- Cada día, desde hoy al anochecer hasta el próximo miércoles, debemos encender la Janukia.
- Cada día debemos aumentar la luz por esta razón cada día encendemos una luminaria más que el día anterior. Las mismas se colocan (mirando la Janukia) de derecha a Izquierda; y cada día se va a agregando una a la izquierda y esta es la primera que se enciende.
- El horario ideal para el encendido de Janukia es entre el ocaso y salidas de las estrellas (en Buenos Aires las 20 15 hs aproximadamente). Sin embargo las mismas se pueden encender, si es necesario, desde Plag Minja (en buenos Aires desde las 18 20 hs aproximadamente) y durante toda la noche.
- Todos los aceites y velas están permitidos para usar en Januká. La única condición es que deben durar por lo menos una media hora.
- La Janukia debe ser colocada del lado externo de la puerta de nuestras casas o en nuestras ventanas; debemos mostrarles a los demás el milagro de Januká.
- La Janukia debe ser colocada a una altura visible para todos, ni muy alta, ni muy baja. Desde los 30 centímetros hasta los 10 metros de altura podemos colocarla.
- Todos pueden encender la Janukia, hombres, mujeres y niños que ya tienen la capacidad de comprender lo que están haciendo.
- La mitzvá se cumple con el encendido de las luminarias, por ende si se apaga una de las llamas no es necesario volver a prenderla.
- Las brajot (bendiciones) se pronuncian antes del encendido. El primer día se pronuncian tres y los restantes siete días solamente dos. Las dos brajot que siempre realizamos, en el siguiente orden, son: Baruj Ata Adonai Eloheinu Melej Haolam Asher Kidshanu Bemitzvotav Vetzivanu Lehadlik ner Januca. Baruj Ata Adonai Eloheinu Melej Haolam Sheasa nisim laavoteinu baiamim haem bazman Haze. Y el primer día agregamos al final la bendición de Shejeianu.
- Luego de las bendiciones y de encender de izquierda a derecha las luminarias acostumbramos a cantar Hanerot Halalu y Maoz Tzur. Es costumbre también comer cosas con mucho aceite durante estos días y dar un pequeño regalo cada día de la festividad.
Un rabino, mucho tiempo atrás, enseñó en que radicaba la diferencia entre el pueblo judío y las demás naciones. ¿En qué consiste la eternidad del pueblo judío? le preguntaron cierta vez. Él contestó que la respuesta estaba en la luz. Grandes pueblos han existido a lo largo de la historia con una luz que encandilaba; iluminaban al mundo pero luego de un tiempo aquella intensidad los cegaba y se apagaban. El pueblo judío, en cambio -contestó aquel maestro- es como la Janukia. Su luz es tenue y continua. Su luz no encandila sino que ilumina, no quema sino que da calor. Su luz aumenta con el paso del tiempo.
El primer día no encendemos todas las velas de nuestra Janukia, para no quemarnos ni agobiarnos con tanta luz, sino que cada día vamos aumentando en luz y en santidad. Cada día vamos aportando algo nuevo a nuestras vidas y al mundo. La singularidad del pueblo judío radica en su capacidad de dar luz, de ser una luz para las naciones. Una luz que no quema más sabe guiar. Una luz que nos ilumina en los momentos de mayor oscuridad.
Jag Urim Sameaj! Feliz fiesta de las luces!