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Parashat Bemidbar | Fuego, Agua y Desierto

By mayo 23, 2014No Comments

Comenzamos está semana a leer el Sefer Bemidbar, el libro del desierto, el libro de los cómputos y censos.  Sin embargo no nos encontramos en cualquier desierto sino en el desierto del Sinaí.

Los sabios (Bemidbar Rabah I) enseñan que la Torá fue entregada por tres motivos. Por tres cosas fue entregada la Torá: por el fuego, el agua y el desierto.

Comencemos con el fuego. Algunos explican a que este fuego hace referencia a las nubes y humo que brotaban del Monte Sinaí a la hora que el Eterno se disponía a entregar la Torá. Por merito de ese fuego que ardía en el monte la Torá se nos fue entregada la palabra de Dios. Otros sin embargo dicen que ese no es el fuego al cual los sabios hacen referencia sino que aquel fuego es el de Abraham. El Midrash cuenta que cuando Abraham reconoció a Dios en el mundo y comenzó a enseñar en torno al monoteísmo el rey pagano Nimrod lo metió en un horno de fuego mas milagrosamente por la fe Abraham sobrevivió. Tenemos el fuego entonces del Monte Sinaí y el de Abraham. Sin embargo considero que puede haber un tercer fuego que nos haya hecho meritorios de la entrega de la Torá: el fuego de la pasión. Dios en su infinita comprensión, incomprensible para el ser humano, consideró que el pueblo de Israel se convertiría con el correr de las generaciones en un pueblo apasionado por el estudio de la Torá. La pasión que llevo a miles de nuestros hermanos durante la edad media a dar su vida por defender sus creencias. La pasión de millones de judíos como todos nosotros, como ustedes y yo, que en tiempos vertiginosos, de consumismo y de corridas, como estos, nos damos la oportunidad de vez en cuando a volver a apasionarnos con las melodías de Shabat o con las enseñanzas de la Torá. Humo, Abraham y pasión. Los motivos del fuego.

Sigamos ahora con el agua. La escena que antecede a la entrega de la Torá hace referencia a que el monte Sinaí estaba rodeado de rayos y relámpagos, y donde hay rayos y relámpagos seguramente también se avecina el agua. En el libro de los Jueces (capitulo 5), en el canto de la jueza Debora se nos dice que allí también las “nubes gotearon agua”. Recibimos la Torá hace tres mil años envueltos en una ligera lluvia que nos refrescaba del intenso calor del fuego y del desierto. Otros comentaristas, sin embargo, consideran que aquella agua que nos hizo meritorios de que la Torá se nos sea entregada fue el agua de Najshon. El Midrash nos cuenta que las aguas del mar de los juncos no se abrieron porque Moshé las tocó con su bastón sino porque un hombre, Najshon ben Aminadab, decidió arrojarse y solamente cuando las aguas le llegaron al cuello finalmente las mismas se abrieron. Por la fe y la confianza de Najshon es que la Torá se nos fue entregada. Creo, sin embargo, que existe otra explicación. El agua, en la literatura judía clásica, es comparada con la Torá. El agua espiritual e intelectual del pueblo judío es la Torá. Tal como no podemos estar tres días sin beber agua, no podemos estar tres días sin abrevar de la sabiduría de la Torá. Dios reconoció el valor que le daría el pueblo de Israel a Su Torá, en sus propias vidas y por eso decidió entregarnos la Torá. Vio como millones de hombres y mujeres durante las generaciones leerían cada semana, cual carta de amor, la Torá encontrando en cada nuevo encuentro nuevas enseñanzas e interpretaciones. Gotas de lluvia, Najshon y la Torá como agua. Los motivos del agua.

Vayamos ahora sí al Midbar, al desierto. ¿Por qué la Torá se entregó en el Midbar? ¿Por qué se eligió un lugar inhóspito y desconocido para marcar uno de los momentos más trascendentes de la historia del pueblo de Israel? ¿Por qué Dios decide revelarse en el desierto? Muchas y variadas son las respuestas que la tradición judía nos da a la hora de responder a esta pregunta. Quiero compartir hoy con ustedes algunas de las respuestas a este interrogante:

  1. Porque una pequeña luz en una ciudad muy iluminada no cambia la vida de nadie, sin embargo una pequeña luz en el medio de la oscuridad del desierto ilumina a todo un pueblo. La Torá es aquella luz que supo iluminar brillando sin encandilar a cientos de generaciones. Hubo civilizaciones a lo largo de la historia que su luz supo encandilar, los romanos, los griegos, los egipcios, pero luego de algunos siglos el exceso de luz los consumió. El pueblo de Israel, sin embargo, es como aquella pequeña estrella en medio de la inmensidad y la oscuridad del desierto, no encandila, su luz es tenue pero eterna.
  2. Porque el desierto es “gratuito”. Porque el desierto no es de nadie y es de todos. Porque los valores que se encuentran en la Torá son universales y les pertenecen a toda la humanidad. Porque nadie puede adueñarse de las palabras de la Torá, sus mensajes son universales. Según el Midrash en aquel desierto Dios le ofreció la Torá a cada uno de los pueblos, sin embargo quien decidió comprometerse con ella fue solamente el pueblo de Israel.
  3. Porque nadie es dueño del desierto. Porque nadie es dueño de la verdad y de la correcta interpretación. Porque si la Torá hubiera sido entregada en el territorio de alguna de las doce tribus de Israel aquella tribu se creería dueña y señora de la Torá. Por eso la Torá se entregó en el desierto, para enseñarnos que la Torá no le pertenece a nadie y le pertenece a todos, porque el desierto es amplio y permite diversos caminos y sendas, como así también lo permite el estudio de la Torá con sus infinitas interpretaciones.
  4. Porque el desierto es inabarcable, porque tal como la Torá, el desierto se asemeja a un lugar que nunca termina, para cualquier lado que volteamos nos encontramos con la inmensidad. Así también es la Torá, cuando comenzamos a creer que sabemos y que algo hemos entendido y estudiado nos damos cuenta que el camino recién comienza y que ni siquiera podemos vislumbrar el fin. La Torá y sus enseñanzas son infinitas como la arena en el desierto.
  5. Porque el desierto, así como la Torá, siempre es un camino, un lugar de pasaje y no un destino. El desierto fue para nuestro pueblo un lugar de tránsito donde un grupo de esclavos aprendió a ser libre. La Torá debe ser para nosotros no una meta sino un camino. Hoy día hay fundamentalistas que comprenden que en la Torá comienza y termina todo, que no hay nada más que la Torá; la Torá es su meta. Para nosotros la Torá debe ser un camino donde la meta sea la posibilidad de un encuentro más íntimo con nuestro prójimo y con Dios.
  6. Porque para recibir la Torá, algo que haremos en dos semanas durante Shavuot, debemos convertirnos a nosotros mismos en un desierto, en un midbar. Debemos hacernos desierto para recibir la Torá. Debemos ser humildes como el desierto, amplios de mente y de horizontes. Debemos vaciarnos a nosotros mismos, debemos sacarnos los prejuicios y preconceptos, debemos estar vacios como el desierto. Debemos animarnos a creer y a tener confianza en Dios y en nosotros mismos, como aquel que se aventura a atravesar el desierto. Al acercarnos a la Torá debemos estar como aquel que se encuentra perdido en el desierto siempre en busca de algo. Debemos hacernos desierto, hacernos midbar, para poder recibir la Torá.

Bishlosha Dbarim Nitná Torá: Esh, Maim veMidbar. La Torá fue entregada por tres motivos. Por tres cosas fue entregada la Torá: por el fuego, el agua y el desierto.

Quiera Dios que acercándonos a Shavuot podamos todos volver a sentir pasión por aquellas cosas que amamos. Que podamos encontrar el manantial de agua que a cada uno lo mantiene con vida; y finalmente que podamos aprender a ser y a estar en el desierto siempre en búsqueda de un sentido.

במדבר רבה (וילנא) פרשת במדבר פרשה א

ז וידבר ה’ אל משה במדבר סיני למה במדבר סיני מכאן שנו חכמים בג’ דברים ניתנה התורה, באש, ובמים, ובמדבר, באש מנין (שמות יט) והר סיני עשן כולו וגו’ ובמים מנין שנאמר (שופטים ה) גם שמים נטפו גם עבים נטפו מים ובמדבר מנין וידבר ה’ אל משה במדבר סיני ולמה ניתנה בג’ דברים הללו אלא מה אלו חנם לכל באי העולם כך דברי תורה חנם הם שנאמר (ישעיה נה) הוי כל צמא לכו למים, ד»א וידבר ה’ אל משה במדבר סיני אלא כל מי שאינו עושה עצמו כמדבר הפקר אינו יכול לקנות את החכמה והתורה לכך נאמר במדבר סיני.

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