Podríamos leer la historia del Génesis como un simple mito del mundo antiguo. Podríamos leer las historias de Abraham o de Moshé como meras fabulas y relatos de épocas lejanas. Sin embargo la tradición judía, y la tradición rabínica en particular, han elegido tomar cada una de las escenas y personajes bíblicos para extraer de ellos enseñanzas para la vida. De cada episodio y de cada una de las características de nuestros antepasados podemos aprender lecciones de ética y cualidades morales para intentar emular cada día.

La tradición rabínica denominó a las cualidades morales o virtudes que es deseoso que todos tengamos como Midot. Y así nos dice la Mishná (Pirkei Avot 6:5):

גדולה תורה יותר מן הכהונה ומן המלכות שהמלכות נקנית בשלשים מעלות והכהונה בעשרים וארבע והתורה נקנית בארבעים ושמונה דברים: בתלמוד בשמיעת האוזן בעריכת שפתים בבינת הלב בשכלות הלב באימה ביראה בענוה בשמחה בשמוש חכמים בדקדוק חברים ובפלפול התלמידים בישוב במקרא במשנה במיעוט שינה במיעוט שיחה במיעוט תענוג במיעוט שחוק במיעוט דרך ארץ בארך אפים בלב טוב באמונת חכמים ובקבלת היסורין:

La Torá es más grande que el sacerdocio y el reinado, pues el reinado se adquiere a través de treinta virtudes y el sacerdocio a través de veinticuatro; mas la Torá se adquiere a través de cuarenta y ocho cosas. Y éstas son: El estudio, la atención del oído, la articulación de los labios, la intuición del corazón, la reflexión del corazón, el miedo, la reverencia, la humildad, la alegría, la pureza, el servicio a los sabios,  la selección de los compañeros, la dialéctica de los discípulos, el asentamiento, la Escritura de la Mishná, la moderación en los negocios, la moderación en el
arte mundano, la moderación en los placeres, la moderación en el sueño, la moderación en la conversación, la moderación en la risa, la paciencia, el buen corazón, la fe de los sabios, la aceptación de las contrariedades.

Pirkei Avot nos relata que existen 3 coronas en el mundo: la corona del reinado, del sacerdocio y la de la Torá. Y entre las tres coronas la más importante es la corona de la Torá. La tradición rabínica, revolucionaria por naturaleza, hace más de dos mil años planteó que la Torá supera al reinado y al sacerdocio. Uno se convertía en rey si su padre era rey, uno era sacerdote si pertenecía a la familia de los Cohanim; no dependía de uno sino de factores externos. En cambio para adquirir la Torá el esfuerzo y el trabajo personal dependen de uno y no de cuestiones que están más allá de nuestro control. En segundo lugar, la corona de la Torá, es más grande que las otras coronas ya que es accesible para todos. La Torá está al alcance de todos, todos podemos adquirir la Torá a través del trabajo de nuestra mente (Limud Torá) y el trabajo de nuestro corazón (Avodá Shebalev). No adquirimos la Torá solo a través del conocimiento sino a través de la perfección de nuestras midot, de nuestras virtudes morales. Y para concluir: el sacerdocio y el reinado se adquieren una vez y se mantienen de por vida, en cambio la corona de la Torá, debe volver a ser adquirida cada día. Cada día debemos evaluar nuestros atributos y nuestro ser. Cada día tenemos la posibilidad de mejorar un poco más. Por eso cada mañana cuando bendecimos y decimos: “Oter Israel BeTifara”, que coronas a Israel con la gloria; y en cada momento que tenemos la Kipá sobre nuestra cabeza -la corona de la Torá- debemos reflexionar y pensar si somos dignos poseedores de la corona más valiosa que nuestra tradición dispone.

Ser judío no comprende solamente cumplir los mandamientos rituales. Ser un judío observante es respetar Shabat, cumplir Kashrut, rezar diariamente pero eso no es suficiente. Ser un judío observante también comprende la necesidad de mejorar nuestras midot diariamente. Cuidar lo que decimos, cuidarnos de la ira, estar siempre dispuestos a escuchar, ayudar a quien lo necesite, entre tantas otras cosas más. Y así enseñaron nuestros sabios (Otzar HaMidrashim pág. 142): גדולה דרך ארץ שקדמה לתורה – Más grande es la buena conducta que se adelantó a la Torá”.

Los sabios ya desde antaño han identificado que ser una persona de bien, una persona ética, antecede a los demás preceptos de la Torá. Nuestros maestros llamaron a la “buena conducta” que Dios espera de los seres humanos: Derej Eretz, literalmente “el camino de la tierra”. Debemos aprender a transitar por el camino correcto, a ser dignos de ser llamados seres humanos. Los mismos sabios, amantes de la Torá, de su estudio y del cumplimiento de sus mandamientos, nos enseñan que antes de poder adquirir la corona de la Torá, con todo su brillo y esplendor, debemos aprender a caminar por el Derej Eretz, por el camino correcto, el camino del bien y de la bondad.

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