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Cuando ya no quedan abuelos…

By enero 23, 2023No Comments

Mi primer abuelo falleció cuando yo tenía 4 años. Todos los recuerdos que tengo de él son memorias inducidas por fotos o por relatos que me contó mi mamá. Me cuentan que cuando ya no podía levantarse de la cama de las pocas cosas que le relajaba es que le rasque los pies. Todos los que me hablaban de él me decían que era un buen amigo. Tan buen amigo era que 26 años después cuando murió su mujer su mejor amigo lo siguió llorando en su tumba. Era el Ieie. 

 

Mi primera abuela falleció en el 2016 cuando tenía 26 años y me encontraba estudiando para ser rabino en Israel. Mi historia con ella giraba en torno a las mesas. La mesa de Shabat en Virrey Loreto y luego más tarde en Quintana. Y las mesas de los domingos al mediodía en el Club de campo de Hacoaj. Tenía una personalidad dura. Haber visto la serie la reina de la belleza de Jerusalén me ayudó a entenderla más. Her way or the highway. Podía ser muy despiadada con algunos de sus comentarios pero también era generosa a su manera. Unos días antes de casarme fui con Lei a comer con ellos a su casa y nos llevó a la habitación y en secreto (intuyo que mi abuelo nunca se enteró) nos dió el regalo más grande que recibimos de nuestro casamiento. Era Cuca. 

 

Mi segunda abuela murió en el 2019. Era mi abuela por excelencia. No hubo momento en la vida que ella no estuviera conmigo y que yo no estuviera con ella. Lo lindo de no tener un recuerdo en particular para resaltar es entender que es porque hubo tantos. Ella era todo para mi y yo sé que yo era mucho para ella. Llegó a conocer a dos de mis hijos. Estaba muy enferma cuando nació Libbi, aún así vino a su Simjat Bat. Su cara cuando le conté al oído que le íbamos a poner Malka por ella me acompaña hasta hoy. La sigo llorando hasta hoy. Era la Iaia. 

 

Mi último abuelo murió ayer. El hombre más coqueto que se puedan imaginar. No hablaba demasiado. Mi abuela (Cuca), como les dije, era la más dominante en los encuentros familiares. Lamentablemente por temas familiares, peleas entre padres e hijos y entre hermanos, la vida nos distanció en los últimos años pero aún así yo buscaba maneras para mantener algún vínculo. No fue el abuelo más cariñoso ni el más atento. No era de esos abuelos que te llamaba o te decía te quiero. Mi abuela (Cuca) era su conector con el mundo… pero aún así en estas horas me puse a pensar y a resaltar a cuentagotas algunos lindos recuerdos con él. Recordaba cómo hacía los “chorizitos” vuelta y vuelta en su parrilla de Hacoaj, como la única vez que recuerdo verlo distendido en una mesa con todas mis primas nos dio a todos de probar anis. Recuerdo que un año coincidimos en Jerusalem y qué caminando por el Shuk me compró un sheshbesh pero que el vendedor dijo que no incluía dados y entonces fue y se los robó. Recuerdo que años después nos llevó junto a Cuca al Bar Mitzvá de un primo en Los Ángeles y que esos días lo pude disfrutar como nunca antes ni nunca después… que hacía chistes, que se reía de mi abuela, que era humano… no tuvo a una relación fácil a nivel familiar. Con mi papá se distanció hace unos años. Cuando mi abuela todavía vivía en su presencia no me preguntaba por él pero en secreto (y luego de que ella muriera también siempre en voz baja) me preguntaba como estaba mi papá. Al contarle que andaba bien, que seguía trabajando, que seguía nadando, que disfrutaba a sus nietos se le aparecían unas pequeñas lágrimas en los ojos. Me despedí de él en diciembre del 2021 antes de mudarme a Estados Unidos. Intuía que ya no volvería a verlo con vida. Tenía 98 años. Era Alberto, mi último abuelo. 

 

Hoy para mí concluye una etapa de mi vida. Ya no hay abuelos. Los hay en el recuerdo pero no donde ellos siempre estuvieron: alrededor de una mesa. 

 

Que sea el recuerdo de todos ellos, con sus aciertos y falencias, fuente de bendición. 

 

Leyilui Nishmat Abraham ben Yehuda veSara.

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