“Cuatro son los comienzos del año”, así comienza una Mishná muy famosa de la tradición rabínica. Según los sabios de la tradición de Israel hay cuatro fechas que marcan distintos comienzos del año. El primero de Tishrei, Rosh Hashana, es el año nuevo de los “años”, desde allí marcamos los años que transitamos. Sin embargo en el mes de Shvat es el año nuevo de los árboles y el primero de Nisan es el año nuevo de las festividades.
Si ya tenemos cuatro ¿Por qué no sumamos un quinto? Los judíos, tanto dentro como fuera de Israel, sienten o han sentido una fuerte ambivalencia con el año nuevo “cuasi-universal”, aquel que se celebra mañana, el primero de enero. ¿Debemos los judíos celebrar este año nuevo que “no nos pertenece”?
El origen de esta festividad se remonta, como la Navidad, a una celebración pagana del imperio romano. Los antiguos romanos conmemoraban el año nuevo rindiendo culto al Dios Janus, que da origen al mes de January (enero). Janus, según la mitología romana, es el dios de los portones, los comienzos y las transiciones. El cristianísimo, producto desarrollado durante el imperio romano, adoptó está fecha del primero de enero como el inicio del año y la superpuso con la circuncisión de Jesús 8 días después de la Navidad.
Como vemos el origen de esta festividad nada tiene que ver con nosotros, con el pueblo judío. Sin embargo, y nadie lo puede negar, todos los judíos utilizamos más el calendario gregoriano que nuestro propio calendario hebreo. Recordamos y celebramos nuestros cumpleaños (otra tradición foránea adoptada por nuestra tradición) por el calendario gregoriano. Nuestras vacaciones, nuestra escolaridad y nuestros trabajos se ven atravesados por el primero de enero. Si nos preguntan en qué año estamos todos contestamos primero 2013 antes que 5774.
¿Entonces? Entonces adoptamos. El judaísmo a lo largo de su historia ha adoptado tradiciones y costumbres de los pueblos que lo circundaban sin perder nunca su propia identidad. La realidad es que el primero de enero ha perdido su significación pagana y cristiana. Es una fiesta de los comienzos. Una celebración que mancomuna a un mundo dividido y fragmentado. La antigua imagen de Janus, aquella deidad romana que dio origen a esta celebración, se la representaba con un hombre de dos caras. Una mirando al pasado y la otra al futuro. Estos días, tales como en nuestro Rosh Hashaná, son momentos en los cuales miramos el año que pasó, hacemos un balance, un Jeshbon Hanefesh, y depositamos nuestros anhelos en el año que vendrá.
Entonces podemos decir: Shana Tova!