En Parashat Vaetjanan el decálogo –los Aseret HaDivrot- son repetidos ante una nueva audiencia. Los hijos y nietos de aquellos hombres y mujeres que escucharon los mandamientos al pie del monte Sinaí son quienes están prontos a escuchar el mensaje eterno de Dios. Antes de la lectura de los Aseret HaDivrot la Torá nos dice (Devarim 4:44): “Ésta es, pues, la ley que Moshé puso delante de los hijos de Israel.” Este versículo es cantado cada vez que se lee en público la Torá. Al finalizar la lectura levantamos el Sefer Torá ante los ojos de toda la comunidad y señalamos cuál es el pasaje que se lee aquel Shabat. Todo un pueblo, en cada comunidad, vuelve a ser testigo de la revelación divina.
Quiero detenerme en esta oportunidad en una palabra del aquel versículo: “Asher SAM Moshe – Que PUSO Moshe”. Rabi Ioshua ben Levi realiza un juego de palabras y nos regala el siguiente Midrash (Talmud, Ioma 72b): “Si el hombre es meritorio, [la Torá] será para él como una droga de vida (SAM Jaim); si no lo es será para él como una droga de muerte (SAM Mitá). ¿Qué significa que uno sea meritorio de la Torá? ¿Cómo para algunos la Torá puede ser algo que de vida y para otros algo que la destruya?
Rabi Iehuda de Vilna compara la Torá con la lluvia. Así dice en Parashat Azinu (Devarim 32:2): “Caiga como la lluvia mi enseñanza”. La Torá es como la lluvia, no distingue el lugar donde cae. Si la lluvia cae en un prado donde crecen bellas flores entonces florecerán. Si la lluvia cae sobre un campo de cardos y espinas entonces serán ellos quienes crecerán.
Nosotros somos aquel campo y la Torá es la lluvia. De nosotros depende cómo las enseñanzas de la Torá afectarán nuestra vida. La Torá es un hermoso regalo, que puede convertirse en la mejor de las medicinas. Sin embargo, también, las palabras de Torá encierran un peligro, lo cual hace que quizás –Dios no lo permita- la misma se convierta en el peor de los venenos.
Cómo afectará la Torá en nosotros depende de quiénes somos y de qué buscamos. Una lectura desde una mente cerrada y prejuiciosa de la Torá, de sus historias y sus mandamientos, pueden transformarnos en hombres y mujeres xenófobos y fanáticos, anquilosados en una verdad que niega las opiniones ajenas. Pueden transformarnos en fundamentalistas religiosos que en su afán de defender la “causa divina” generan dolor y sufrimiento en otros. Las enseñanzas de Torá, sin embargo, pueden también ayudarnos a encontrar lo divino en cada rostro, a intentar reparar el mundo, a hacer de cada acto un momento sagrado. Las enseñanzas de la Torá, sus mitzvot y sus valores, pueden ayudarnos a unir a la sociedad tras objetivos nobles donde el amor y la solidaridad sean los faros. No han sido pocos los que han usado a la religión y a la “causa divina” a través de las generaciones para consagrar sus ansias de poder, causando miseria y muerte a millones de personas. Sin embargo tampoco han sido pocos los que a través de los mensajes eternos de la Torá han permitido guiar a millones a poder vivir una vida más apegada a lo sagrado.
Antes de repetir los Aseret HaDivrot, Moshé le recuerda algo más al pueblo (Devarim 5:3): “No hizo el Señor este pacto con nuestros padres, sino con nosotros, con todos aquellos de nosotros que estamos vivos aquí hoy”. La Torá no les fue entregada solamente a nuestros antepasados lejanos sino que se renueva en cada generación. Y cada generación tiene a su vez la obligación de elegir cómo leer la Torá ya que la última palabra de Dios no está en la Torá, aquella es sólo la primera. En la Torá sólo figuran las consonantes, somos nosotros los lectores quienes debemos elegir con qué vocales leer la Voz Divina.
Cada vez que alzamos la Torá es una nueva oportunidad para preguntarnos cómo decidiremos leer nuestro texto sagrado.
Shabat Shalom
Uriel Romano
Desde Uruguay, Muchas gracias. Shabat Shalom!
gracias!!