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Akiva, mi Jevrutá

 

“La Torá no es adquirida sino solamente en un grupo [Javurá]” (b. Berajot 63b)

“Desorden, algarabía, gesticulación vehemente, idas y venidas incesantes; así se presenta el Beit Hamidrash: la casa de estudio que sirve de sinagoga, y también, en numerosas ocasiones, de comedor. Los estudiantes de Talmud carecen de la quietud del monje. El silencio no es la regla… Los protagonistas de esta guerra del sentido intentan comprender, interpretar y explicar. Raramente de acuerdo, felizmente, sobre el sentido del pasaje estudiado, van a consultar al maestro que explica, toma una posición sobre las tesis propuestas y calma por un instante el combate apasionado de los que consultan. El Beit Hamidrash conoce una efervescencia ininterrumpida en la que, tanto de día como de noche, resuenan las voces, el rumor infinito del estudio.” (Marc-Alain Ouaknin, El libro quemado)

 

El autor de Kohelet (Eclesiastés) nos dice: “Mejores son dos que uno” (4:9) y la tradición rabínica convierte este principio en un vector central de su programa de estudio: la “Jevrutá”. Javer es compañero pero también amigo. “Jevrutá” es el proceso de estudio con un otro, del estudio compartido. En contraposición con la noción del monje estudiando en soledad y en silencio, la tradición rabínica nos enseña que la forma ideal del estudio es con un otro. Es el diálogo, la discusión, el ida y vuelta, las preguntas y las respuestas, las que fortalecen a los “gladiadores de la Torá”. Tan es así que el famoso obrador de milagros Joni HaMeaguel llegó a decir cuando no encontró con quien estudiar y compartir Torá la famosa frase: “Javrutá o Mitutá – Compañía o muerte” (b. Taanit 23a). 

 

Decodificar la Torá se transformó en la tarea principal del movimiento rabínico hace unos 1900 años, y para eso nuestros Sabios establecieron un modelo: para un mejor entendimiento del texto el estudio debía ser con un otro. A través del debate y de la guerra de sentidos y significados la comprensión del texto mejoraría. Una de las principales fuentes que loan al estudio en compañía la encontramos en b. Taanit 7a: 

Dijo Rabí Jama bar Janina: ¿Por qué está escrito: “Hierro con hierro se aguza” (Prov. 27:17)? Para decirte a ti que de la misma forma que un hierro con otro se afilan mutuamente así también los estudiantes de Torá se afilan mutuamente en materias de Halajá.  

 

El estudio compartido y el debate nos afilan, sacan nuestra mejor versión, nos vuelven más meticulosos y precisos. Y así continúa el Talmud diciéndonos: 

 

Raba bar bar Jana dijo: ¿Por qué las palabras de Torá son comparadas con el fuego, como está dicho: “¿No es mi palabra como fuego, dice Adonai…?” (Jer. 23:29)? Para decirte a ti que tal como el fuego no se enciende en soledad así también las palabras de la Torá no son retenidas en soledad. 

 

Pasamos del hierro al fuego. Ahora los sabios de Torá no son comparados con dos pedazos de hierro que se afilan y perfeccionan mutuamente sino con el fuego. Una sola rama no puede iniciar un fuego, necesita de otra rama para prenderlo. Es la fricción entre ellas las que enciende la hoguera. Lo mismo sucede con el estudio de Torá. Un solo estudiante no puede retener la información en soledad. En el estudio compartido, en el debate, en la repetición incesante de los versículos, en la itinerancia, la Torá puede ser retenida. Todos estudiando Torá separados somos como maderos esparcidos en el campo, sin fuego y sin luz, pero cuando nos unimos podemos llegar a elevar el fuego de la Torá y expandir su luz. El Talmud luego sigue condenando a aquellos estudiantes de Torá que deciden estudiar en soledad. Los trata de tontos y dice que tienen “una espada en sus cuellos” para concluir luego con esta poderosa enseñanza: 

 

Rav Najman bar Itzjak dice: ¿Por qué las palabras de la Torá son comparadas con un árbol por cuanto está dicho: “Un árbol de vida para quienes se aferran a ella” (Pro. 3:18)? Para decirte a ti que tal como un pequeño madero puede encender a un madero más grande de la misma forma los sabios menores pueden afilar a los grandes sabios. Y ésto es lo que dijo Rabí Janiná: “Mucho he aprendido de mis maestros, y de mis compañeros más que de mis maestros pero de quienes más he aprendido fue de mis estudiantes”.

 

Del hierro, al fuego y ahora a los maderos. Nuevamente se repite la idea de que un estudiante de Torá, un sabio, afila, agudiza, afina al otro sabio en su entendimiento del texto bíblico. Se mejoran y se potencian mutuamente. Sin embargo, en esta nueva comparación surge una nueva dimensión: esto no solo ocurre con dos sabios de la misma estatura, de un nivel de conocimientos similar, sino que también sucede “de menor a mayor”. No solo los maestros pueden afilar la comprensión de sus estudiantes, no solo dos compañeros de estudio pueden potenciarse entre sí sino que incluso un estudiante principalmente a través de sus preguntas puede ayudar a su maestro a comprender más. La frescura de un estudiante enfrentándose con el texto por primera vez le permite hacer preguntas nuevas, permite al maestro renovar las preguntas y también la mirada. Esta noción continúa la interpretación de Ben Zoma del versículo bíblico que afirma: “Más que todos mis enseñadores he entendido” (Sal. 119:99). En una expresión popular similar a la española “el alumno supera al maestro”. Los rabinos sin embargo leen este versículo de la siguiente forma: “De todos mis maestros he entendido”. Es decir que según Ben Zoma la sabiduría reside “en aprender de toda persona” (Pirkei Avot 4:1). Esta idea profundiza la noción de que el intercambio de saber no es solo de “mayor a menor” sino también de “menor a mayor”. En ese encuentro entre maestro-estudiante, vueltos compañeros de estudio, Javrutá, es donde se potencia el conocimiento. 

 

En la antigüedad, en los primeros siglos de la era rabínica cuando este modelo de estudio se volvió una práctica corriente, existieron miles de Javrutot (pl. de Javrutá). Es más, los célebres 24.000 alumnos de Rabí Akiva que murieron durante la revuelta de Bar Kojvá contra Roma son presentados en el Talmud no como 24.000 alumnos sino como “12 mil parejas de estudiantes” (b. Yevamot 62b). La búsqueda de aquel Javer (lit. compañero) era parte esencial del proceso educativo y de la sociedad rabínica. Este Javer tenía fines educativos pero también sociales: “Uno debe buscar un Javer con el cual comer y beber, recitar las escrituras y repetir las tradiciones orales rabínicas, dormir y compartir todos los secretos, los secretos de la Torá y los secretos de las cosas mundanas” (Avot deRabi Natan, A 8). El compañero de estudios se transformaba en el compañero, en el amigo, en el confidente para toda la vida. En este contexto comprendemos la famosa máxima de Ioshua ben Perajia: “Hazte de un maestro, adquiere un amigo [Javer]…” (Pirkei Avot 1:6). Todo judío debía salir al encuentro de un Rav, de un maestro, que lo guié y que le enseñe Torá pero a su vez, de igual importancia y urgencia, era la necesidad de aquirir, de buscar y procurar un Javer, un compañero con el cual estudiar, profundizar y debatir las enseñanzas del Rav. 

 

Es posible que este modelo educativo haya surgido como consecuencia del modelo general de estudio de la antigüedad. Según se sabe en los meses de Adar (previo a Pesaj) y Elul (previo a Rosh Hashaná) había grandes asambleas populares de encuentros de sabios y estudiantes en las grandes Yeshivot. Estos encuentros eran llamados “Kalot” (Kalá en singular). Pero lo más interesante era el proceso en preparación a aquel encuentro. Al finalizar cada Kalá los maestros proponían el estudio de un tratado en particular y luego cada uno de los presentes tenía seis meses para estudiarlo. Y no lo hacían solos sino que ahí entraba a jugar un papel central: el Javer. En Javrutot se dividían todos los asistentes a las Kalot para estudiar el tratado propuesto y luego varios meses después en la próxima Kala cada una de las Jevrutot presentaba sus dudas o conclusiones a los grandes maestros y estos respondían también a cualquier inquietud que haya surgido. Más de 2000 años después este modelo continúa vigente en la currícula de la inmensa mayoría de las Yeshivot. Cada día el estudio de Talmud se hace en dos partes: Seder y Shiur. A la mañana, por lo general, las Jevrutot se disponen a estudiar juntos las páginas o secciones talmúdicas estipuladas por el maestro. Durante dos horas (o más) los estudiantes se sientan enfrentados en las salsas de estudio en una disputa incesante por el saber, por deducir la lógica del texto, por intentar encontrar nuevos entendimientos (jidushim) o presentar grandes cuestionamientos (kushiot). El rabino durante estas horas no imparte cátedra sino que se sienta él mismo en su propia silla a estudiar con su propia Jevrutá. Cada uno a su nivel, durante esas horas todos están sentados en igualdad de condiciones frente al texto. De vez en cuando el maestro responde alguna duda pero luego vuelve a sentarse y continúa su estudio. Al finalizar este espacio de Seder la anatomía de la sala de estudio cambia y los estudiantes ya no se sientan enfrentados entre sí sino que todos giran sus sillas y bancos para ver al rabino que pasará ahora nuevamente a repasar el texto estudiado, a responder todas las kushioit y a presentar sus propios jidushim

 

A lo largo de la historia, hemos dicho, han existido entonces un sinfín de Javrutot sin embargo, quizás la más celebrada en todo el Talmud, más allá de la famosa dupla Rava-Abbaye (s. IV, Babilonia), fue la de Rabí Iojanan y Reish Lakish (s. III, Galilea). Rabí Iojanan bar Napajá era ya un gran sabio cuando en un momento ve en el Jordán a un bruto gladiador judío llamado Shimon bar Lakish. Este maestro promete convertir al gladiador en un gran sabio. Y así lo hace hasta que la relación Rav-Talmid, maestro-discípulo, se transforma en Talmid-Javer, discípulo-compañero, por los grandes avances del ahora llamado Reish Lakish. Y sin embargo una pelea, un mal entendido, el ego y la intransigencia separa a estos dos compañeros y amigos y causa incluso la muerte de Reish Lakish. Ante la pérdida de su Javrutá Rabí Iojanan se angustia y los grandes sabios tratan de buscar un reemplazante, un nuevo Javer. Y esto es lo que nos cuenta el Talmud (b. Baba Metzía 84a) al respecto:

 

Reish Lakish murió y Rabi Iojanan se angustió mucho. Los sabios se dijeron: “¿quién irá para calmar su mente?” Dejemos que vaya Rabi Eleazar ben Pedat, cuyas disquisiciones son muy sutiles. 

Entonces él fue y se sentó frente a él; y sobre cada palabra que transmitía Rabi Iojanan, él señalaba: “hay una enseñanza que apoya tu postura”. Le dijo: “¿Eres acaso tú como el hijo de Lakisha? Cuando yo solía exponer una ley, el hijo de Lakisha solía traer 24 objeciones, sobre las cuales yo traía 24 respuestas, lo que traía aparejado una mayor comprensión de la ley, mientras que tú lo único que dices es “hay una enseñanza que apoya tu postura” ¿acaso yo no sé mis dictámenes son correctos?” 

Entonces fue y rasgando sus vestiduras y llorando. ¿Dónde estás hijo de Lakisha? ¿Dónde estás?, decías. Y lloró hasta que su mente se perdió. Entonces los rabinos pidieron clemencia por él, y murió.

En este maravilloso relato vemos el aporte esencial en el proceso educativo del Javer. Rabí Eleazar ben Pedat sin duda era un gran sabio sin embargo no era una buena Javrutá. Lo que Rabí Iojanan buscaba era su Reish Lakish, era otro sabio que tuviese no la capacidad de buscar otra cita rabínica que apruebe su postura o tesis planteada sino que busque una cita que lo refute, que lo cuestione. Así construyen el saber Rabí Iojanan y Reish Lakish. Rabí Iojanan presentaba una tesis y Reish Lakish buscaba en su nuevo arsenal, ya no en las armas de los gladiadores, sino en los versículos bíblicos y en las tradiciones orales rabínicas, argumentos para contrarrestar a su compañero y maestro. Y a Rabí Iojanan esta batalla intelectual lo animaba a depurar más cada uno de sus argumentos, a plantear 24 nuevos argumentos y soluciones frente a los 24 contraargumentos presentado por su colega. Las Jevrutot se convertían en acérrimos rivales durante el estudio pero luego de terminar la sesión de estudios debía volver la armonía y la amistad. Así enseña al respecto el Talmud (b. Kidushin 30a):

 

¿Qué significa la frase “enemigos en la puerta”? Dijo Rabí Jiá bar Abá: “Incluso un padre y su hijo, un maestro y su estudiante, que están ocupados en el estudio de la Torá. En una puerta se convierten en enemigos los unos con los otros [mientras están estudiando] pero no se pueden mover de allí hasta que se conviertan nuevamente en amantes…

 

Los Sabios eran conscientes que en la intensidad del estudio, en el calor del debate, en el fulgor de las discusiones aquellas Jevrutot podrían dañar su relación. Aunque el ideal de aquellos debates “por el saber”, de aquellos cuestionamientos “para depurar la comprensión”, de aquellas preguntas “para provocar otras lecturas” tenían un fin noble muchas veces podrían llegar a ofender y molestar (como vimos en el caso de Rabí Iojanan y Reish Lakish). Los “gladiadores de Torá” podían olvidarse que su arena de lucha era solamente durante lo que dura la sesión de estudios y es solamente una actuación para mejorar el entendimiento, para ayudarse mutuamente. Podían olvidarse que todo era una personificación y podían creer que aquella enemistad era real. Por dicha razón Rabí Jiá bar Abá advierte al respecto que la pelea por el saber debe comenzar y concluir durante la sesión de estudio. Deben ingresar en la puerta de la discusión como enemigos pero no pueden volver a atravesarla para salir hasta que hagan las paces. 

 

Decidí escribir este prefacio hablando sobre la Jevrutá, compartiendo este concepto judío fundamental, ya que en los últimos dos años Ignacio, o Akivá, se transformó en una de mis Jevrutot. En un compañero de estudio, en un compañero en la reflexión, en un compañero en el debate. Como hemos visto el Talmud, la fuente de la cual abreva este libro sus innumerables historias y enseñanzas, nos dice que un maestro también aprende de sus estudiantes y termina de alguna forma u otra convirtiéndose en estudiante él mismo. Eso me ocurre cada vez que abro la Torá o el Talmud en una clase con miembros de mi comunidad, vengo a enseñar pero termino aprendiendo. Pero como se imaginaran, hay alumnos y alumnos. Ignacio es uno de esos alumnos que no aparecen todos los días. No todos los alumnos después de un curso anual de historias y relatos talmúdicos deciden ellos mismos ahondar con profundidad en los textos estudiados para poder escribir un libro. Como rabino, como maestro, es un orgullo y un privilegio compartir el maravilloso mundo del Talmud con alumnos como Ignacio al cual hoy puedo no solo llamar “mi Talmid (estudiante)” sino como dicen los Sabios “mi talmid-javer (mi estudiante-compañero)”. 

 

Con el correr del tiempo encontré en Ignacio un verdadero compañero en el estudio. No solo un estudiante, no solo un compañero sino también un maestro. Con sus preguntas, sus miradas, sus cuestionamientos, su pensamiento casuístico, sus comparaciones y también sus divagues (muy talmúdico dicho sea de paso), me mostró lecturas de estas historias que aquí presenta que nunca había considerado. Y ese precisamente es el gran desafío del Talmud. El famoso filósofo judeo-aleman Franz Rosenzweig inmortalizó una frase maravillosa: «el judaísmo no es mi objeto sino mi método». Y humildemente creo que Ignacio comprendió cabalmente que el Talmud no es solo un objeto, un texto, sino también un método. Que cada historia, cada debate, cada ley en sus más de 2700 páginas, es una oportunidad para enriquecernos como personas y como sociedad. Que cada historia presenta un mundo de significados. Que más importante que el debate en sí que puede estar en cualquier página del Talmud la mayor enseñanza es el arte del debate, de comprender que cada relato puede ser interpretado de setenta formas posibles. Que es imprescindible que nuestra sociedad se constituya como un folio talmúdico presentando en su interior posiciones disímiles, debates y enfrentamientos pero que busque también la unidad. Que las discusiones no se queden en la superficialidad sino que buceen las profundidades. 

 

Con gran alegría les presento este maravilloso libro. Un libro para judíos y no judíos. Un libro el cual convierte al Talmud no solo en un objeto sino en un método. Un libro para pensar. Un libro para gozar. Un libro para discutir. Un libro para escribir en sus márgenes. Un libro para deconstruirnos y para volver a construirnos. 

 

Rab. Uriel Romano

 

16 de Abril de 2021

4 de Yiar de 5781

 

Para descargar el libro hacer click aquí: https://talmud.digital/wp-content/uploads/2021/12/La-Discusion-es-Salud_Ignacio-Massocco.pdf

 

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