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ואברהם זקן. שלשה בני אדם תבעו שלשה דברים בפיהם, ומהם התחילו תחילה.  אברהם תבע הזקנה, אמר אברהם אב ובנו נכנסין לעיר ואינן ניכרין איזהו הגדול ואיזהו הקטן, אמר הקב»ה אתה תבעת זקנה בפיך, חייך בך אני מתחיל, שנאמר ואברהם זקן. יצחק תבע יסורין, אמר יצחק לפני הקב»ה רבונו של עולם אדם חוטא ואתה פורע ממנו בבת אחת, יסרו קימעא קימעא ואתה פורע ממנו, אילו הבאת יסורין על דור המבול לא היו מורדין בך אלא השפעת להם שלוה לכך מרדו בך, שנאמר ישליו אהלים לשודדים ובטוחות למרגיזי אל (איוב יבו), אמר לו הקב»ה אתה תבעת יסורין בפיך חייך ממך אני מתחיל, שנאמר ויהי כי זקן יצחק [ותכהין עיניו מראות] (בראשית כז א). יעקב תבע את החולי, אמר יעקב לפני הקב»ה רבונו של עולם אדם יושב בנחת ונפשו יוצאה ונכנס תחרות לעולם, על זו מתבקש לאדם בידי אחרים, או אחרים מתבקש להם בידו, והוא מת פתאום ותחרות נעשה בעולם, אלא יעשה [אדם חולה] חמשה או ששה ימים עד שיצוה לבניו כל מה שהוא צריך ויסתלק מן העולם, אמר לו הקב»ה יעקב תבעת את החולי, חייך ממך אני מתחיל, שנאמר ויהי אחר הדבריםה אלה (ויוגד) [ויאמר] ליוסף הנה אביך חלה (בראשית מח א). הוי שלשת האבות התקינו שלשה דברים הללו, לכך נאמר ואברהם זקן.

Ya Abraham era viejo” (Génesis 24:1). Tres individuos exigieron tres cosas con sus bocas y con ellos comenzaron.

Abraham exigió la ancianidad. Dijo Abraham: “Un padre y un hijo entran a una ciudad y no se reconoce quien es el mayor y quien es el menor”. Dijo el Santo, Bendito Sea: “Tu exigiste la ancianidad con tu boca, por tu vida que por tí empezaré”; como está dicho: “Ya Abraham era viejo” (Génesis 24:1)”.

Itzjak exigió tormentos. Dijo Itzjak frente al Santo, Bendito Sea: “Señor del Universo, cuando una persona peca tu se lo cobras de una sola vez, en pequeñas dosis y tu lo cobras, si le hubieras traído tormentos a la generación del diluvio no se hubieran revelado contra ti, sino que se rebelaron por cuanto les concediste a ellos serenidad, como está dicho: “Prosperan las casas de los ladrones y viven seguros los que provocan a Dios (Job 12:6)”. Le dijo el Santo, Bendito Sea: “Tu exigiste tormentos con tu boca, por tu vida que por tí empezaré”; como está dicho: “Aconteció que cuando Itzjak envejeció y sus ojos se oscurecieron quedando sin vista (Génesis 27:1)”

Iaakov exigió la enfermedad. Dijo Iaakov frente al Santo, Bendito Sea: “Señor del Universo: una persona se sienta plácidamente y su alma sale y entra al mundo la competencia. Las personas comienzan a discutir unas con las otras. Uno muere de repente y la competencia se adueña del mundo, sino que lo correcto sería que la persona se enferme unos cinco o seis días antes [de su muerte] para que pueda así enunciar su testamento a sus hijos y luego sí puede dejar el mundo.” Le dijo el Santo, Bendito Sea: “Yaakov tu exigiste la enfermedad, juro que por tí empezaré; ya que está dicho: “Sucedió después de estas cosas que dijeron a Iosef: Tu padre está enfermo” (Génesis 48:1).

De esta forma los tres patriarcas establecieron estás tres cosas, por eso está dicho: “Ya Abraham era viejo”.

Ancianidad, tormentos y enfermedad. ¿Quién podría pedir estás tres cosas? El Midrash tiene una respuesta: Abraham, Itzjak y Iaakov respectivamente. Según este Midrash nuestros tres patriarcas fueron los que de alguna forma trajeron al mundo, comenzando con ellos mismos, cada uno de estos tres “males” (con comillas valga la redundancia).

El Midrash comienza explicando porqué la Torá enfatiza que Abraham “ya estaba viejo”. Los sabios notaron que hasta Abraham nadie había sido descrito como “anciano” en la Biblia. Este Midrash busca contestar a la pregunta de por qué la gente envejece ¿Por qué no somos eternamente jóvenes? Según nuestros maestros en un comienzo (hasta la generación número 20, la de Abraham) uno nacía y permanecía joven toda la vida. No existía distinción entre padres e hijos, entre abuelos y nietos. Todos se veían igual ¿Se imaginan una realidad semejante? Abraham no soporta que no haya una distinción física evidente entre las diversas generaciones, si no podemos ver quien es el padre y quien es el hijo no podemos darle el respeto y honrar a cada uno como cada cual merece. Abraham le exige a Dios signos de ancianidad, cabellos blancos, arrugas en la cara. Dios le concede su deseo pero comenzando por él. Si lo pedis lo tenes, ahora la gente te honrará como se debe honrar a una persona mayor, pero también vas a tener que sufrir las consecuencias y los problemas que trae la vejez.

El segundo de nuestros patriarcas le exige a Dios יסורין (tormentos o dolores). Uno podría llegar a entender por qué alguien puede querer sentir en su cuerpo el paso de los años pero ¿dolores? ¿tormentos? Este Midrash nos regala una poderosa lección del valor que tienen ciertos castigos o dolores moderados. Itzjak le recrimina a Dios que cuando una persona se equivoca Dios no lo castiga con “pequeñas dosis” sino que todo el castigo viene de una vez sin previo aviso. El caso más paradigmático: la generación del diluvio. Sin lugar a dudas se trataba de una generación que por sus acciones (robos, asesinatos, relaciones promiscuas, etc.) debía ser castigada. Sin embargo Dios de un día para el otro (según la “cronología bíblica”) decide castigarlos severamente y todo el mundo como lo conocíamos queda sumergido en el agua. Itzjak le da un consejo a Dios (sí, el Midrash se toma estas libertades, tal como lo hace la Biblia): es mejor esparcir pequeños castigos en el tiempo y no dejar pasar el tiempo y llegar finalmente a un castigo del cual no hay vuelta atrás. La enseñanza más profunda para todos nosotros es que hay veces, cuando la situación amerita, que como padres, docentes o líderes debemos de alguna forma castigar el error de quienes tenemos a cargo. Y no debemos esperar mucho tiempo y castigar severamente de una sola vez, sino que es mejor administrar los castigos docificandolos en el tiempo, cuestiones menores, que impidan así tener que tomar decisiones drásticas y más doloras en un futuro cuando ya las cosas no tienen vuelta atrás. Los pequeños dolores (no hablamos de físicos por supuesto) nos pueden ayudar a darnos cuenta que algo estamos haciendo mal y que debemos cambiar. La exigencia de Itzjak no fue gratuita, los dolores comenzaron con él, perdiendo así su vista.

El último de los patriarcas trajo la enfermedad al mundo. Hasta la narración de su muerte todos los personajes del Génesis mueren “de repente”, parten de este mundo sin previo aviso pero de Iaakov se nos cuenta de que estaba enfermo y que esto le es notificado a su hijo Iosef. Todos le tememos a la enfermedad, todos rehuimos de las enfermedades (y es importante entender que en líneas generales en los tiempos bíblicos y rabínicos cuando se habla de enfermedades no estamos hablando de una gripe o una angina, sino de situaciones críticas que lo dejan a uno al borde de la muerte) sin embargo Iaakov le pide a Dios enfermarse unos pocos días antes de que le llegue la hora de partir de este mundo. ¿Para qué? Para, en términos talmúdicos, “ordenar su hogar”. Para dejar su voluntad clara y para tener tiempo de despedirse de sus hijos. Cuando un padre muere sin dejar testamento la “competencia” entra al mundo (fíjense la hermosura poética del midrash que enfatiza que al salir el alma del fallecido entra la competencia al mundo), los hermanos comienzan a pelarse por sobre a quién le corresponde tal o cual cosa de la herencia. Según el Midrash la enfermedad no es necesariamente mala (siempre y cuando sea relativamente corta), sino que le da tiempo a uno de despedirse, de cumplir sus últimos deseos, de poder bendecir a su familia (como hace Iaakov) y de dejar su voluntad clara para evitar conflictos futuros.

“De esta forma los tres patriarcas establecieron estás tres cosas”. La ancianidad, los tormentos y la enfermedad. Todas ellas comenzaron con Abraham, Itzjak y Iaakov respectivamente. Y ellos, a través de la sabiduría del Midrash, nos enseñan hoy a poder ver estos “males” desde una nueva óptica. No a evitarlos ya que todas aquellas cosas son parte de la vida, sino a poder encontrarle el sentido a cada uno de estos elementos por los cuales todos, sin discriminar, nos enfrentaremos.

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