7/11/2013. 15:00 hs. Bet El, Buenos Aires.
Estaba hoy compartiendo una clase con mis talmidim de quinto grado. Estábamos estudiando desde el Tanaj una de las historias más apasionantes del rey David y de repente se escucha un trueno que nos sacude a todos. Sabíamos que llovía pero todos vimos el destello de un relámpago y escuchamos el estruendo de un trueno que nos sacudió.
Inmediatamente dos talmidim se paran y salen corriendo. No sabía porqué. Pensé que tenían miedo, sin embargo cada uno fue corriendo directamente a su armario y fue a buscar un Sidur. No entendía porqué hasta que en un momento, uno de los chicos me dice: «Moré, la braja que nos habías enseñado! Ahora podemos decirla!» Yo ya me había olvidado. Hacía unos meses les había enseñado que nuestros rabinos nos decían que cada instante que vivimos puede ser sagrado y que para cada ocasión existe una bendición. Les enseñé entonces la bendición que hacemos cuando olemos un perfume, cuando vislumbramos una belleza de la naturaleza, cuando nos maravillamos con un arco-iris o cuando vibramos con un trueno o un relámpago.
En ese instante le dije a uno de mis talmidim: «En la página 350 del Sidur. Decí la Braja y todos contestamos amén». Así lo hicimos. Fue un momento hermoso. Del susto por el trueno, a través de una simple braja, todos nos dibujamos una sonrisa. Fue uno de esos instantes donde uno afirma la importancia de la educación, un instante que me llenó de orgullo y de alegría. Cuando uno está seguro de lo que enseña y lo transmite con pasión y amor el mensaje siempre llega. Será por eso que los rabinos dijeron: «las palabras que salen del corazón llegan al corazón».
Evocando a aquella bendición que hoy un talmid mio pronunció: «Bendito eres Tu Adonai cuya fuerza y poder cubren todo el mundo»