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Y tú, levanta tu vara, extiende tu mano sobre el mar, y divídelo, para que los hijos de Israel lo crucen en seco. (Ex. 14:16) Y así fue como luego de 430 años de vivir en Egipto el pueblo de Israel partió hacia la tierra prometida, hacia la tierra de la libertad. El séptimo día de Pesaj, según la tradición rabínica, es el día en el cual Dios produjo el milagro y el mar se abrió permitiendo que el pueblo de Israel pasara en seco en busca de la libertad. Este gran milagro es recordado y conocido por todo el mundo occidental, los artistas lo retrataron en sus cuadros y los cineastas lo imaginaron en sus películas. Nuestros sabios también lo analizaron y ellos sostienen que aquel día no se produjo un solo milagro sino diez. ¡10!

Pirkei Avot (5:4) nos dice: “Diez milagros fueron hechos para nuestros antepasados en Egipto y otros diez en el mar”. Los diez milagros de Egipto son conocidos: las diez plagas. ¿Pero por qué milagros? Porque las plagas, cada una de ellas, solo afectaron a los egipcios y no al pueblo de Israel que de forma “milagrosa” se salvó de cada una de las plagas. Ahora bien ¿Cuáles son los diez milagros que ocurrieron en el mar? Bartenura, el famoso comentador de la Mishná, en su análisis nos explica cada uno de estos milagros. Nos dice, por ejemplo, que el primer milagro es que las aguas se abrieron (¡ese ya lo conocíamos!), otro es que las aguas formaron una especie de carpa que protegía al pueblo, el tercero es que el piso en vez de ser de barro se secó inmediatamente, y otro de los milagros fue que las aguas saladas del mar que se convirtieron en rocas de hielo pero cuando algún israelita tenía sed se convertían en agua dulce para que pudiesen tomar durante la travesía. Sin embargo hoy quiero detenerme en otro de estos diez milagros, el séptimo, para ser más precisos. Según Bartenura: “El mar se dividió en doce caminos para que cada una de las tribus de Israel pudiese cruzar por sí misma”.

Los artistas suelen imaginarse el cruce del mar como si el mismo se hubiera dividido por la mitad y todo el pueblo hubiese cruzado junto (¡y está es la lectura literal del texto bíblico!) sin embargo nuestros sabios se imaginan que el mar se dividió en doce caminos. Cada tribu tenía su camino. Cada tribu tenía su forma particular de conectarse con Dios, con las Mitzvot y con la Torá. Cada tribu de Israel representa otra forma de experimentar y vivir el judaísmo. Hoy en día también se nos abren diversos caminos en el mar del judaísmo, algunos tomarán el camino del reformismo, otros del conservadurismo, algunos hallarán su camino en la ortodoxia y otros también en un judaísmo laico.

Cada uno de nosotros es libre (¡cómo podría ser de otra manera en la festividad de la libertad!) para elegir su camino. Dios no abrió un solo camino para cruzar el mar sino doce. Doce caminos para que cada uno camine a su propio andar. Dios no desea que todos practiquemos el judaísmo de la misma forma, Dios desea la pluralidad. Dios desea que cada uno de nosotros encuentre su propio camino hacia la tierra prometida. Como pueblo de Israel podemos caminar por separados, cada uno siendo fiel a sus ideas, sus tradiciones y sus principios, lo importante es que luego de cruzar el mar sepamos que hay una tierra prometida a la cual debemos arribar. Hay una tierra de libertad que nos espera a todos pero cada uno puede llegar por su camino.

¡Que cada uno pueda siempre encontrar su propio camino por el cual cruzar el mar!

¡Jag Sameaj y Shabbat Shalom!

Rab. Uriel Romano

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