Hay un adagio del Talmud que dice: «אף על פי שאין נחש יש סימן» – aunque no podemos usar la adivinación, podemos utilizar los signos (Chulin 95b, con Rashi). No soy de los que creen en los «códigos secretos de la Biblia», no creo que los versículos bíblicos profeticen sobre el futuro… y sin embargo, de vez en cuando, al releer la Torá y el Tanach a la luz de acontecimientos actuales, su relevancia es asombrosa. Con lo que voy a compartirles hoy, no quiero que piensen ni por un instante que la Torá, en toda su santidad y relevancia, anticipe los fatídicos sucesos del sábado 7 de octubre último, del último Simchat Torah. Y sin embargo, al leer y releer el versículo que les voy a compartir, con todos sus comentaristas medievales e interpretaciones, no puedo pasarlo por alto. Necesito compartirlo con ustedes… pero recuerden que no es una adivinación ni un presagio, sino un símbolo, un signo para pensar y llamarnos a la reflexión.
La Torá dice al comienzo de Parashat Noaj, explicando las razones por las cuales Dios decidió como medida última (y extrema) traer un diluvio sobre el mundo:
«וַיַּ֧רְא אֱלֹהִ֛ים אֶת־הָאָ֖רֶץ וְהִנֵּ֣ה נִשְׁחָ֑תָה כִּֽי־הִשְׁחִ֧ית כׇּל־בָּשָׂ֛ר אֶת־דַּרְכּ֖וֹ עַל־הָאָֽרֶץ׃ וַתִּשָּׁחֵ֥ת הָאָ֖רֶץ לִפְנֵ֣י הָֽאֱלֹהִ֑ים וַתִּמָּלֵ֥א הָאָ֖רֶץ חָמָֽס׃ וַיֹ֨אמֶר אֱלֹהִ֜ים לְנֹ֗חַ קֵ֤ץ כׇּל־בָּשָׂר֙ בָּ֣א לְפָנַ֔י כִּֽי־מָלְאָ֥ה הָאָ֛רֶץ חָמָ֖ס מִפְּנֵיהֶ֑ם וְהִנְנִ֥י מַשְׁחִיתָ֖ם אֶת־הָאָֽרֶץ׃»
La tierra se corrompió ante Dios; la tierra se llenó de Hamás. Cuando Dios vio cuán corrupta estaba la tierra y cómo toda carne había corrompido sus caminos en la tierra, Dios dijo a Noé: «He decidido poner fin a toda carne, porque la tierra está llena de Hamás a causa de ellos. Estoy a punto de destruirlos junto con la tierra.» (Génesis 6:11-13)
A propósito, no traduje una de las palabras centrales de estos versículos… ¡leyeron bien: Hamás! Dios dice que destruirá el mundo porque el mundo se ha llenado de «Hamás». ¿Qué significa Hamás en hebreo bíblico? La mayoría de las traducciones lo traducen como violencia. Dado que el mundo se llenó de una violencia inusitada, comenzando con el asesinato de Caín a Abel y aumentando en cada generación que pasó, Dios decidió destruir el mundo y comenzar de nuevo. Hamás es violencia, pero eso no es todo. Como es un término poco frecuente (aunque no exclusivo de estos pasajes), los comentaristas bíblicos judíos en la Edad Media entendieron que Hamás es mucho más que mera violencia. Estas son algunas de las otras interpretaciones posibles del término: robo (Rashi), robo, opresión y el secuestro de mujeres (Ibn Ezra), conducta sexual inapropiada (basado en Jeremías 51:35, ver Chizkuni), idolatría (basado en Ezequiel 8:17), derramamiento de sangre inocente (basado en Joel 4:19). Y lo más impactante, Onkelos traduce la palabra Hamás como «חֲטוֹפִין» (rehenes): ¡el mundo estaba lleno de rehenes! Y aún más fascinante, según el Baal Haturim, el valor numérico de la palabra Hamás (108) es igual a Gehinom (infierno) en la Guematria. Hamás representa el infierno en la tierra y abrió las puertas del infierno en Gaza, como lo dijo el ministro de defensa israelí hace unos días.
«אף על פי שאין נחש יש סימן» – ¡a pesar de que no podemos usar la adivinación, podemos utilizar los signos! ¿Cómo dejar pasar este signo, especialmente en una semana como esta? ¿Qué podemos aprender en medio de esta guerra entre Israel y Hamás (el epítome bíblico de la violencia y el barbarismo) de esta «casualidad» bíblica?
En primer lugar, debemos recordar aquel famoso pasaje de Pirkei Avot 5:2, donde se nos habla de la paciencia divina. Según la tradición bíblica y rabínica, hubo 10 generaciones entre Adán y Noé, y cada una de ellas resultó más degenerada y corrupta que la anterior. Dios, en su paciencia prolongada, quiso darle al mundo 10 oportunidades para que se redimiera. La primera generación desobedeció a Dios y comió del fruto prohibido; la segunda generación un hermano asesinó al otro, y así sucesivamente. Los últimos actos bárbaros de hace dos semanas quizás nos hayan despertado a muchos. Quizás Israel y el mundo occidental en general fueron demasiado pacientes y benevolentes. Intentaron dar una y otra oportunidad al liderazgo palestino para hacer la paz, para aceptar la existencia del Estado de Israel, para encontrar puentes de diálogo y salidas pacíficas al conflicto, para mejorar el espíritu y las condiciones materiales de su pueblo. No sé si fueron 10 generaciones, pero seguro que fueron más de cuatro. Y sin embargo, lo que comenzó con un pogromo en 1929 en Hebrón (lo que muchos marcan como el año 1 del conflicto árabe-israelí) terminó con un pogromo mucho más sanguinario casi 100 años después.
Quizás la lección más dolorosa del comienzo de Parashat Noach y de este pasaje de Pirkei Avot es que a veces intentamos parchar lo que está roto, intentamos enmendar lo que está torcido, pero como nos recuerda el Eclesiastés: «Lo que está torcido no se puede enderezar, y lo que falta no se puede contar.» (1:15)… y sin embargo, como comenta Joshua Kulp en su interpretación de ese pasaje de Pirkei Avot: «También aprendemos que Dios no tolerará la provocación para siempre; finalmente traerá el juicio». En términos similares, podríamos decir que Israel ha despertado finalmente y no podrá seguir tolerando provocaciones terroristas por siempre.
La comunidad judía del mundo y el Yishuv en la tierra de Palestina aceptaron la Declaración Balfour en 1917, aceptaron las recomendaciones de la Comisión Peel (1936), aceptaron la partición de las Naciones Unidas (1947). La comunidad judía, o al menos sus líderes más pragmáticos, siempre han tenido una visión minimalista y no maximalista en cuanto a la tierra. Cualquier pedazo de tierra, aunque no fuera la «Israel bíblica» ni todo el territorio deseado, sería mejor que nada. En cambio, cada uno de los líderes árabes y palestinos de la región siempre ha tenido una lectura maximalista: todo o nada. Hasta el día de hoy, simpatizantes palestinos de todo el mundo gritan en las marchas «desde el río (Jordán) hasta el mar (Mediterráneo)», lo que implica que quieren que todo el territorio sea parte de un futuro Estado Palestino, y eso implica que para que eso suceda, siete millones de judíos deben ser exterminados.
El Hamás en los tiempos bíblicos no nació de un día para otro, sino que se construyó durante diez generaciones. El Hamás que azota a Israel y al mundo civilizado en nuestros días no nació de un día para otro, sino que se gestó en cuatro generaciones. Primero fueron los ejércitos de los países árabes vecinos. Israel ganó cada una de aquellas guerras que nunca inició. Luego decidieron seguir con atentados terroristas, asesinando a sangre fría a deportistas israelíes en unas olimpiadas. Luego siguieron volando autobuses, poniendo bombas en discotecas y restaurantes, continuaron con ataques a cuchillo contra soldados y civiles, atropellando a hombres y mujeres en las calles de Israel, arrojando piedras y disparando a los autos en sus autopistas, lanzando cohetes indiscriminadamente durante años a la población civil… Israel lo «toleró». Israel y el mundo decidieron jugar a ser «buenos vecinos», pensando que la propia población palestina vería que es mejor hacer la paz con la próspera Israel que seguir viviendo en la pobreza, dominada por sus líderes corruptos e ineficaces. Y sin embargo, el horror absoluto, el Hamás en su sentido más pleno, apareció finalmente hace dos semanas atrás en el pogromo más grande que jamás la humanidad presenció en vivo y en directo.
Cuando la tierra se llena de Hamás, cuando la paciencia de años de intentos de dar segundas y terceras oportunidades se termina, quizás es tiempo de un diluvio. Es duro pensarlo y más duro decirlo. Según el Midrash, durante 120 años, Noé estuvo construyendo el arca, y cuando la gente le preguntaba para qué lo estaba haciendo, él contestaba que Dios traería un diluvio debido a la perversidad de la humanidad. Según el Midrash, la gente se reía de él y no le creía. Lo mismo viene sucediendo en el mundo desde hace décadas. Muchos advierten y señalan la perversidad moral del integrismo islámico y del liderazgo palestino, pero muchos idealistas, pacifistas, intelectuales y políticos de izquierda no quisieron ver… no quisieron ver el fanatismo y el terrorismo que nacía ante sus ojos, el Hamás que llenaba el mundo de odio, mentiras y perversión.
El tiempo ha llegado de traer un diluvio que termine de una vez por todas con Hamás (y el fanatismo islámico) en la región. La gente se preguntará: ¿y después de eso, qué vendrá? ¿cómo se verá el mundo, la región, Gaza, el día después del diluvio? Nadie lo sabe… nadie sabe con certeza qué ocurrirá con Gaza en los días posteriores. Israel debe ser implacable en esta ocasión. Estoy seguro y deseo que Israel no pierda su humanidad mientras hace caer su diluvio sobre Gaza. Confío y veo que Israel sigue tomando precauciones para asegurar que la población civil gazatí sufra lo menos posible en esta desgarradora guerra. Lamentablemente, debido a que la guerra es así, porque Hamás se esconde entre la población civil y porque nunca una bomba puede ser tan precisa, muchos inocentes palestinos morirán. Nuestra humanidad no debe permitirnos celebrar esas muertes. No debemos alegrarnos jamás, debemos evitar con todos los recursos posibles que mueran inocentes. Pero algunos morirán, y debemos aceptarlo como una triste realidad.
Estos son los primeros días del diluvio. En los tiempos bíblicos, el diluvio duró cuarenta días. Nadie sabe cuántos serán en nuestros días. Luego del diluvio, la tierra tardó casi un año en secarse. Recién entonces apareció el arcoíris, símbolo de la renovación del mundo. Diez generaciones pasaron de Adán a Noé, y el mundo fue llevado a la destrucción, pero luego tomó otras diez generaciones ascendentes de crecimiento intelectual y moral para llegar a los tiempos de Abraham. Querida comunidad, las cosas estarán mucho peor antes de que mejoren, y sin embargo, tengo fe, tengo esperanza. Tomará meses o años, pero el sol volverá a brillar y el arcoíris volverá a iluminar el cielo.
Nuestra comunidad, cada comunidad, debe convertirse en un arca en estos tiempos de tormenta. Estemos juntos, acompañémonos, lloremos, recemos, cantemos en comunidad. Elevemos nuestra voz, el arma más poderosa del pueblo judío, en busca de la paz verdadera, la justicia por los asesinados, la devolución de los rehenes y el bienestar de los heridos.
Am Israel Jai!