abrazamos cuando debíamos haberlo hecho, a quien hemos maltratado, a quien no le dimos el tiempo que se merecía, en qué hemos malgastado nuestro tiempo… y así podríamos continuar desde la Alef a la Taf. Durante el Vidui, cada vez que llevamos nuestra mano abierta hacia nuestro corazón, todo nuestro año pasa delante de nosotros y muchos ahí reconocemos errores que antes no habíamos advertido. El rav Kook nos dice, esta es solo la primera mitad del Vidui.
Si comprendemos que el Vidui no es una confesión sino un reconocimiento estamos también compelidos a reconocer todas nuestras virtudes, todos nuestros aciertos y todos los logros que tuvimos durante el año que acaba de terminar. El Vidui no debe ser entonces un momento de mortificación y autoflagelación sino que debería ser un momento sagrado de reconocimiento. Parados en congregación, en el día más solemne del año, frente a nuestro Creados el Vidui es una oportunidad para reconocer quienes somos, con todas nuestras flaquezas y con todas nuestras virtudes. Debemos reconocer todos nuestros errores pero también debemos darnos la posibilidad de reconocer todo lo bueno y noble que realizamos durante el año.
El rav Kook termina su enseñanza al respecto con algunas diferencias entre cada uno de los tipos de “Viduim”. El vidui que nos lleva a la Teshuva debe ser pronunciado a diario (en la plegaria de Tajanun) y cada día de las Slijot. Debe ser dicho en plural y en voz alta en presencia de la congregación. Públicamente debemos reconocer nuestros desaciertos para dar testimonio que hemos identificado nuestros yerros y que esperamos no volver a repetirlos. El otro tipo de vidui, el cual se desprende del antiguo mandamiento del Vidui Maaser, el vidui de reconocimiento de que hemos obrado de forma correcta debe ser dicho en voz baja y una vez cada tanto (¡dos veces en siete años!). En otras palabras: no debemos andar gritando por el mundo todas nuestras virtudes ni tampoco debemos hacerlo todo el tiempo, sino de vez en cuando para evitar así que los humos se nos suban mucho a la cabeza.
Los días del juicio se aproximan. Y la justicia ha sido representada desde el mundo antiguo con una balanza. Nuestras plegarias también deben ser una balanza personal. Debemos estos Iamim Noraim buscar el equilibrio en nuestros corazones. Durante el vidui debemos golpear suavemente nuestros corazones cada vez que reconocemos un error en nosotros mismos, sin embargo también debemos en ese instante tratar de darnos una palmada en la espalda cada vez que recordamos alguna buena acción que hemos realizado.
Quiera Dios que podamos todos tener una vida equilibrada y un año equilibrado, una vida con aciertos y desaciertos. Una vida en donde podamos reconocer todo lo malo pero también todo lo bueno que hay en cada uno de nosotros.
Shana Tova uMetuká.