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Iehuda tenía tres hijos: Er, Onán y Shela. Según la Torá los primeros dos hijos hicieron “algo malo ante los ojos de Dios” y por ese motivo mueren. La Torá es explicita en relación a la transgresión de Onán: “Pero Onán sabía que la descendencia no sería de él, por lo que cuando se llegaba a la esposa de su hermano desechaba su simiente en la tierra para no dar descendencia a su hermano” (Gen. 38:9) ¿Pero cuál fue la transgresión de Er? La Torá calla al respecto pero el Midrash, citado por Rashí, nos dice que su transgresión era la misma que la de Onán: “¿y por qué Er desechaba su semen? Para que su esposa no quedara embarazada y se estropeara su belleza” (b. Iebamot 34b). Er y Onán pecaron de la misma forma pero con fines diferentes: el primero no quería dejar embarazada a su esposa para que la misma no perdiera su belleza y el segundo no quería tener un hijo que llevaría el nombre de su hermano. En otras palabras los sabios nos quieren decir que “hacer lo malo a los ojos de Dios” muchas veces está relacionado con el egoísmo y la mezquindad. Er y Onán fueron castigados por pensar solamente en ellos sin pensar en el otro, en un placer temporal o en perpetuar la memoria de un hermano fallecido sin descendencia. Si bien no hay un criterio certero y preciso para estar seguros que nuestras acciones hallarán gracia frente a Dios podemos aventurarnos a decir que si actuamos en base al egoísmo y a intereses personales en perjuicio de otros de seguro esas acciones no encontrarán favor a los ojos de Dios.

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