La película Argentina “El Rey del Once” es traducida al ingles como “The Tenth Man” (El décimo hombre). En el museo de las diasporas en Tel Aviv hay una escultura de nueve hombres esperando por el décimo, por el que llegue a completar Minian. Ambas escenas se repiten a diario en la comunidad donde me encuentro sirviendo. La sinagoga mantiene desde sus inicios, hace más de 70 años, un Minian todas las mañanas y todas las noches. Hay veces que un Minian a las 6:45am cuando comienza el servicio de Shajarit ya está presente para empezar la plegaria colectiva; hay veces que cuesta llegar al Minian. Cuando somos nueves y entra el “décimo hombre” (o mujer) se genera una extraña satisfacción entre los que componemos el Minian. “¡Lo logramos!” nos decimos a nosotros mismos, a veces a viva voz y a veces en nuestro interior.
Cuando llega la última persona que complete el Minian la misma es de alguna forma “felicitada” por todos agradeciendo que haya venido para así poder tener el Minian. Tampoco son pocas las veces que en un día de lluvia, nieve o mucho frío esperamos unos minutos pasada la hora de comienzo de la Tefilá y todavía somos nueve y en ese momento llamamos a alguien que sabemos que vive en las inmediaciones para poder completar el Minian. Cuando aquella persona viene la felicitamos aún más.
Existe una gran emoción cuando el Minian se completa pero no cuando el mismo comienza a formarse con los primeros que van llegando. Nadie suele felicitar al primero que llega para abrir las puertas de la sinagoga y prender la luz. No se genera una emoción especial cuando llega el número “3” o el “7” del Minian. Y muchas veces en la vida nos ocurre lo mismo. En la portada de los diarios sale en primera plana quien corta el moño al inagurarse un nuevo edificio pero no los obreros que estuvieron allí desde el comienzo. La emoción del “último” martillazo opaca a veces todos los otros miles que se dieron antes para poder llegar a aquel “ultimo”.
Un dicho popular en Idish dice que nueve rabinos no hacen un Minian pero diez zapateros sí. No importa en que orden llegaron los zapateros, los medicos, los maestros, los artistas, los músicos, los abogados, los arquitectos, los empresarios o los rabinos. Lo importante es que seamos diez. Sostener un Minian diario que sirva de lugar de encuentro, de estudio y de rezo participativo es una de las herramientas centrales que contamos para generar comunidad. El décimo hombre o mujer es tan importante como el segundo o la octava; lo importante es decir presente. ¡Generemos emoción del 1 al 10!