“Véndeme en este día tu primogenitura” (Gén. 25:31) le dice Iaakov a Esav y este la desprecia y se la vende a su hermano a cambio de un plato de lentejas. Este es quizás uno de los pasajes centrales de nuestra Parashá y uno de los cambios parádigmaticos más importantes del Tanaj. Más allá de la más que cuestionable actitud de nuestro patriarca Iaakov esta historia es parte de una trama más profunda del Tanaj que intenta transformar el estatus biólogico de la Bejorá (primogenitura) por una elección basada en la meritocracia. En el Antiguo Oriente Próximo, como también lo fue en gran parte de las monarquías y feudos medievales, la herencia estaba determinada por la biología y no por los méritos de los hijos. El primer hijo (varón también vale aclarar) que naceira heredaría (la doble porción de tierra bíblicamente hablando) y el reinado o el feudo (durante la edad media), ademas del estatus y el liderazgo de facto de la familia/tribu en ambos casos.
El Tanaj viene a transformar esta estructura pero desde adentro. No elimina el concepto de la primogenitura (noción cuasi eliminada en la modernidad) pero sí cambia radicalmente quien debe heredar. Si prestan atención hay casi una constante intalterable a lo largo de la Biblia: ¡quien hereda la primogenitura no es técincamente hablando el primogenito! o bien ¡el líder no necesariamente, como esperaríamos, es el mayor de los hermanos sino muchas veces el menor!
Demos algunos ejemplos: el hijo mayor de Abraham era Ishmael pero su heredero espiritual fue Itzjak. El hijo mayor de Itzjak (la trama que comienza en nuestra Parashá) es Esav pero quien recibe la primogenitura es Iaakov. Iaakov tiene 12 hijos hombres y quien debió recibir la primogenitura era Reuven, el hijo de su vigor, pero por una transgresión él no será el líder de las tribus sino que este líderazgo será compartido -y disputado- entre Yehudá e Yosef. Cuando Yaakov bendice a sus nietos, Efraim y Menashe, también altera el órden de la bendición privilegiando al menor (Efraim) sobre el mayor (Menashé). ¿Más ejemplos? El gran líder durante el éxodo fue Moshé, el hermano menor de Aharon. El rey David era el menor de siete u ocho hermanos. Lo mismo ocurre con la herencia del trono en el caso de Shlomó y Abiyá. Muchos otros podrían ser los ejemplos de grandes líderes políticos y religiosos mencionados en el Tanaj que especificamente se hace mención a que no eran los primogenitos o dentro de los hermanos “el que uno esperaría” que se convierta en el líder.
Si bien es cierto que ley de la Torá (Deut. 21:7) sigue haciendo referencia a que el primogenito biólogico del padre recibirá una doble porción de la herencia las historias bíblicas nos cuentan otra historia. Nuevamente aquí vemos un ejemplo del poder de las narrativas para funcionar como un contrarelato de la ley. La Halajá nos dice una cosa pero la Agadá nos lleva por otro camino. La ley, en teoría, nos llevaría a pensar que necesariamente el primogenito debe ser el futuro líder de la familia tras la muerte de su padre pero las narrativas, en la práctica, nos enseñan otra cosa: la herencia, el liderazgo, y la primogenitura, no serán determinados por la biología sino por las acciones. Cuando el profeta Shmuel visita a Ishai para buscar dentro de sus hijos el futuro rey de Israel él comienza buscando, obviamente, por el hijo mayor sin embargo Hashem le dice: “No mires a su parecer, ni a lo grande de su estatura, porque yo lo desecho; porque Hashem no mira lo que mira el hombre; pues el hombre mira lo que está delante de sus ojos, pero Hashem mira el corazón.” (I Samuel 16:7).
El mensaje de la Torá este Shabbat es claro: ¡no debe ser la biología la que determina nuestras vidas, nuestro lugar en nuestra familia y en nuestras sociedades, sino nuestras acciones!
Shabbat Shalom