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¿Qué tienen en común la zarza ardiente con un huevo hervido? Leyeron bien. Sé que es una pregunta extraña pero en la respuesta radica una hermosa enseñanza. ¿Qué tienen en común estos dos elementos tan disimiles con el pueblo judíos? Antes de seguir leyendo el comentario, tómense unos segundos para pensar su respuesta… Aquí va la mía.
Comencemos con el principio. En la Parashá de esta semana, la primera del libro que inauguramos este Shabbat, nos encontramos con uno de los episodios más conocidos de la saga bíblica. Moshé se encuentra con Dios por primera vez. Aquel ex príncipe de Egipto se encuentra pastando ovejas en las tierras de Midian y Dios se le revela por primera vez. Es interesante que Dios, omnipotente y poderoso, como suele presentarlo el Tanaj, se le revela a Moshé en una pequeña zarza, en un pequeño arbusto en el medio de un monte en el medio de la nada, en la inmensidad del desierto. Extraña elección para un Dios todopoderoso.
¿Por qué Dios decide revelarse en un Sne Boher, en una zarza ardiente, en un arbusto prendido fuego que no se consumía? Me gusta pensar que lo hace para darle una elección a Moshé. De forma simbólica le está diciendo al futuro redentor del pueblo judío que el pueblo que debe sacar de Egipto es como aquella zarza ardiente. Hace más de 400 años viven en Egipto, hace más de 200 años son esclavos, son torturados y viven oprimidos. Sin embargo hace más de 400 años que no pierden su identidad, que no dejan de anhelar volver a su tierra. Hace más de 200 años que no se doblegan y que no son consumidos por el fuego arrollador que los abrasa. El pueblo judío, le dice el Santo, bendito sea, a Moshé es como aquella zarza ardiente, un pueblo que a pesar del fuego y del horror no se deja consumir. Mantiene viva su fe y su esperanza, y su esperanza y fe los mantiene vivos.
Ahora, creo que hemos respondido de forma satisfactoria la primera parte de la pregunta. Pasemos ahora a la segunda parte. ¿Y qué tiene que ver el huevo hervido con todo esto? En nuestra Parashá no aparece ningún huevo hervido, pero en la festividad que recuerda nuestra liberación de Egipto sí encontramos un huevo. En la Keará situamos durante la celebración de Pesaj un huevo hervido. Por un lado porque esto nos recuerda a un antiguo sacrificio que se realizaba en los días festivo, pero por otro lado porque el huevo hervido es un fiel reflejo del pueblo judío.
Piensen por un instante en la mayoría de los alimentos que usualmente cocinan. Al entrar en contacto con el fuego los mismos usualmente se ablandan. La papa, utilizo este ejemplo por ser mi comida favorita, al ser hervida se ablanda hasta casi desintegrarse. Sin embargo el huevo, como el pueblo judío, tiene una característica muy especial: el fuego lo hace más fuerte. El pueblo judío no es sólo como una zarza ardiente que no es consumida por el fuego sino que somos como un huevo que cuanto más calor y cuanto más fuego hay a nuestro alrededor más unidos y más fuertes nos volvemos. No nos (utilizando un término culinario) licuamos ante la adversidad, ante el horror o lo desafíos, sino que todos estos factores nos cohesionan y nos fortalecen. Y así dice la Torá sobre el pueblo de Israel en Egipto: «Pero cuanto más los oprimían, tanto más se multiplicaban y crecían» (Shemot 1:12)
En uno de los tratados menores del Talmud encontramos la siguiente enseñanza: “Y así está dicho también: “Una generación va, y otra generación viene; mas la tierra siempre permanece”[1], es decir, un reinado va y otro viene mas Israel por siempre se mantiene.”[2] Somos un pueblo que hemos visto pasar a decenas de imperios, a grandes potencias que luego desaparecieron con el correr de las generaciones. Pero aquí estamos, lo hemos visto todo y aún hoy nuestros ojos siguen contemplando el mundo que nos rodea. Somos un pueblo eterno.
Mi deseo, este Shabbat, es que nunca más debamos ser fortalecidos por fuegos externos. Que nunca más necesitemos de la opresión exterior para hacernos fuerte internamente. Quiera Dios que podamos fortalecernos y perpetuarnos en el tiempo por nuestro fuego interior. Que aquella llama que vibra al interior de cada judío se encienda como una antorcha y que pueda así iluminar su mundo y el mundo que nos rodea. Que sean las velas de este Shabat las que iluminen nuestros hogares y traigan calor a nuestros corazones.
¡Shabat Shalom!
[1] Eclesiastés 1:4
[2] Perek Hashalom 1:1
lástima que siempre necesitamos un sné boér, סנה בוער u otras cosas calientes para cohesionarnos, deberíamos de hacerlo sin necesidad de estos elementos externos y ocurre al revés, cuando más tranquilo se encuentra el pueblo judío, sin acosos, hostigamientos, persecusiones, más se corre de su maravillosa identidad y de su milenaria e inteligente cultura, Shabbát shalom umevoréjet