Está semana leemos de la Torá la famosa historia de Yaakov y su hermano Esav. Cuando Esav hambriento le vende la primogenitura a su hermano Iaakov. Todo a cambio de un guiso de lentejas. Está hermosa historia es un gran ejemplo para enfrentar uno de los desafíos más importantes que debemos hacer cuando nos acercamos al texto bíblico. Tenemos dos formas de leer la Torá: con Roshí o con Rashí.
Roshí (mi cabeza): cada vez que leemos la Torá y e intentamos despojarnos de los prejuicios y de las enseñanzas de la morá shoshana lo estaremos haciendo con nuestras propias ideas. Intentamos leer el texto en su sentido más literal posible, en su sentido llano. Leemos el texto con ojos propios. Si leemos está parasha con Roshí no nos sería díficil plantear que el «malvado» de la historia es Iaakov por engañar tanto a su padre como a su hermano; y que el «bueno o simple» es Esav.
Rashí (comentarista medieval): cada vez que leemos la Torá con los ojos de un comentarista judío medieval nuestra razón comienza a nublarse, abandonamos lo que serían nuestras propias deducciones en pos de las enseñanzas de nuestros antepasados. No comprendemos la Torá en su sentido más simple sino a través del Midrash. Leemos el texto con ojos prestados. Si leemos está parashá con Rashí el malvado de la historia será el sanguinario, bruto y grosero de Esav mientras que el justo, bondadoso y estudioso será Iaakov, aquel que solía estudiar Torá en alguna Ieshiva del desierto.
Roshí y Rashí, Rashí y Roshí. Ambas son formas válidas y dignas de estudiar la Torá. Ambas sn necesarias para hacer un estudio cabal y profundo del texto bíblico. Sin embargo cuando una anula a la otra todos salimos perdiendo. Cuando Roshí elimina a Rashí perdemos el sentido de pertenencia a la historia interpretativa de nuestro pueblo, nos perdemos de apreciar las hermosas enseñanzas que extrajeron nuestros antepasados. Cuando Rashí elimina a Roshí perdemos autonomía, capacidad de reflexión y libertad de pensamientos. Perdemos la capacidad de diferencias entre el texto y sus interpretaciones, entre «historia» y fabula.
Por un judaísmo con más Roshí, con más libertad de pensamiento, y con más Rashí, con mayor conocimiento de nuestras fuentes.
Shabbat Shalom!