Hoy quiero decir varias cosas, pero solo una idea. Hoy quiero compartir varias frases y citas de la tradición judía, pero solo una idea: “no dejemos de hablar de paz en medio de la guerra”. Que la guerra necesaria y justa; que las maravillosas (aquellas que superan a la ficción) operaciones del IDF; que el júbilo tras la eliminación de las cabecillas de nuestros enemigos (válido, sin necesidad de esconderse en una pseudo-superioridad moral cuando hombres sanguinarios y terroristas son eliminados); que el dolor de la tragedia del 7 de octubre, no nos impida seguir hablando y soñando con la paz. Eso es todo. Simple, pero necesario, creo yo, un recordatorio en tiempos de guerra. No perder el vocabulario y el ejercicio de la paz.
Durante Sukkot, estamos invitados a leer el libro de Kohelet (Eclesiastés), y allí Salomón nos dice:
“Un tiempo para amar y un tiempo para odiar; un tiempo para la guerra y un tiempo para la paz.” (Eclesiastés 3:8)
En términos psicoanalíticos modernos, este texto es habilitante. Nos permite, a veces, sentir odio; no por eso debemos sentirnos “mal” o tener “culpa”; es una reacción natural del ser humano. Y sí, hay veces que la Torá habilita la guerra. No podemos profesar la falsa ingenuidad de “Miss Universo” y pedir “paz mundial” o “acabar con todas las guerras” cuando los enemigos están acechándonos y buscando nuestra destrucción.
En el judaísmo, Shalom es uno de los principios rectores. Somos un pueblo de paz, pero no un pueblo pacifista. Por un lado, existe un pacifismo absoluto, al que, con respeto, llamo pacifismo “bobo”; aquel de consignas vacías y absolutas que se opone a toda guerra, a todo uso de la violencia, incluso como método de defensa o prevención; aquel que abogan ciertas religiones como el jainismo, los cuáqueros, los testigos de Jehová o las religiones de movimientos sociales modernos en campos universitarios con consignas utópicas de películas o de libros de texto donde solo muestran voluntad infantil y no realidad en el mundo de los adultos. Por otro lado, existen otras religiones como la griega antigua con su Ares, dios de la guerra; o Marte en la cultura romana; la mitología nórdica con Odín y Thor, y la yihad islamista en donde la guerra, la batalla militar y los mártires son exaltados.
¿Y el judaísmo? ¿Es una religión pacifista o belicista? No es ni una ni la otra: es una religión realista; con la paz como ideal pero con la conciencia de que la guerra puede ser una realidad:
«Cuando te acerques a una ciudad para atacarla, primero ofrécele la paz.» (Deuteronomio 20:10).
No hay una vanagloria de la guerra como realidad ni de sus guerreros, pero sí existe, una y otra vez, un llamado a la guerra cuando se considera justa o necesaria. Cuando Amalek atacó por la espalda (Éxodo 17:8-16), Moisés lideró la batalla. Antes de morir, la última misión de Moisés fue “vengar” lo que los madianitas hicieron (Números 31:1-3). Josué es llamado a conquistar la tierra de Canaán y luchar hasta el final, sin posibilidad de tregua o concesión, contra los siete pueblos cananeos. Los jueces, guerreros tribales, una y otra vez se levantaban para luchar contra los vecinos que atacaban las tribus de Israel. Los grandes reyes Saúl, David y Salomón también son conocidos por sus batallas.
Estos son lo que podríamos llamar los libros “históricos” de la Biblia hebrea. Sin embargo, en los libros proféticos, en los libros sobre ideales y utopías, encontramos ideas como en Isaías:
«Él juzgará entre las naciones y será árbitro entre muchos pueblos; convertirán sus espadas en rejas de arado y sus lanzas en hoces. No levantarán espada nación contra nación, ni se adiestrarán más para la guerra.” (Isaías 2:4).
Los libros históricos bíblicos hablan sobre la realidad y los libros proféticos sobre el ideal. Y en esta tensión está el judaísmo. Somos lo que el escritor Amos Oz denominó “pasifisnikim”. No “pacifistas” ni “belicistas”, sino pasifisnikim: pacifistas en el corazón con realpolitik en la acción. Ser un pasifisnik no es ser un pacifista que rechaza cualquier forma de guerra o uso de la fuerza. A veces es necesario, a veces la guerra es una mitzvá, milchemet mitzvá, cuando se trata de defender a tu población, para rescatar a un rehén o tus fronteras ante una amenaza inminente. Ser un pasifisnik significa no alabar la guerra ni un estado bélico constante y continuamente creer en que la paz es el ideal y que la paz es posible, pero cuando la vida y la muerte de tu gente dependen de la guerra, entonces se la acepta como una realidad. Si me preguntan sobre la teología política judía, creo que en este sentido Amos Oz tenía razón: somos pasifisnikim.
Como decíamos, esta semana en Sukkot estamos invitados a leer de la sabiduría de las palabras del rey Salomón (Shlomoh, y vaya guiño del destino que su propio nombre es “su paz”). Este rey sabio no solo dice que hay un tiempo para la guerra y un tiempo para la paz, sino que también dice:
“Un tiempo para matar, y un tiempo para sanar; un tiempo para destruir, y un tiempo para construir. Un tiempo para llorar, y un tiempo para reír; un tiempo para lamentar y un tiempo para bailar.” (Eclesiastés 3:3-4).
A lo que los sabios en el Midrash comentan diciendo:
“Un tiempo para matar”, en tiempo de guerra, “y un tiempo para sanar”, en tiempo de paz; “un tiempo para destruir”, en tiempo de guerra, “y un tiempo para construir”, en tiempo de paz. “Un tiempo para llorar”, en un período de duelo, “y un tiempo para reír”, después del duelo; “un tiempo para lamentar”, en un período de duelo, “y un tiempo para bailar”, después del duelo. (Kohelet Rabbah 3:4-5).
Durante el último año, sin duda estuvimos en los “Et Milchama” (los tiempos de guerra), tiempos para matar, tiempos para destruir, tiempos para llorar, tiempos para hacer duelo. Confío plenamente que pronto estaremos entrando en “Et Shalom” (tiempos de paz), tiempos para sanar, tiempos para construir, tiempos para reír y tiempos para bailar. La eliminación de Sinwar, último cabecilla de Hamas, debe marcar un punto de inflexión para pasar a los tiempos de paz. La gran desgracia para el pueblo palestino, su ruina, y en consecuencia también la desgracia y la muerte de tantos israelíes a lo largo de la historia, es la imposibilidad de sus líderes en los últimos 90 años de aceptar lo que los judíos sabemos hace 3000 años: “tiempos de guerra y tiempos de paz”. De no aceptar cuando son derrotados. De ver todo como una victoria cuando en realidad es una derrota absoluta. El sionismo siempre ha sido minimalista en sus aspiraciones y práctico en sus resoluciones; de ahí radica cada una de las victorias. Frente a este modelo, los líderes palestinos, y desgraciadamente la inmensa mayoría de su población, siempre tuvieron objetivos maximalistas en sus aspiraciones e idealistas en sus resoluciones; de allí su fracaso y su ruina. No se puede vivir en una guerra constante, en una guerra pírrica, en donde como dijo el famoso rey: “una guerra más que gano, vuelvo solo a casa”. Y ni siquiera la ganan.
Por un año estamos en “tiempos de guerra”, casi de forma ominosa, profética, en tiempos de “Sukkot” cuando hablamos de “Sukat Shelomecha” (La Sucá de la paz), cayó el máximo responsable del fatídico 7 de octubre, lo que abre el camino a los “tiempos de paz”. El liderazgo israelí quería una victoria absoluta que sea un ejemplo para el mundo. Ahora puede decir que lo consiguió. Hamas está diezmado, sin líderes. Hezbollah quedó sin cúpula y extremadamente debilitado militarmente. Es tiempo, y sí, debe surgir de nuestra parte, porque nuestros enemigos siguen sin darse cuenta, de habilitar los “tiempos de paz”.
Y no hablo de una paz ideal, sino de una paz real. ¿En vez de cantar en el Hashkiveinu pidiendo una “Sukkah de paz”, no sería mejor rezar por una “fortaleza de paz”? ¿Por qué pedimos por una paz que sea como una Sukkah? Precaria, endeble, transitoria, con agujeros… ¿No sería mejor rezar por una paz de acero? ¿Una paz de concreto? El Rav Kook dijo:
«¡Cuán maravillosa es la paz!”, proclamaron los sabios (VaYikra Rabbah 9:9). El valor de la paz es tan grande que oramos por ella incluso si será como una sukkah: frágil y temporal.” (Adaptado de Mo’adei HaRe’iyah p. 97).
La paz no debe ser perfecta, debe ser simplemente la paz.
No podemos decir que hay amor y fraternidad entre israelíes y jordanos o entre israelíes y egipcios… pero hay paz. Hay paz desde 1994 y 1979 respectivamente. No es perfecta, sigue habiendo tensión y rencores… pero saben lo que no hay: ¡muertos! Desde el inicio de la guerra, Israel ha sido atacada desde 7 frentes y ha respondido con ataques a esos 7 frentes. Egipto y Jordania… nada. Una paz como la Sucá, imperfecta, permeable, siempre a punto de quebrarse, pero se sostiene, y al sostenerla, se sostiene la vida de sus habitantes.
Nos encontramos en guerra, pero no debemos perder de nuestro vocabulario y de nuestras mentes y corazones el anhelo del Shalom, de la paz. Terminamos cada una de nuestras bendiciones pidiendo por paz “Ose Shalom Bimeromav…”. Cada vez que concluimos el Kadish, la Amidá, la bendición después de las comidas, pedimos por paz. Nos saludamos deseándonos la paz “Shalom Aleichem”, el saludo de Shabat es “Shabat Shalom”, un Shabat en paz. Cuando despedimos a nuestros muertos les decimos “Lej beShalom”, que vayan en paz. Tan importante es la paz que nuestros sabios escribieron un tratado con adagios glorificando la paz iniciando todos con “Gadol HaShalom”, grande es la paz…
“Rabí Yehoshúa ben Levi dijo: Grande es la paz, pues la paz es para el mundo como el fermento para la masa. Si no hubiera paz, la espada y las bestias habrían robado al mundo de sus hijos… Rabí Yehoshúa dijo: Grande es la paz, pues el nombre del Santo, bendito sea Él, es llamado ‘paz’… Rabán Shimón ben Gamliel dijo: Grande es la paz, pues Aarón el [Sumo] Sacerdote fue alabado solo por la paz; porque amaba la paz, perseguía la paz, y saludaba con el saludo de paz…” (extractos Perek HaShalom).
Et Milchama, veEt Shalom – Un tiempo de guerra y un tiempo de paz. En estos tiempos aspiramos a una paz imperfecta, pero paz al fin, como nuestra Sukkah. Sin embargo, el Talmud (Baba Batra 75a) nos habla de que llegará el día en que no haremos Sukkot de Schach, sino que habrá una gran y única Sukkah hecha con la piel de un misterioso animal marino conocido como el Leviatán. Esta será finalmente una Sukkah de Shalom completa y perfecta. Los sabios nos invitan a imaginar que hoy vivimos una paz como la Sukkah, permeable a los vientos y las lluvias; sin embargo, en un futuro, la piel de este mítico animal nos cubrirá a todos, a todo el pueblo de Israel y a toda la humanidad, en una gran Sucá en Jerusalén, una Sukkah a prueba de agua y con aislante térmico, una sukkah sin poros, sin agujeros y que ningún viento podrá derribar.
Vayamos a la guerra, pero soñemos y luchemos siempre por la paz.
Pax et bonum
Salam Aleikum
Shalom Aleichem
Rab Uri