“Ajaron, Ajaron Javiv”, es una de esas hermosas frases en hebreo que sabemos bien cómo utilizarlas pero que nos cuesta horrores traducirlas “literalmente”. Una frase similar en inglés podría ser “last but not least” y en español algo así como “el último pero no por eso el menos importante” o “lo mejor para el final”. Sin embargo ninguna traducción, literal o de sentido, le hacen honor a tamaña frase. Busquemos explicarla entonces con un ejemplo. Cuando estamos nombrando una lista de niños en la escuela o de seres queridos cuando llegamos a la última persona -para que no se sienta mal por haber sido nombrada última- decimos “Ajaron, Ajaron Javiv” que literalmente significa “el último, último es el más preciado”. ¿Hermosa frase, no? ¿Alguien sabe, sin embargo, de dónde se origina?
En la Parashá de está semana, parashat Vaishlaj, se nos cuenta el reencuentro después de muchos años de Yaakov con su hermano Esav. La última vez que se vieron Esav había jurado matar a su hermano una vez que su padre ya no estuviese vivo. Imaginen el miedo entonces que sentía Yaakov ante este encuentro. Y así nos cuenta la Torá como se preparó Yaakov para el mismo: “Alzó Yaakov sus ojos y vio que venía Esav con cuatrocientos hombres; entonces repartió él los niños entre Lea, Rajel y las dos siervas. Puso las siervas y sus niños delante, luego a Lea y sus niños, y detrás a Rajel y a Iosef.” (Génesis 33:1-2) Yaakov esperando lo peor dividió a toda su familia en tres frentes, en orden de preferencia. Al frente de batalla pusó a las siervas, Bilah y Zilpah y a sus hijos, las que menos quería. Luego pusó a Lea, la esposa que nunca quiso sino que la recibió a desgano tras el engaño de su suegro Laban. Y por último atrás de todo, lejos de la batalla, pusó a su amada esposa Rajel y a su hijo predilecto Iosef. Esta escena nos conmueve y nos revuelve el estomago a muchos hombres y mujeres modernos que la leemos y no podemos comprender -ni justificar- como un padre puede mandar al frente de batalla a sus hijos “menos queridos” y preservar atrás de todo a su hijo y a su mujer amados ¿Qué es esta clase de preferencia? Sin embargo este no es el punto que quiero compartir con ustedes hoy.
Volvamos a nuestro “Ajaron, Ajaron Javiv”. La primera vez que esta expresión cobró forma en la literatura judía ocurre en el comentario de Bereshit Raba (78:8) a este pasaje bíblico. Bereshit Rabá es la primera antología midrashica de la tierra de Israel del siglo V d.e.c. y en ella se nos dice lo siguiente:
וישם את השפחות ואת ילדיהן ראשונה, הדא אמרה אחרון אחרון חביב
“Y pusó a las siervas y sus niños delante”, por cuanto se dice: al final, al final los más queridos (Ajaron, Ajaron Javiv)
La frase ahora cobra un nuevo significado, cobra un sentido más profundo y se puede comprender mejor. ¿Por qué decimos dos veces ajaron y no solo una vez? ¿Por qué el último y no el primero es el más querido? El texto bíblico nos dice que rishoná (primero) puso a las siervas, y a Lea y a sus hijos ajronim (últimos) y detrás de estos últimos (ajronim) puso a lo más preciado que él tenía a Rajel y a Iosef. Por eso decimos dos veces “ajaron, ajaron”. Y por eso según este principio no nombramos a lo más preciado al comienzo sino que lo dejamos para el final.
Luego de que Bereshit Raba presentara esta idea, la misma se fue transformando con el paso de las generaciones y de los siglos en un adagio popular utilizado “frecuentemente” por los exegetas bíblicos. Tanto las colecciones midrashicas tardías como Lekaj Tov (Siglo XI, Grecia) como Yalkut Shimoni (Siglo XIII, Alemania) toman de Bereshit Raba esta frase y acuñan esta expresión como un adagio popular. Comentaristas clásicos bíblicos como RaDaK (Provenza, 1160–1235) o RaSHI (Francia, 1040-1105) también traen en sus comentarios a dicho versículo bíblico la misma frase.
Con el paso de los siglos, sin embargo, esta frase fue también recepcionada por otro autores y otros exegetas y traspolada también a otros comentarios de diversos pasajes bíblicos. El mencionado Yalkut Shimoni en su comentario a Éxodo 12:35: “E hicieron los hijos de Israel conforme a la orden de Moisés, y pidieron a los egipcios alhajas de plata y de oro, y vestidos” comenta: “De aquí aprendemos que para los Israelitas era más preciado su vestimenta que la plata y el oro [ya que aquí vemos el principio de] ajaron, ajaron javiv.” Como los israelitas piden a los egipcios recién al final prendas de vestir cuando se están por ir de Egipto, el Midrash utilizando este principio “popular” comenta que para los hebreos era más importante y más valioso una prenda de vestir -quizás de mucha más utilidad en el desierto o quizás una muestra de la humildad y de la sencillez del pueblo- que todo el oro y la plata que los egipcios le pudieran dar.
El exegeta español Don Itzjak Abarbanel (1437-1508) en su extenso comentario a la Torá basado en preguntas y en reflexiones del texto al comentar el primer capítulo del Génesis (versículo 24) se pregunta “¿Por qué el hombre fue creado al final de toda la creación? ¿Acaso la creación fue hecha bajo el principio de ajaron, ajaron javiv?”
¿Quién iba a decir que la frase que utilizamos a diario ajaron, ajaron javiv tendría tanta historia? Ajaron, ajaron javiv, lo más hermoso de la tradición de Israel que nunca hay final, siempre hay algo más por descubrir, siempre hay detrás de cada ajaron algo muy preciado por revelar, ideas profundas que se encuentran detrás de cada versículo bíblico y de cada pasaje de la literatura rabínica.
Ajaron, ajaron javiv. Una última y poderosa historia para “concluir”. En el siglo XII en la ciudad de Barcelona se desató una famosa discusión entre los líderes católicos y el Rashba (Shlomo ben Aderet, 1235-1310). Los curas afirmaban que las propias escrituras hebreas confirmaban que no habría un tercer Templo de Jerusalém en contra de lo que afirma la teología rabínica. Los curas citan como prueba un famoso pasaje del profeta post-exílico Jagai (2:9): “La gloria de esta última (ajaron) Casa será mayor que la de la primera (rishón), ha dicho Jehová de los ejércitos”. En una primera lectura el propio profeta afirma que este segundo Templo de Jerusalém será el último y que no habrá un tercer Templo. Sin embargo el Rashba, toma el principio que se extrae del accionar de Yaakov ante el encuentro con su hermano Esav para afirmar que en otros lugares del TaNaJ la palabra ajaron no significa necesariamente final sino que tal como en ese caso puede haber un ajaron después de un ajaron (otro ejemplo de la vida comunitaria cotidiana es que muchas veces cuando llamamos a un ajaron después de las aliot correspondientes para ese día podemos llamar un próximo ajaron y otro más también…).
En otras palabras, el final nunca es un final, los puntos son sólo comas. Siempre puede haber algo después de aquello que pareció “lo último”, siempre hay lugar para la esperanza y para un futuro diferente, para un futuro mejor. Cuando todo parezca oscuro, cuando parezca que “este es el final”, debemos recuperar nuestra fe interior y pensar que siempre hay un próximo capítulo, una nueva oportunidad.
¡Y como no podía ser de otra manera, ajaron, ajaron javiv, Shabat Shalom!