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ריש לקיש הוה מציין מערתא דרבנן, כי מטא למערתיה דרבי חייא איעלמא מיניה. חלש דעתיה, אמר: רבונו של עולם לא פלפלתי תורה כמותו? יצתה בת קול ואמרה לו: תורה כמותו פלפלת, תורה כמותו לא ריבצת. כי הוו מינצו רבי חנינא ורבי חייא, אמר ליה רבי חנינא לרבי חייא: בהדי דידי קא מינצית? חס ושלום, אי משתכחא תורה מישראל מהדרנא לה מפילפולי! – אמר ליה רבי חייא לרבי חנינא: בהדי דידי קא מינצית? דעבדי לתורה דלא תשתכח מישראל? מאי עבידנא, אזלינא ושדינא כיתנא, וגדילנא נישבי, וציידנא טבי ומאכילנא בשרייהו ליתמי, ואריכנא מגילתא וכתבנא חמשה חומשי, וסליקנא למתא ומקרינא חמשה ינוקי בחמשה חומשי, ומתנינא שיתא ינוקי שיתא סדרי, ואמרנא להו: עד דהדרנא ואתינא – אקרו אהדדי ואתנו אהדדי, ועבדי לה לתורה דלא תשתכח מישראל. היינו דאמר רבי: כמה גדולים מעשי חייא!

Cierta vez Reish Lakish estaba marcando las tumbas de los sabios, cuando llegó a la tumba de rabí Jía la misma se le escondió ante sus ojos. Se debilitó su alma y dijo: “Señor del Universo ¿No estudie Torá como él?” Salió una voz celestial y le dijo: “Torá como él has estudiado, pero la Torá como él no has propagado”.

Cuando rabí Janina y rabí Jía discutían, rabí Janina le decía a rabí Jía “¿Conmigo vas a discutir? Si, Dios no lo permita, la Torá es olvidada de Israel yo la devolvería a través de mi razonamiento”. Y rabí Jía le solía contestar: “¿Conmigo vas a discutir que efectivamente hice que la Torá no fuera olvidada de Israel? ¿Qué es lo que hice?  Fui y sembré lino, con aquellas hice redes para luego poder cazar venados, con  aquella carne alimente a ciertos huérfanos, y con la piel [del venado] preparé pergamino y escribí en él los cinco libros de la Torá, salí entonces a la ciudad y le enseñé a leer la Torá a cinco jóvenes, e instruí a seis jóvenes en los seis órdenes de la Mishná. Y les dije a ellos: “Hasta que yo vuelva, enseñense mutuamente la Torá y la Mishná”. De esta forma logré que la Torá no sea olvidada de Israel. Por esta razón dijo Rabí: “¡Cuán grandes son las obras de Jía!”

Este hermoso Midrash[1] viene a responder una pregunta ¿Qué es más valioso: el poder resolver todo uno mismo o quien tiene la capacidad de involucrar a otros en la tarea? O la pregunta que sirve como título para este ensayo “ El conocimiento ¿Una cuestión de estrellas o trabajo en equipo?” Algunos dirían que es sabio quien a través de sus propios razonamientos puede resolver todo acertijo o toda pregunta por compleja que esta sea. Otros dirían que en verdad es sabio no quien más sabe sino quien tiene la capacidad de enseñar y de transmitir para que de esta forma la construcción del conocimiento sea colectiva. En nuestro Midrash el primero es rabí Janina y el segundo rabí Jía, el primero es una estrella y el segundo un jugador de equipo.

Volvamos al comienzo del Midrash para entender un poco más de qué se trata todo esto. Reish Lakish (Siglo III, Tiberia, Israel), el aclamado bandido-gladiador que al conocer a rabí Iojanan se transformó en su alumno y luego en su compañero de estudios (su jevrutá), cierta vez estaba marcando la tumba de los sabios. ¿Para qué las marcaba? Según Rashí para identificar que allí había una tumba para que los cohanim (sacerdotes) no se impurificasen al pasar sobre ellas.[2] Todo marchaba bien hasta que quiso señalizar la tumba de rabí Jía pero no pudo encontrarla. De alguna forma la misma se le había hecho invisible. Reish Lakish entonces se debilitó, se entristeció porqué – como se desprende de su pregunta – consideró que él no estaba a la altura de rabí Jía y que por aquel motivo no podía encontrar su tumba. Le pregunta entonces a Dios si acaso él no había estudiado tanta Torá como rabí Jía. El término que Reish Lakish utiliza para hacer referencia al estudio es central: Pilpul.

Pilpul no es específicamente estudiar pero creo yo que no hay forma de traducir al español este término tan popular y central en el pensamiento rabínico. Pilpul, el acto de Lefalpel, es la forma básica de estudio rabínica que comenzó hace más de dos mil años y se extiende hasta nuestros días. Frecuentemente se cree que el origen del término Pilpul proviene de Pilpel (pimienta).[3] Sin embargo, los académicos sugieren que el término surge de la yuxtaposición de dos sílabas “Pel-Pel”, es decir dos conceptos que son traídos uno atrás del otro, el uno y su opuesto, una pregunta y una respuesta, un cuestionamiento y una solución, etc.[4] Pilpul es la forma clásica del estudio profundo y agudo de los textos bíblicos y talmúdicos. Es el método de razonamiento y contraposición de argumentos, personal o en parejas de estudios, que intenta agudizar el sentido de los textos abordados. El Pilpul intenta llegar a la raíz misma de cada planteo, como así también afilar la comprensión a través de la refutación constante de un argumento presentado para que la pareja de estudio pueda presentar contraargumentos creativos para llegar a una comprensión más profunda del asunto estudiado.

Ahora sí podemos comprender la pregunta de Reish Lakish de una forma más profunda ¿Acaso no hice tanto Pilpul cómo rabí Jía? ¿No estudie la Torá de forma tan aguda como rabí Jía? Una voz celestial (Bat Kol)[5] le respondé que no. El problema no había estado en el estudio de la Torá, que en eso era igual que rabí Jía como de muchos otros sabios también, sino que la singularidad de rabí Jía residía en su capacidad de propagar y popularizar las enseñanzas de la Torá.

Luego de esta extensa, pero necesaria introducción, llega el corazón de nuestro Midrash. Presentemos primero a los personajes. Rabí Jía (רבי חייא הגדול) fue denominado el grande por sus contemporáneos. Perteneció a la generación “puente” entre los tanaím y los amoraim a finales del siglo II de la era común. Nació en Babilonia pero luego hizo Aliá a la Galilea para estudiar con rabí Iehuda HaNasi (una conexión importante para comprender este midrash). Rabí Janina (רבי חנינא בר חמא) también nació en Babilonia y a los treinta años hizo aliá para convertirse también en uno de los estudiantes predilectos de Rabí Iehuda HaNasi. Luego de la muerte de Rabí, él quedó como Rosh Yeshiva de la ciudad de Tzipori.

Ahora conocemos un poco más a estos dos sabios que discuten en nuestro Midrash. Ambos fueron estudiantes del gran Rabí Iehuda HaNasi, el compilador de la Mishná hacia el año 220 d.e.c. Podemos imaginarnos el origen de esta discusión. En un acalorado Beit Midrash en el mes de Julio, quizás, en la ciudad de Tzipori o Tiberias, quizás, estos dos gigantes de la Torá discutían sobre algún pasaje bíblico o sobre alguna compleja situación presentada por una Mishná. Cada uno plantea su argumento y luego discutían sobre cómo se atrevía el otro a discutir con aquel si él era “el más grande de los sabios”. Rabí Janina es el primero en presentarse diciendo que, Jas veShalom (Dios no lo permita), la Torá llegará a ser olvidada de Israel[6] él solo, sentado en su hogar, podría traer devuelta toda la Torá y sus leyes a través del famoso Pilpul. Rabí Janina a través de la deducción lógica y de su afilada inteligencia y memoria podría hacer revivir toda Torá. Él solo.

Rabí Jía, en cambio, no plantea una situación hipotética. Él narra, con mucho orgullo por supuesto, lo que él hizo para que la Torá no fuera olvidada de Israel[7]. Rabí Jía no se jactó de su extrema inteligencia y su aguda reflexión sino de su trabajo en el campo, en el campo literal y metafóricamente. En tiempos donde había un peligro real de que la Torá fuera olvidada ya que miles de judíos y de sabios fueron exterminados por los romanos en las frecuentes revueltas de los judíos desde el año 66 d.e.c hasta la última del año 135, la Torá y su riqueza podría haber desaparecido. ¿Qué hace rabí Jía entonces? Se dedica a enseñar, a expandir la Torá, a que la misma no quede reservada solo para ciertos eruditos sino que se convierta en un elemento popular.

Comenzó su labor ensuciándose las manos y salió al campo. Allí plantó una planta de lino. Luego de unos años con aquellas fibras comenzó a hilar una red. Con aquella red salió al campo a cazar venados (por si lo preguntan los venados son Kasher pero se consiguen en pocos lugares de Israel y de Estados Unidos). Con su carne alimentó a los huérfanos[8], ya que los sabios nos dicen que sin harina no hay Torá, y sin Torá no hay harina[9], sin la panza llena un niño no puede estudiar. Luego con la piel del venado hizo un pergamino sobre el cual escribió los cinco rollos de la Torá. ¡Miren todo lo que produce unas semillas de lino!

La historia continúa. Fue entonces con los cinco rollos de la Torá a una ciudad[10] ahí buscó a cinco jóvenes. A cada uno de esos jóvenes le enseñó uno de los cinco libros de la Torá. Les enseñó a leer y a comprender a cada uno una parte de la Torá. Cada niño, un libro. Luego buscó a otros seis jóvenes y a estos le enseñó a cada uno uno de los seis tratados de los cuales se compone la Mishná[11]. Cada niño debía recordar de memoria uno de los seis tratados de la Mishná.[12] Y luego dijo las palabras más importantes: “Hasta que yo vuelva, enseñense mutuamente la Torá y la Mishná”. Su tarea estaba cumplida. Había creado un equipo ideal, un equipo (de fútbol podríamos decir en nuestros días) que consistía en once jugadores. Cada uno experto en un área diferente. Cada uno conocía otra porción del acervo cultural judío, ahora era la tarea de aquellos jóvenes de enseñarse mutuamente y de compartir el conocimiento. Quien había estudiado Bereshit debía enseñarle a los demás las historias de los patriarcas y de la creación del mundo. Quien había aprendido el orden de Moed debía enseñarle a sus compañeros todas las reglas de cada una de las festividades del pueblo de Israel. Así debían construir nuevamente el conocimiento y evitar que la Torá sea olvidada del pueblo de Israel.

Imaginamos que rabí Jía nunca volvió. Que siguió su tarea en otras ciudades y otros pueblos. Que siguió con su tarea monumental de educar en tantos lugares como le fuera posible. Es por eso que Rabí Iehuda HaNasi ponderó ambas actitudes de sus estudiantes y sentenció: “¡Cuán grandes son las obras de Jía!”. Para rabí Janina también tenía palabras de alabanza, cierta vez lo llamó algo así como un angel[13]. Sin embargo el mundo no necesita únicamente angeles, sabios que están sentados en la pasividad de la casa de estudios reflexionando y pensando, analizando y juzgando, estudiando y memorizando, sino que necesita “grande hombres”, como Jía, que se arremanguen los brazos y que salgan al campo a enseñar. Rabí solía decir sobre Jía que este era “un gran hombre, un hombre sagrado”[14]. Un hombre que logró con esfuerzo Leharbitz Torá, popularizar las palabras de la Torá.

Para Jía el conocimiento no debía estar en una única persona, el conocimiento debía construirse en equipo, cada uno aportando algo al conocimiento general. Él creó un dream team, once jugadores, que cada uno por separado tenía un conocimiento muy parcial y fragmentario con el cual poco y nada podrían hacer, sin embargo juntos poseían toda la Torá, la Torá escrita y la Torá oral. Ahora era trabajo de ellos, quizás el trabajo más difícil, el de conversar y el de enseñarse mutuamente; el de construir juntos nuevamente la Torá de Israel.

Rabí Jía y rabí Janina nos plantean dos modelos diferentes sobre los sabios, sobre la construcción del conocimiento y sobre la comunidad. Rabí Janina plantea el paradigma de las estrellas, de aquellos elegidos que saben que poseen una gran inteligencia y una prodigiosa memoria y deciden hacer todo por su cuenta; no confía en el otro, no le interesa el otro, todo está en sus manos. Aquel ensimismamiento lo lleva a alejarse de la realidad y del mundo que lo rodea. Es por ese motivo que rabí Janina plantea el olvido de la Torá como una situación hipotética a futuro. ¡Estaba tan encerrado en procurar más conocimiento y sabiduría para él que no pudo ver que la Torá estaba desapareciendo del pueblo! ¡Para él era solo un caso hipotético, pero llegado el caso él podría, solo, resolverlo! Rabí Jía, deja las cómodas paredes de la casa de estudio para ir al campo. Allí comienza su tarea no de estrella sino de Director Técnico, él podría también haber restablecido la Torá con sus propios pilpulim pero elige otro camino, un camino más difícil pero mucho más exitoso: decide compartir su Torá con otros y comenzar a construir el conocimiento desde abajo. Decide enseñar. Elige crear un conocimiento colectivo, repartir la sabiduría y permitir a otros sumarse la reconstrucción de la Torá.

El conocimiento ¿Una cuestión de estrellas o trabajo en equipo? Rabí Jía y rabí Janina ya eligeron. Ahora nos toca a nosotros.

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[1] El mismo Midrash tiene su paralelo, con pequeñas diferencias en TB Ketuvot 103b.

[2] Según la legislación bíblica y rabínica los muertos son “Av Tumá” (Padre de la impureza). Es el elemento que más impureza transmite de todos y a los sacerdotes se les está prohibido entrar en contacto con ellos. Por ese motivo los descendientes de los sacerdotes no suelen entrar a los cementerios o entran solamente en ciertas partes sin tener contacto directo con la tumba.

[3] Ya que Masejet Sofrim (15:6) compara a la Ley escrita (la Torá) con la sal y a la Ley oral (la Mishná) con la pimienta: נמשלה התורה במלח,והמשנה בפלפלין, והתלמוד בבשמים, אי איפשר לעולם בלא מלח, ובלא פלפלין, ובלא בשמים, ואיש עשיר מתכלכל בשלשתן, כך אי איפשרלעולם בלא מקרא, בלא משנה, ובלא תלמוד

[4] חנוך ילון, «פלל, פלפל בעברית ובארמית», תרביץ (כרך ו’), התרצ«ה.

[5] En la literatura rabínica, especialmente en el Talmud Babilónico la Bat Kol es una figura literaria para referirse a la intervención divina. Literalmente significa “La hija de la voz”. Los académicos comprenden esta expresión como un eco o como quizás una manifestación más lejana de Dios en el mundo, la hija de la voz de Dios y no la voz misma de Dios; ya que según el pensamiento rabínico la profecía había terminado en los tiempos del los últimos profetas en el siglo III a.e.c.

[6] En la literatura rabínica hay varias tradiciones de quienes fueron los sabios que salvaron a la Torá de su olvido. En el Talmud Ierushalmi se hace referencia a Shimon ben Shetaj y en TB Baba Batra 21a al sacerdote Ioshua ben Gamla: דאמר רב יהודה אמר רב: ברם זכור אותו האיש לטוב ויהושע בן גמלא שמו, שאלמלא הוא נשתכח תורה מישראל. Al parecer evitar que la Torá sea olvidada del pueblo, y especialmente de los más pequeños, era una de las preocupaciones centrales de las primeras generaciones de sabios.

[7] En TB Sucá 20a también se narra como el babilónico de Jía, al igual que sus predecesores Ezra e Hilel, cuando la Torá fue olvidada de Israel ellos la restituyeron a través de su sabiduría y de su trabajo como educadores: שבתחלה כשנשתכחה תורה מישראל עלה עזרא מבבל ויסדה, חזרה ונשתכחה עלה הלל הבבלי ויסדה, חזרה ונשתכחה עלו רבי חייא ובניו ויסדוה.

[8] Imaginemos cientos y miles de pequeños que habrán quedado huérfanos en toda la tierra de Israel cuando sus padres perdieron en la batalla contra las legiones romanas.

[9] Pirkei Avot 2:17

[10] En la cual Rashí dice que no había maestros.

[11] La Mishná se compone de seis tratados. La regla mnemotécnica para acordarse cada uno de ellos es ZMaN NaKaT: Zraim (semillas), Moed (festividades), Nashim (mujeres), Nezikin (daños), Kodashim (santidades), Tohorot (purificaciones).

[12] Ya que si bien Rabí Iehuda HaNasi canonizó las enseñanzas que entraban en la Mishná hacia el año 220 d.e.c la misma siguió transmitiendo de forma oral por cientos de años.

[13] TB Avodá Zará 10b: לית דין בר איניש, “este no es un ser humano”, es decir, es un ángel.

[14] אדם גדול, אדם קדוש (Bereshit Raba 33:3)

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