¿Cuándo fue la última vez que recibiste una carta de amor? ¿Cómo se lee una carta de amor? Recuerdo en mi temprana adolescencia con mis primeras parejas, escribir y leer varias cartas de amor. Recuerdo que al escribirlas pensaba muchas veces cada una de las palabras. Recuerdo que al leerlas prestaba atención a cada uno de los detalles, a cada una de las palabras, al color de la tinta y el tipo de papel utilizado. No leemos una carta de amor como leemos un diario. Y de la misma forma no leemos la Torá como leemos cualquier libro. La Torá constituye la carta de amor del pueblo judío. Cada palabra, con cada lectura, cobra nuevos significados.
Mishpatim. La palabra que da el nombre a nuestra parashá. “Y estás son los Mishpatim (leyes)”. Un Mishpat es una ley, una orden, un juicio. Está Parashá contiene 52 Mishpatim, uno para cada semana podría algún sabio calcular. 52 leyes que reglamenten la vida entre el hombre y su prójimo. Si leyésemos la Torá cual si fuera el diario del domingo no nos detendríamos en esta palabra “Mishpatim”, la tomaríamos como lo que aparentemente es “leyes, ordenanzas, sentencias”; sin embargo como judíos decidimos leer la Torá como la carta de amor más hermosa jamás escrita y no nos quedamos con nuestra primera lectura.
El Baal Haturim lee la palabra HaMiSHPaTIM como un acrónimo: Hadaian Metzuve Sheiaase Pshara Terem Iaase Mishpat – El juez está obligado a intentar hacer una conciliación antes de comenzar el juicio. Deténganse por un instante a reflexionar. De una palabra nace una frase. De una frase nace una nueva forma de leer toda nuestra Parashá. En una sección donde todo se trata de leyes y sentencias, el Baal Haturim nos invita a reflexionar sobre que el juicio debe ser el último recurso y no el primero. Antes de arribar a un juicio en el cual habrá un ganador absoluto y un perdedor absoluto, un culpable y un inocente, se debe intentar llegar a una mediación entre las partes.
En una apasionante discusión talmúdica (Sanedrín 6b) los rabinos discuten si llegar a una conciliación es un mandamiento o está prohibido. Están aquellos que se alinean detrás de Moshé, el arquetipo de la justicia y la verdad, y dicen que llegar a una mediación es una gran ofensa contra Dios ya que el juicio sólo le pertenece al Eterno, y a través de una mediación nunca se llega a la verdad. Estos son los que dicen que llegar a una solución a medias nunca resuelve realmente el problema, “todo o nada” es su lema, “o es verdad o es mentira” gritan. Están aquellos, sin embargo, que se alinean detrás de la figura de Aharon, el hermano de Moshé, que se lo conoce como un hombre que “amaba la paz y perseguía la paz”. Estos sabios sostienen que es un mandamiento para los jueces intentar primero una conciliación. Estos son los que dicen “mejor esto que nada” o como dice un gran maestro mío “lo mejor es enemigo de lo bueno”. En una mediación nunca se llega a la verdad pero se consigue la paz, sin grandes ganadores ni grandes perdedores; se genera un mayor equilibrio social.
En esta misma sección del Talmud un sabio dice “en el lugar donde hay paz no hay justicia y donde hay justicia no hay paz, solamente con la mediación uno obtiene la justicia y la paz”. En una primera lectura está frase nos desconcierta, sin embargo como judíos nunca leemos una frase una sola vez. La repetimos una y otra vez hasta que la misma cobre nuevos significados. Permítanme invitarlos a leer esta frase de una forma diferente. ¿Cuántas veces por “tener la razón” nos hemos peleado con un ser querido? ¿Cuántas veces la búsqueda de “la verdad absoluta” nos ha distanciado de un amigo o de un familiar? Algunos de nosotros somos como Moshé, no nos importa quien salga dañado o cuanto duela, o que consecuencias negativas tenga, uno debe siempre buscar la verdad ya que como algunos dicen “la verdad es el sello de Dios”. Otros, sin embargo, somos como Aharón, elegimos dejar de lado las “grandes verdades” o el “pero yo tenía razón” por un principio mayor: la paz y la armonía familiar y social. La tradición talmúdica tomo una decisión: la paz –es decir, la mediación- prima por sobre la verdad -es decir, la justicia-. Sin embargo cada uno de nosotros tiene que tomar una decisión y elegir en su propia vida que es más importante ¿la paz o la verdad?
Si leyéramos la Torá como un diario nos arriesgaríamos a decir que lo más importante para nuestra tradición son los mishpatim, la estricta justicia; sin embargo cuando nos aventuramos a leer la Torá como una carta de amor descubrimos que por sobre la justicia, sobre los mishpatim, está el Shalom, la paz que tanto anhelamos.
Quiera Dios que siempre podamos leer la Torá como una carta de amor, buscando entra cada una de sus palabras, signos y espacios renovados significados.
¡Shabat Shalom!