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El siete de octubre de 2023 fue un día de consternación. Un Tohu vaVohu, un vacío de poder, una anarquía, un desorden de proporciones bíblicas. Cerca del mediodía en Israel, cuando las fuerzas de seguridad comenzaron a dimensionar lo que estaba ocurriendo, Israel, como Estado, empezó a tomar la iniciativa. Combates en los kibutzim cercanos a Gaza, persecuciones para neutralizar a los terroristas que circulaban por calles y avenidas, recuperación de ciudadanos escondidos. En menos de 24 horas, el peligro dentro del territorio israelí había sido «controlado». Los 130 cruces de la valla de seguridad que habían sido abiertos comenzaron a ser cerrados. Los casi 6,000 terroristas y ciudadanos de Gaza que se infiltraron en Israel fueron abatidos, capturados o regresaron a Gaza. En los días siguientes, se comenzó a identificar a quienes habían sido asesinados ese día, a quienes estaban secuestrados con vida en Gaza, y a quienes seguían desaparecidos.

Israel pasó a la ofensiva. Aunque tardó casi un mes para que las tropas terrestres entrarán en Gaza, ya en la noche de aquel siete de octubre, los aviones del IDF atacaban posiciones de Hamas. La pregunta que surgió entonces fue: ¿Rehenes o seguridad nacional? ¿Buscar un acuerdo, lo que implicaría liberar terroristas presos en Israel a cambio de los secuestrados, o dejar de lado a los secuestrados y tratar de liberarlos con presión militar y operaciones de alto riesgo, ocupándose de aniquilar a Hamas por el bien de la seguridad nacional?

En Israel, y en la diáspora, hasta el día de hoy se escuchan ambas voces. Están quienes están en contra de negociar con Hamas, liberar terroristas y buscar una resolución no militar de la guerra, con ciertas concesiones, abogando por la necesidad de no repetir el “error de Guilad Shalit”. En aquel entonces, Israel liberó a más de 1,000 terroristas, entre ellos Sinwar, responsable de la planificación de la masacre de Simjat Torá de 2023, a cambio de un soldado israelí secuestrado en Gaza. Para este sector, la seguridad nacional tiene preponderancia sobre los secuestrados. Si se los rescata en operaciones militares, bien, y si no, son un “sacrificio” necesario para evitar que Hamas vuelva a fortalecerse.

En el otro lado, la voz que se escucha aboga por el retorno con vida de los secuestrados, incluso si eso implica liberar terroristas con las manos manchadas de sangre. Este sector sostiene que la única posibilidad real de liberar con vida a la inmensa mayoría de los rehenes secuestrados no es a través de operaciones militares, sino mediante negociaciones, cediendo en algunos puntos como ocurre en toda negociación.

Este es el debate, de magnitudes morales bíblicas y de razonamiento talmúdico, en el que se encuentra dividido Israel. ¿Rehenes o seguridad nacional? Esa es la pregunta. Si bien queremos, y predicamos, estar unidos como pueblo en tiempos de guerra, nos encontramos enfrentados internamente frente a este dilema. Hay quienes quieren desestimar el dilema y decir que no hay contradicción, que la única forma de liberar realmente a los secuestrados y procurar su bienestar es intensificando las acciones bélicas y las operaciones de rescate. Con humildad, deberíamos ver que esto es simplemente una mentira y manipulación. En noviembre se llegó a un acuerdo: de los más de 250 secuestrados, 110 volvieron con vida en aquel momento. En casi 11 meses de guerra, solo 7 secuestrados fueron liberados con vida en 4 operaciones militares (la primera y la última casi por casualidad, una muy al comienzo de la guerra y la última la semana pasada; las dos intermedias fueron hazañas militares dignas de una película de Hollywood). En una famosa operación frustrada, fueron los mismos soldados israelíes quienes confundieron a secuestrados con terroristas y los mataron. Tres murieron a causa de balas israelíes. A lo largo de estos últimos meses, más de una decena de cuerpos de secuestrados asesinados fueron recuperados por el IDF en Gaza. Sin embargo, la noticia de los últimos seis secuestrados que fueron asesinados a sangre fría hace unos días nos volvió a impactar. La inmensa mayoría, si no todos, los anteriormente recuperados sin vida habían muerto el mismo 7 de octubre, y los desgraciados terroristas habían secuestrado sus cuerpos. Estos seis, siendo Hersh quizás el nombre que más recordamos, estuvieron con vida en un túnel de Gaza por más de 320 días y fueron asesinados por Hamas.

Soy un rabino que trata de mantenerse apartado de la política, sea americana, argentina o israelí. Soy un rabino que cree que tiene la capacidad de no tratar al otro de estúpido si no piensa como yo, sino de tratar de entender el peso de sus argumentos. Y sin desestimar la posición de uno de estos dos campamentos dentro de nuestro pueblo, hoy siento que sería deshonesto de mi parte no tomar públicamente partido. No pienso que todos los que privilegian la seguridad nacional sean malintencionados, desalmados o extremistas; entiendo sus preocupaciones y su posicionamiento. Pero debo ser honesto frente a Dios y mi comunidad diciendo que creo que están equivocados. Y lo digo sin tapujos: lo urgente hoy, y desde hace casi 11 meses, es recuperar con vida a todos los secuestrados, incluso ante una posibilidad futura que haga peligrar la seguridad nacional. Y sí, creo que hay que negociar con Hamas. Deseo con todo mi corazón que Hamas sea erradicado de la Tierra hasta el último de sus miembros, pero más deseo traer con vida a cada uno de los secuestrados. Y si la forma de hacerlo es en la mesa de negociaciones, liberando terroristas y dejando de lado el ahora famoso “corredor de Filadelfia”, así debe ser. El problema urgente es regresar con vida a los secuestrados. El problema importante a futuro es evitar que lo que se ceda en la mesa de negociaciones vuelva a perjudicarnos, pero para eso hay tiempo, inteligencia y fuerza militar de sobra. Para traer con vida a los secuestrados, no.

Todavía hay más de 100 secuestrados en Gaza. No sabemos cuántos con vida.

Pidion Shvuim, redimir a los cautivos, es uno de los pilares del judaísmo y uno de los ejes medulares de la sociedad israelí. Cada ciudadano israelí sabe (o sabía) que su país haría lo imposible por traerlo de vuelta a casa en caso de ser secuestrado, incluso si eso implica la locura que significó liberar a 1,000 terroristas para recuperar a Guilad Shalit. Es parte del ethos judío e israelí: la vida de cada ser humano, de cada judío, de cada israelí, es invaluable. Y nuestros enemigos, lamentablemente, lo saben. Nuestros desalmados pero inteligentes enemigos saben la importancia que le damos como judíos e israelíes a cada uno de nuestros ciudadanos. Ellos no son carne de cañón o escudos, son almas, y como pueblo y nación, saben que haremos todo para recuperarlos. ¡Por eso secuestraron a 250 personas aquella fatídica mañana!

De los 613 mandamientos, solo dos son llamados «Mitzvá Rabbah», un gran mandamiento: dar tzedaká y Pidion Shvuim. Tzedaká cuando un pobre no tiene que comer es urgente; luego podemos ocuparnos de transformar la sociedad para que nadie pase hambre y todos tengan un trabajo digno. Pero lo urgente es darle de comer. Pidion Shvuim, cuando uno de nosotros está en cautiverio, es urgente, ya que su vida está en juego; luego podemos ocuparnos de rearmar la seguridad nacional.

Sin duda, no priorizar a los secuestrados y no hacer un acuerdo, como el de Guilad Shalit o el de noviembre pasado, enviará un importante mensaje a nuestros enemigos del terrorismo islamista: no negociamos con terroristas, es todo o nada, y los destruiremos completamente. Sin embargo, también enviará un mensaje muy importante a la sociedad israelí y a cada uno de sus ciudadanos: no negociamos con terroristas, ustedes y cada uno de nosotros somos prescindibles si de la seguridad nacional se trata. ¿Desincentivará esto futuros secuestros? Tal vez, pero lo que logrará con certeza es que más cuerpos sin vida de secuestrados regresen a sus hogares.

Todo estudiante de Talmud conoce la frase «Shema beBari Bari Adif», «entre la duda y la certeza, la certeza tiene precedencia». Esta noción vuelve a aplicarse en este debate: hay una certeza, porque lo vivimos en noviembre pasado, de que una negociación lleva a la liberación con vida de secuestrados, más de 100. Y hay una duda sobre si esto perjudicará la seguridad nacional israelí en el futuro. Y entre la certeza y la duda, la preferencia siempre está en la certeza: la certeza presente frente a la duda futura.

Esta semana leemos Parashat Shoftim, casi ominoso en estos días. Comienza diciéndonos: «Jueces y policías pondrás en las puertas de tus ciudades». La búsqueda de la justicia y la seguridad: dos de los tópicos más en boga en Israel, desde los debates por la reforma judicial hasta los actuales debates durante la guerra. Pero luego nos dice: «Tzedek, Tzedek Tirdof», justicia, justicia perseguirás. Una de las frases más famosas de la Torá. Y nuestros Sabios de bendita memoria se preguntan una y otra vez por qué se repite la palabra «justicia» dos veces. Y dentro de las múltiples voces de nuestra tradición, el Talmud dice: «Echad le din ve echad le psharah», una por la aplicación absoluta de la justicia y otra por la negociación.

A veces, la forma de alcanzar la «justicia» es ser absolutistas, ver la vida en blanco y negro, en términos de verdad y mentira, y luchar por lo «justo» hasta las últimas consecuencias, sin concesiones. Y sí, sería lo justo, sería tzedek que el IDF pudiera destruir absolutamente a Hamas, inhabilitar todo su poder político, social y militar, y liberar en operaciones militares a todos los secuestrados con vida, sin que ningún inocente ni soldado israelí muriera en combate. Eso sería lo «justo», pero no vivimos en ese mundo ideal. La vida no es ideal ni perfecta, y mucho menos lo es la guerra o los conflictos políticos. Por eso, quizás, hay que escuchar y seguir esa segunda versión de tzedek/justicia, la que nos llama a la mediación y la concesión. La que busca un punto intermedio. Desde mi humilde perspectiva, si nos quedamos en el discurso del Nitzajón Muchlat, la victoria total, esta nunca llegará porque siempre habrá algo más. Ese primer tzedek creo que es ideal, pero inalcanzable. Es entonces el segundo tzedek, el que nos habla de llegar a un acuerdo (sí, incluso con nuestros enemigos, incluso con quienes quieren matarnos, incluso a expensas de un peligro futuro), el que debemos seguir este Shabat. El tzedek que busca un acuerdo, no perfecto, pero acuerdo al fin, que traiga con vida a cada uno de nuestros hermanos y hermanas secuestrados por Hamas.

Fue Shimon Peres quien dijo: «Mi ideal sería negociar con el Rey de los Países Bajos; lamentablemente, tengo que negociar con Arafat». Se negocia con el enemigo. Dejemos la frase «no negociamos con terroristas» para Hollywood y para declaraciones grandilocuentes de jefes de Estado. Siempre ha habido, y debe haber, negociaciones, y toda negociación implica ceder en parte. Lo absoluto, lo total, es difícil de alcanzar en la guerra, y si se logra, será una victoria pírrica, una victoria con un gran costo para quien salga victorioso.

«Bring them home now» no debe ser solo un eslogan. Debe ser una política de Estado. Es la demanda del pueblo israelí (aún con los peligros que solo ellos conocen) y es la demanda de la tradición judía.

En memoria de Ori Danino, Carmel Gat, Hersh Goldberg-Polin, Eden Yerushalmi, Alexander Lobanov y Almog Sarusi.

Y rezando por todos aquellos secuestrados que todavía no han regresado a casa.

Shabat Shalom, 

Rabino Uriel Romano

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