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Cuenta el Midrash que al pie del monte Sinaí, en el momento que Dios comenzó a dictar los Aseret HaDivrot (los comúnmente llamados diez mandamientos) todo el pueblo de Israel escuchaba cada una de las palabras que provenían de las alturas. Todo el pueblo estaba presente y todos escucharon la voz de Dios, no había castas ni personajes privilegiados. Dios habla para todos. Y fue así como luego de escuchar los mandamientos la gente siguió con su vida normal pero con algunas transformaciones. Para honrar al Shabat, el cuarto de los mandamientos, cada familia comenzó a encender una vela en la víspera del día sagrado.

Shabat CandlesPasó el tiempo y la gente comenzó a hablar entre sí mientras se preguntaban ¿Qué fue lo que escuchaste de boca de Dios? Unos decían: “Yo escuché que debíamos observar el día de Shabat” en cambio otros decían: “Yo escuché que debíamos recordar el día de Shabat”. La gente estaba sorprendida, cada uno había escuchado algo diferente. El mensaje divino aparentemente no había sido igual para todos. Algunos escucharon una cosa y otros escucharon otra. En ese instante el pueblo tomó la decisión más importante de la historia del pueblo judío. Podrían haberse peleado y asegurarse mutuamente que cada uno tenía la “verdad”, que él o ella eran los que habían escuchado fielmente la palabra de Dios y que los otros estaban equivocados. Sin embargo, nuestros antepasados, nos dan la lección más importante para la supervivencia de nuestro pueblo. Cuando se dan cuenta que cada uno escuchó algo diferente, en vez de pelearse por establecer quien tiene la “verdad”, deciden unir la voz de Dios y las costumbres. Y desde ese instante decidieron no encender una sola vela cada Shabat sino dos velas, una por quienes habían escuchado “observar” y otra por quienes habían escuchado “recordar”. La totalidad del mensaje divino se encuentra en el dialogo con el otro.

Está misma enseñanza, la cual nos permitió sobrevivir como nación por más de 3000 años vuelve a repetirse cada Rosh Hashaná. El símbolo por excelencia de nuestro año nuevo es el Shofar, aquel cuerno que nos convoca año tras año para escuchar el llamado eterno de nuestro pueblo. Los sonidos del Shofar, encierran ellos, un mensaje trascendente para nuestra historia y especialmente para nuestros días.

Tres son los sonidos del Shofar: Tekia (uno largo y sin quiebres), Shevarim (tres toques quebrados de un tiempo intermedio) y Trua (nueve toques muy cortos). La pregunta que debemos hacernos es ¿Por qué tres toques diferentes? ¿Por qué tres sonidos diferentes en vez de uno? Es cierto que la Torá nos comanda a hacer escuchar el Shofar cada Rosh Hashaná pero ¿no podría haber sido un solo sonido? La respuesta yace en la increíble historia y sabiduría de nuestra tradición.800_zstu4gopjb5l7ebkuwa8plg1kzsqubgf

En un comienzo, nos cuenta el Rosh (Asher ben Yechie, siglo XIII) en su comentario al tratado talmúdico de Rosh Hashaná, parte del pueblo de Israel tocaba cada Rosh Hashaná el sonido de Tekia y el sonido de Shevarim. Otra parte del pueblo, sin embargo, tocaba el sonido de Tekia y el sonido de la Trua. En vez de hacer escuchar tres sonidos, cada comunidad, dependiendo de su origen y su costumbre, solamente hacía escuchar cada año nuevo dos sonidos del Shofar. Hasta que en un momento de la historia judía llegó Rabi Abahu (Siglo IV en la tierra de Israel) y decretó que todo el pueblo debía tener una sola costumbre, debían todos tocar Tekia, Shevarim y Truá. Aquellas comunidades que tocaban solamente Shevarim debían agregar el sonido de la Truá y aquellos que tocaban solo Truá debían agregar los sonidos quebrados de Shevarim.

¿Qué se esconde detrás de la decisión de Rabi Abahu? Detrás de su decisión legal se esconde uno de los mensajes más profundos del pensamiento judío: el mensaje de la unión. Rabi Abahu comprendió que los judíos somos desde siempre ciudadanos del mundo y no de una comunidad en particular. Que como judíos migramos constantemente y que nuestra fidelidad no es con una comunidad o con un movimiento en particular sino con el pueblo judío y con la Torá en general. Rabi Abahu comprendió que debíamos unir y complementar las costumbres en vez de elegir abolir alguna de las dos. Él bien podría haber dicho que era correcta la costumbre de quienes tocaban Tekía y Shevarim (o bien la de quienes solo hacían sonar Tekía y Truá), pero él era consciente que si dictaminaba de cierta forma quienes salieran perdiendo de la contienda se sentirían mal porque aquella era su costumbre desde hacía generaciones.

Rabi Abahu, tal como el pueblo judío en el desierto, decide sumar tradiciones en vez de simplemente elegir una y desechar la otra. El multiculturalismo no es simplemente para los judíos el encuentro con el Otro, con otras religiones o con otros pueblos. El multiculturalismo es para los judíos el encuentro con nuestros propios hermanos, primos y amigos. Cada uno proviene de un hogar y una tradición diferente. Cada uno tiene sus costumbres y muchas veces tendemos a pensar que nuestra costumbre es la correcta, es la verdadera o es la más original. En vez de celebrar las diferencias y unirlas en nuestros hogares y en nuestras comunidades perdemos el tiempo contendiendo sobre quien tiene la verdad o quien tiene la costumbre o forma de vida más “autorizada”. Este no es el camino.

El camino que eligió nuestra tradición es el de continuamente sumar y unir costumbres, combinar aromas y sabores en nuestras mesas festivas, armonizar diversas melodías en nuestras plegarias y estar siempre abiertos a incorporar nuevas tradiciones a nuestras vidas.

Cada vez que encendamos las velas de Shabat (o las velas de cada Iom Tov como las de Rosh Hashaná), recordemos que así lo hacemos porque cada uno escuchó algo diferente de la voz de Dios, y la mejor forma de seguir Su mensaje es complementándonos y dialogando con el Otro.

Quiera Dios que al escuchar en pocos días los sonidos del Shofar podamos comprender que el camino de nuestro pueblo ha sido siempre la unión en la diversidad, la aceptación y la integración de las diversas costumbres y tradiciones, el camino de la suma de todo aquello que nos fortalece.

Shaná Tová uMetuká

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