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Reflexiones de una pasantía en NY III

By febrero 17, 2014No Comments

Quiero compartir con ustedes en esta oportunidad un par de reflexiones más sobre mi experiencia en New York, sobre las cosas que estuve haciendo y lugares que visité, y alguna que otra anécdota.

Metropolitan Opera: Un martes por la noche un hombre mayor de la comunidad, nacido en Alemania y criado en Bolivia, llamado Werner y amante de la Opera, me llevó a ver una producción inolvidable. Me vestí para la ocasión y fuimos a ver  Madame Butterfly, una Ópera italiana espectacular. El edificio del Metropolitan Opera en sí es impresionante.

Los Knicks. Un miércoles por la noche una mujer de la comunidad -que unas semanas atrás nos había invitado a su casa para pasar Shabbat- me llevó al Madison Square Garden a ver a los Knicks. La experiencia maravillosa. Los yankees son puro show, los deportes son una excusa. Un detalle: cada vaso de cerveza sale 10 dólares, y vi como los que estaban al lado mío tomaban 6 cervezas durante el partido. Es decir: gastaron 600 pesos en cervezas.

Lower Manhattan. Un hombre de la comunidad cada vez que me veía me contaba que él trabajaba en un edificio enfrente de las Torres Gemelas en el momento del estallido. Le pedí entonces que me llevara al sur de la ciudad, al distrito financiero, y que me haga un recorrido y que me cuente como vivió aquel día. Fue una experiencia muy interesante. De paso pasamos por el jewish heritage museum, que si tienen un rato e interés se los recomiendo, aunque no es de los mejores museos de la ciudad.

Chelsea Market. En el Lower west side hay un lugar precioso que no conocía. En una vieja fábrica industrial remodelaron todo e hicieron un patio de negocios y artesanías. Fui con mi co-madrija de Taglit. Un lugar excelente para pasar un buen rato y tomar una sopa rica en una ciudad que durante más de 45 días la temperatura virtualmente nunca superó los 0 grados.

Superbowl. Vi todo el superbowl, nunca más. Aunque esta vez le encontré más sentido al juego, aun así me parece lento y tedioso. Lo curioso es que lo fuimos a ver con el rabino Manes Kogan a un fumadero de habanos (conocí muchos de estos lugares porque es uno de sus hobbies). Allí yo no quería fumar. Quería simplemente una cerveza. La mujer que atendía me dijo que no tenían licencia para vender. A los 5 minutos viene con dos cervezas congeladas y me dice que unos clientes la dejaron en la heladera. Le pregunto cuanto es y me contesta que son un regalo, que no las puede cobrar porque no tiene licencia para alcohol. Me encanta.

Beit Midrash. Un día me llega por twitter la invitación a una clase de Torá diferente. La propuesta era en la casa de un joven y consistía en pizza, cerveza y un midrash (homilía rabínica). Voy con una amiga brasilera. Una experiencia hermosa. 15 jóvenes discutiendo sobre un relato de hacía 1500 años. Una idea para exportar. Allí me entero también que hay un Beit Midrash abierto del JTS, ICT, Drisha, Hadar y Maharat (algunos de los centros de estudios judíos y rabínicos más vibrantes del momento en NY). Más de 50 jóvenes se juntan cada martes por una hora a estudiar y a discutir textos en jevrutot (parejas) y luego un profesor de alguno de estos cinco lugares da una clase por una hora. Impresionante! Ortodoxos con peies, mujeres con kipá, rabinos conservadores y otros neortodoxos, todos juntos estudiando Torá. Simplemente hermoso.

Sheirit Israel. Un día decidimos con Manes ir a recorrer un poco Manhattan y me lleva a conocer la sinagoga más antigua de la ciudad. Su nombre es «el remanente de Israel», es una comunidad de judíos portugueses. Su primera sinagoga fue construida en 1654. En ese momento había tan solo 26 judíos en todo New York. Las cosas cambian y hoy hay más de un millón y medio viviendo en este Estado. Si están por acá no se pierdan la posibilidad de ir a aquella sinagoga. Pidan una cita con el Shamash y les da un tour espectacular.

Minian para adolescentes. Yo venía aquí para dar clases y para acompañar al rabino en lo que haga falta. Sin embargo luego del primer Shabbat me dice: «tenemos que abrir un minian para jóvenes durante Shabat a la mañana». Con gusto me sumo al proyecto. Y allí comenzamos. Desde aquel segundo shabbat comencé a liderar los servicios para los jóvenes. Primero rezamos y después estudiamos. Como somos judíos algo faltaba. Faltaba la comida. Un shabbat por la noche organizamos entonces una cena de Shabbat. Un minian completo de adoleccsentes se suma a la cena. Una de las mejores cenas de Shabbat de mi vida! Todos juntos cantando durante más de media hora canciones de Shabbat, cada uno dirigía una parte. Desde Dodi Li, hasta Yah Ribon, pasando por Mipi El. Una experiencia hermosa.

El shtetl. Hillcrest Jewish Center está ubicado a una hora de Mantahhan. En Queens. Estoy parando a cuatro cuadras del Templo y todo alrededor es como un shtetl americano. La gran mayoría de las casas en la zona tienen mezuza. En Shabbat se ve a gente caminando por la calle. En un radio de seis cuadras tengo infinidad de restaurantes kasher (italiano, pizza, chino, pescados, mexicano, etc.). El barrio es tan pero tan judío que una vez me encontré una kipa perdida en el medio de la nieve. Im loving it.

Lecturas. Los que me conocen saben que leer es una de mis pasiones. Gracias a Dios tuve la posibilidad en este tiempo de leer mucho. Mi mayor bendición es poder haber leído y ayudado humildemente a corregir un libro del Rabino Manes Kogan, un comentario al Libro de Ester. Aparte de esta lectura cada Shabbat me sumergí en los cuentos jasídicos relacionados con la parashá correspondiente. Hermosos y poderosos relatos. Mis lecturas jasídicas -poco comunes en mi- continuaron con una biografía del Rebbe de Lubavitch, más que recomendable. Al terminar aquel libro recordé lo que un maestro me dijo cierta vez: «cuando un genio escribe una biografía sobre otro genio, el libro de seguro es genial». Aquella vez hacía referencia a la biografía que Heschel escribió sobre Maimonides. Está vez leí la biografía «espiritual» que Arthur Green escribió sobre Rabi Najman: excelente. No tiene desperdicio. Al finalizar me di por satisfecho por un tiempo del jasidismo y me sumergí en uno de los libros más densos que leí en mi vida (en realidad son dos): Helenismo en el judaísmo palestinense y Griego en el judaísmo palestinense. Dos densas -pero geniales- obras de Saul Liberman, el más grande talmudista del siglo XX. Con profunda erudición traza las similitudes entre la cultura griega y el judaísmo rabínico y demuestra que el judaísmo abrevó mucho más de sus vecinos que lo que muchos hoy están dispuestos a asimilar de sus propios vecinos y vecinas. Ahora estoy en la mitad de un libro apasionante: La invención del pueblo judío de Shlomo Sand. Libro repudiado y alabado. Sus tesis y argumentos me parecen bastante interesantes, su utilización política me parece berreta. Lo que sostiene básicamente es que el judaísmo como nación es un concepto muy tardío y mucho más tardío su identificación con la tierra de Israel. Creo que una comunidad judía abierta, tolerante y culta se debe dar la oportunidad de leer libros como estos sin necesariamente abogar por el apedreamiento del autor.

Los mejores momentos con Lei. Tuve la alegría que durante más de dos semanas mi novia me acompañara durante el viaje. Ambos conocíamos NY pero lo volvimos a conocer juntos y nevado. De los mejores lugares que fuimos sin duda está: High Line, unas viejas vías del tren convertidas ahora en una hermosa peatonal a 15 metros de altura. Hicimos grandes caminatas por el Upper East y el central park nevado. Visitamos también algunos museos. Hay pocas ciudades en el mundo tan hermosas y llenas de cosas para hacer como NY. Tuvimos la suerte de ganar la lotería e ir a ver Wicked, el mejor musical de Broadway que vi en mi vida. También vimos A Gentelmans Guide for love and murder, muy divertida si entienden bien inglés. Por último vimos también Cinderella, está fue sólo por amor.

Reflexiones sobre la reflexión pasada. No quiero terminar sin referirme aunque sea unas líneas a mi comparación de realidades comunitarias de mi post anterior. Baruj Hashem la misma despertó más interés, críticas y halagos de los que me imaginaba. Hasta el día de hoy gente continúa comentando que tal o cual persona leyó el post. A muchos les gustó, muchos otros piensan que tengo razón pero que fui muy agresivo, otros están totalmente en desacuerdo. Lo más valedero para mí es poder haber despertado el interés de muchos. Creo en una tarea sagrada que es la de invitar a otros al debate y a la discusión. Creo -como Rabi Najman de Braslav sostenía- que sólo podemos crecer espiritual e intelectualmente a través del sano debate. Creo que el debate es bueno, es sagrado. A muchos no le gusta, lo entiendo pero no lo comparto. Si tuviera que reescribir el articulo escribiría lo mismo que hace un mes atrás sólo que ahora más convencido pero quizás menos agresivo. No fue mi intención agraviar a Bet El, ni a sus miembros ni a sus rabinos. La tomaba como un modelo, un modelo que lo tenía «cerca» pero que creo que se replica en muchos otros lugares. Quería expresar en aquellas líneas un modelo que considero “obsoleto”, que tuvo su auge y que generó una gran atracción en el pasado pero que hoy funciona –a mi entender- casi por inercia. El movimiento conservador se volvió ortodoxo de su propio modelo. Muchos rabinos olvidaron que lo que el rabino Marshall Meyer legó no fue el modelo sino la necesidad del cambio permanente. Creo que se pueden recrean modelos comunitarios diferentes fuera de los paradigmas imperantes en varios lugares de Latinoamérica y también de USA. Donde no debemos ser fieles a banderas del pasado (la bandera del movimiento conservador, como una de ellas) sino que debemos ser fieles al judaísmo, a nuestro espíritu y nuestras ideas. El futuro del judaísmo vibrante está por fuera de las construcciones comunitarias liberales que en este momento se proponen en muchos lugares. Si queremos cambiar la realidad –quizás hay muchos que no quieren y está bien que así sea- debemos cambiar nuestra forma de hacer y vivir en comunidad.

 

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