“y escribiré en aquellas tablas las palabras que estaban en las primeras tablas que quebraste; y las pondrás en el arca” (Deut. 10:2) Moshé en su discurso de despedida al pueblo de Israel les recuerda cuando cuarenta años atrás él había subido al Monte Sinaí a recibir el primer juego de Tablas de la Ley pero que luego al bajar y ver al pueblo danzando alrededor de un ídolo las tiró al suelo y las rompió. Les recuerda también que luego Dios volvió a escribir un segundo juego de Tablas con los Diez mandamientos.
Según el Talmud, sin embargo, este versículo nos enseña algo más: “Que ambas Tablas, las enteras y las rotas, fueron colocadas en el arca” (Menajot 99a). Las primeras Tablas de la ley por más que ya estaban hechas añicos aún así conservaban su santidad y no podían ser tiradas en cualquier lado sino que debían descansar en el arca sagrada conjuntamente con las tablas nuevas y completas. Y en relación a esto el Talmud extrae aún una enseñanza más: “De aquí aprendemos que debemos seguir tratando con respeto a los sabios que han olvidado su sabiduría”. La Torá nos llama a “honrar a los ancianos” (Lev. 19:32), a aquellos que con sus años guardan la sabiduría de la vida. Y aunque hayan “perdido” su sabiduría o su destreza por causa de la edad y los olvidos igual debemos seguir honrandolos, dice el Talmud, “ya que tanto las tablas rotas como las enteras fueron guardadas en el Arca.”
Una forma de juzgar a una sociedad es de qué forma trata a sus ancianos. Una sociedad que solo valora a sus ciudadanos por su productividad y por su juventud y cuando pasa aquella edad los transforma en tablas rotas sin valor es una sociedad sin futuro. La Torá nos propone en cambio un tipo de sociedad diferente, una sociedad donde se cuide, se honre y se valore a nuestros mayores. Que tengan un lugar privilegiado y cuidado como el arca. Que se los siga valorando por lo que son y por lo que fueron. Rab Dimi solía enseñar que “La juventud es como un manojo de rosas más la vejez es como un manojo de espinas” (b. Shabbat 152a). Está potente metafora sintetiza la postura general de nuestros sabios sobre la dureza del paso de los años en el cuerpo y en el espíritu. Rabí Shimon ben Jalafta en su ancianidad nos dice (ad. loc.) que sus dos piernas se convirtieron en tres (¡por el bastón!), que los caminos cortos ya se le hacen muy largos y que pequeñas piedras se le asemejan a grandes montañas. Nuestros maestros no ocultan el dolor y la dificultad que genera el paso del tiempo en nuestros cuerpos pero afirman que como sociedad tenemos una responsabilidad sagrada de cuidar, honrar, valorar y apreciar a nuestros adultos mayores. A comprender que ellos también son tablas sagradas que debemos colocar en un lugar central y sagrado de cada una de nuestras sociedades.
Shabbat Shalom,
Rab. Uri – Judaica Norte