Hace algunos días una sinagoga reformista en Raanana recibió, nuevamente, pintadas en sus paredes. La sinagoga amaneció con grafitis en el exterior y con algunas de sus ventanas rotas. En la siguiente imagen se pueden ver dos inscripciones en hebreo. El primer versículo en la parte superior hace referencia a los Salmos (139:21-22) donde está escrito: “¿No odio, Adonai, a los que te aborrecen, y me enardezco contra tus enemigos? Los aborrezco por completo, los tengo por enemigos.” La cita en la parte inferior se refiere a Maimonides (Hiljot Teshuva 3:14) en donde se afirma: “Las veinticuatro personas mencionadas previamente no recibirán un lugar en el mundo venidero incluso aunque sean judíos”.
En la noche del 9 de noviembre de 1938 ocurrió uno de los hitos que dieron comienzo a la peor tragedia de la humanidad: La Shoá. Esa noche comenzó la Kristallnacht. Cientos de sinagogas, casas y negocios judíos fueron destruidos, pintados y saqueados. La Shoá concluyó en 1945. En los últimos más de sesenta años, lamentablemente, otros ataques y pintadas a sinagogas – y otras instituciones judías- se han sucedido a lo largo y a lo ancho del mundo. Lo que pocos podíamos imaginar es que en Israel, en el 2014 y en manos de judíos radicales una sinagoga podría ser profanada.
La policía todavía no ha encontrado a los “vándalos”. Sin embargo no es muy difícil de conjeturar que los responsables deben ideológicamente compartir los principios del asesino de Itzjak Rabín, de los que insultan a las “mujeres del Kotel”, de los que escupen a niñas en Beit Shemesh y de los que sostienen, por ejemplo, que el rabino Daniel Goldman debe ir a la cárcel. Todos estos episodios de violencia física o verbal pueden ser vistos como hechos aislados de ciertos “desequilibrados” o como la exteriorización de una ideología que se encuentra presente en muchos (y no en todos) sectores de la ultraortodoxia judía.
La ideología de los vándalos es muy clara. Las dos pintadas expresan a la perfección su ideología: odio (ver Salmos) e intolerancia (ver Maimonides). Los judíos liberales somos “sus enemigos”, somos odiados y despreciados. Como judíos liberales no merecemos el mundo venidero porque –según sus parámetros- vamos en contra de los principios de la tradición judía.
En la Parashá de esta semana (Exodo 25:8) se nos dice: “Y harán para mí un santuario y yo residiré entre ustedes”. Está semana, uno de los santuarios de Dios, una sinagoga liberal en Israel, fue profanada. Mientras que la violencia, la intolerancia y el odio entre hermanos –separados ideológicamente- continúen, la presencia de Dios se apartará de nosotros. Dios solo habita en los lugares donde hermanos deciden juntarse y crear una morada para invocar Su nombre. Es así como nos cuenta el Midrash que fue elegida Ierushalaim para ser el lugar donde residiría la presencia de Dios. Como judíos podemos continuar el legado de Esav y Iaakov, de Kain y de Hebel; o bien podemos dar vuelta la página y redescubrirnos en los hermanos que en la Torá, a pesar de sus diferencias, supieron valorarse como tales: Moshe y Aharon, o quizás Iosef y Biniamim.
Tzedek, Tzedek Tirdof!
Justicia, Justicia perseguirás!
Tristísimo y repudiable. Eso sí, me parece que un tipo no es intolerante porque sea «ultraortodoxo», sino que porque es intolerante y el medio en el que se mueve es el ámbito «ultraortodoxo», el objeto de su odio es pintar las sinagogas reformistas, escupir a las niñas de Bet Shemesh, etcétera. A los intolerantes les gusta juntarse con intolerantes, en cualquier medio. Forman barrios, asociaciones o partidos políticos. Eso no es ideología, es intolerancia. Si fuera una cuestión ideológica, encontraríamos que todos o la enorme mayoría de los «ultraortodoxos» son violentos, cosa que cualquiera que viva cerca de ellos y conozca a más de uno sabe que no es así.
Desde ya, se pueden notar otras confusiones. La definición «ultraortodoxo» es peyorativa. Que un judío atribuya características negativas a un individuo o grupo humano por su nivel de compromiso con las mitzvot no es precisamente una postura tolerante ni mucho menos judía. Por supuesto que, entre pintar sinagogas o escupir niñas, y etiquetar a un grupo humano, hay obvias diferencias que no vienen al caso explicar. Pero volvemos a lo mismo. Cada uno expresa su intolerancia de acuerdo al medio en el cual se mueve, sin que eso tenga necesariamente que ver con la ideología que le fue transmitida. ¿Hay acaso libros «ultraortodoxos» que justifiquen o promuevan escupir niñas? No conozco algo así. Sí conozco miles de intolerantes que utilizan excusas- en este caso la Torá- como recurso para expresar su intolerancia. Eso no es ultraortodoxia, eso es maldad, cobardía, falta de valores y muchas otras cosas que surgen de la imbecilidad humana.
La mayoría de la gente no hace un análisis profundo de las ideologías, sino que suele enmarcarse en la sociedad donde se cría. Es más fácil la obediencia debida. Entonces, cuando una persona es intolerante, reacciona ante el medio que -según los principios que cree estar defendiendo- le es hostil.
En cualquier religión, ambiente social o político, hay intolerantes. Es cierto que hay ideologías expresamente violentas, desde sus bases teóricas, pero no es el caso de todas ni mucho menos. Hay intolerantes capitalistas, comunistas, budistas y ovolactovegetarianos. Criticar y difundir la asociación de cualquier ideología (salvo las expresamente violentas, claro) con adeptos que expresan actitudes que nada tienen que ver con ellas, es injusto en dos direcciones. Primero, porque todos aquellos que también adhieren a esas ideologías, son tildados con las mismas características que el intolerante. Segundo, porque funciona como un «chivo expiatorio»: «en mi rancho eso no pasa». Claro, pasan otras cosas, porque el objeto de la intolerancia se expresa de otras maneras, de acuerdo a los parámetros de su entorno.
Tzedek, Tzedek Tirdof!
Gracias por tu comentario! Yashar Koaj!