En los tiempos talmúdicos se acostumbraba que al levantarse y ponerse de pie cada mañana la gente diga: “Baruj Zokef Kefufim – Bendito el que yergue a los doblados”. Hoy en día realizamos esta bendición dentro de las Birkot HaShakar, las bendiciones matutinas. Al desperezarnos, al ponernos de pie, al erguir nuestro cuerpo le damos gracias a Dios por esa capacidad de un nuevo despertar, por esa posibilidad de andar con la cabeza en alto y el torso erguido. Esto es en un sentido particular, individual pero lo mismo ocurre a nivel nacional como pueblo de Israel.
Parashat Bejukotai que cierra el libro de Levítico nos presenta una serie de bendiciones, de seguir los mandamientos divinos o por el contrario una avalancha de maldiciones de desviarnos de aquellos. La justificación bíblica de la fidelidad el pueblo judío para con Dios y como consecuencia el deber de cumplir los mandamientos se encuentra en el siguiente versículo de la Parashá: “Yo soy Adonai su Dios, que los saqué de la tierra de Egipto para que no fueran esclavos de ellos; rompí las varas de su yugo y los hice andar erguidos.” (Lev. 26:13).
El término que aquí traducimos como “andar erguidos” en hebreo es Komemiut. Un término poco usual en la Torá. Komá en hebreo significa altura y esto hace volar la imaginación del Talmud diciendo que en un futuro, en los tiempos mesiánicos, Dios hará crecer en estatura a todos los judíos haciéndolos algo así como “gigantes”. Algunos sugieren que cada quién medirá 100 metros y otros sugieren 50 (Baba Batra 75a). Según esta interpretación la bendición estará una altura desorbitante que le permitirá a los judíos, muchas veces sometidos a otros pueblos, mirar ahora al resto de la humanidad desde un lugar de superioridad. Sin embargo hay otra lectura e interpretación posible del término Komemiut, y es también la más difundida.
Algunos lo traducen en su sentido más metafórico“y lo hizo andar en libertad”(Targum Onkelos), otros sin embargo lo traducen como BeKoma Zekufa(Targum Ierushalmi), lit. con la altura recta o más bien con el cuerpo erguido. Al sacarnos de la esclavitud Dios nos hace recuperar nuestro cuerpo, permitirnos ponernos nuevamente de pie pudiendo andar otra vez con el cuerpo erguido y la cabeza en alto. El comentario antiquísimo del Sifrá dice al respecto: “con el cuerpo erguido sin temer a ninguna criatura”. La libertad nos permitió creer nuevamente en nosotros mismos, sentir confianza de quienes somos. El Rashbam (1085-1158) lo interpreta aún más simbólicamente: “Al sacarle el yugo, la cabeza se endereza”. Los animales, y los esclavos, trabajaban en la antigüedad sometidos a pesados yugos, anillos de metal sobre sus cuellos que no les permitía mirar en alto. Lo único que podían ver eran sus propios pies. El liberarnos del yugo de la esclavitud le permitió a nuestro pueblo mirar hacia adelante y hacia arriba, volver a confiar en sí mismos, volver a tener fe. La bendición entonces no estará en una altura descomunal sino en la posibilidad de ver al otro de igual a igual, no desde un lugar de superioridad ni tampoco de inferioridad.
Durante generaciones, aún después de la esclavitud en Egipto, hubo quienes quisieron doblegar a nuestro pueblo, hacerlo caer de rodillas, obligarlo a andar encorvado, sometiéndolo a yugos de todo tipo, desde físicos hasta simbólicos. Guetos. Pogromos. Burlas. Libelos. Impuestos. Prohibiciones. Ropajes distintivos. Sin embargo, cada mañana al levantarnos repetimos “Baruj Zokef Kefufim – Bendito el que yergue a los doblados”,volvemos a recordar el mensaje de nuestra Parashá el cual nos advierte que Dios ya rompió las cadenas de nuestro yugo y nos hizo andar erguidos hacia nuestra tierra prometida. Ahora nos toca a nosotros cada día volver a erguir nuestras espaldas y levantar nuestra frente y andar con orgullo de nuestra identidad.
Dios nos invita a andar erguidos por la vida. No con un porte de soberbia ni creyéndonos superiores a otros sino a estar humildemente erguidos y con la cabeza en alto conscientes y orgullosos de quienes somos. El estar con la cabeza en alto nos permite ver a los otros a los ojos, como iguales, no desde un lugar de inferioridad ni de superioridad. Nos permite con nuestro propio cuerpo decir “este soy yo” y “aquí me quedo”.
Como judíos hemos vivido en carne propia lo que significa el yugo, lo que significa andar con la cabeza gacha. Es nuestro deber imitar a Dios (ver. b.Sotá 14a) y ayudar a otros que están doblados a erguir sus cuerpos. Es nuestro deber ayudar a otros que todavía deben vivir mirando el suelo por los prejuicios sociales a ponerse de pie, a erguir sus cuerpos y a mirar en alto. Dios ya nos sacó de nuestro Egipto hace 3200 años pero hay muchos otros que todavía viven en su propio Egipto con Faraones, reales o inventados, que no les permite asumirse quienes realmente son o quieren ser. Debemos ser nosotros aquellos que ayudemos humildemente a los quebrados y doblados a ponerse de pie, dándole palabras de aliento, llenándolos de dignidad y ayudándolos a ver el mundo de igual a igual.
Por un mundo en el que todos podamos andar erguidos, orgullosos de quienes somos, seguros de nosotros mismos y con la cabeza en alto para poder seguir avanzando.
Shabbat Shalom,
Rab. Uri