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Parashat Vaishlaj

By noviembre 15, 2013No Comments

No en Su Nombre

 En nombre del Nombre más sagrado se han cometido las peores masacres humanas. “En nombre de Dios” gritaban las hordas cristianas durante la inquisición. “En nombre de Dios” gritaba Baruj Goldstein mientras acribillaba a hombres en una cueva. “En nombre de Dios” gritan los terroristas musulmanes suicidas previo a inmolarse.

 La Torá esta semana nos cuenta un relato desgarrador. La violación de Dina, la hija de Yakov, y la posterior venganza de sus hermanos, Shimon y Levi. Estos hombres con dolor y furia arremeten de forma sangrienta contra toda la población de Shjem, y los asesinan de forma despiadada buscando “redimir” la violencia ejercida por uno de aquellos hombres con su hermana.

 El Netziv (Rabi Naftali Tzvi Iehuda Berlin) nos relata que cada uno de los hermanos tenía un motivo diferente a la hora de perpetrar semejante matanza. Uno de ellos quería vengar el daño que le habían hecho al honor familiar. Este deseo es considerado un Esh Zará, un fuego extraño, es decir: un motivo inaceptable. La motivación del otro hermano era su celo divino. Este segundo fuego, termina enseñando el Netziv, debe ser sumamente cuidado y controlado ya que si no se dirige en forma adecuada puede generar un daño incalculable. Y así ocurrió.

 

El Netziv nos está enseñando el peligro de creer que actuamos en nombre de Dios. El peligro de creernos sus guardianes. Actuar en Su nombre puede ocasionar tragedias humanas sin igual. Es por eso que la Torá no se queda callada. La Torá condena la actitud de Shimon y Levi, el asesinato en nombre de Dios. Es por eso que cuando Israel en su lecho de muerte bendice a sus hijos, a Shimon y Levi los maldice: “Simeón y Leví son hermanos; Armas de iniquidad sus armas.  En su consejo no entre mi alma, Ni mi espíritu se junte en su compañía.  Porque en su furor mataron hombres…Maldito su furor, que fue fiero; Y su ira, que fue dura.  Yo los apartaré en Yakov, Y los esparciré en Israel” (Bereshit 49:5-7). 

 Nadie aquí en la tierra tiene derecho a matar, agredir, someter o humillar en nombre de Dios. Su altar derrama lagrimas con cada victima que es asesinada o mancillada invocando Su nombre. Como enseñaba Abraham I. Heschel: “o Dios es el Dios de toda la humanidad o no es el Dios de nadie”. 

 Los cabalistas le dan un hermoso apodo a Dios: Mekor Hajaim, fuente de vida. Dios es el impulso constante y eterno hacia la vida; hacia una vida sagrada y significativa. El Dios del amor, el Dios del espíritu de todo ser viviente, nunca puede llamar a la muerte de un ser humano.  Nunca puede incentivar la violencia, la intolerancia o el odio. Quien cree escuchar un mensaje semejante de Dios, sepa que no es Dios quien habla sino sus propios prejuicios y sus odios.

 Quiera Dios que siempre podamos escuchar el eco de Su voz. Que de aquel susurro podamos interpretar un mensaje de amor y de Shalom.

 Shabbat Shalom!

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